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¿Pero es verdad que Franco también persiguió a la lengua leonesa?

Carles Mulet, senador de Compromís, reivindica la «persecución de la cultura leonesa» como enmienda a la Ley de Memoria Democrática
ArchivoLa Razón

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Carles Mulet García es un senador de Compromís. Es muy posible que usted no conozca a dicho político. Yo tampoco. El caso es que ha registrado casi 80 enmiendas a la Ley de Memoria Democrática que se está tramitando en el Senado después de su paso en el Congreso. Esta semana, el hiperactivo Mulet García ha presentado una para incorporar a dicha ley la «persecución» de la «lengua y la cultura leonesa». El político dice que la represión de lo leonés es equiparable a la que sufrieron «lenguas y culturas vascas, catalana y gallega» a manos de Franco. En un castellano que necesita un repaso escolar, el senador nacionalista dijo: «No es lo mismo la represión de la lengua y cultura gallega como la represión cultural en el Bierzo, que va más allá del idioma gallego y así en todos los casos». Mulet García asegura que las naciones lingüísticas son «víctimas» del franquismo, «cuyos hablantes fueron perseguidos por hacer uso de estas».
¿Qué lenguas y culturas son víctimas de Franco? ¿Está sentado? Adelante. La gallega, la asturiano/leonés en todas sus variantes incluida la cántabra y la extremeña, y «las lenguas propias de Extremadura». Y, además, el «catalán/valenciano» que se extiende por «Aragón, Cataluña, Baleares, País Valenciano y Murcia, el aragonés propiamente dicho, el occitano/aranés, el tamazight o el árabe ceutí, el vasco en País Vasco y Navarra, así como la lengua y cultura gitana», dice.
Los «acosados»
Todos fueron acosados por usar sus culturas y lenguas propias. No es cierto que Mulet cobre comisión por el descubrimiento de lenguas perseguidas. Simplemente quiere dejar claro que solo los franquistas y los obligados hablaban español. Más claro todavía: el español es el idioma de la dictadura y hay que perseguirlo, liquidarlo y anatematizarlo, porque sin culpable no hay victorioso, y Mulet García y su Compromís menguante quieren apuntarse algún triunfo. No hay que olvidar que el partido de Mulet está muy a la baja en las encuestas, con una caída de 5 puntos, y todo indica que van a perder el poder en Valencia. El asunto no es si León tiene una lengua propia, porque ya llegará el político todólogo y populista que pontifi - que al respecto para colocar a los suyos. No.
El tema es si hubo «represión» de la lengua y cultura leonesa. Es ahí donde el asunto hace aguas. La izquierda ha degradado tanto el término «represión» que da pena si se conoce a los que sí fueron represaliados. El tema puede escocer a los nacionalistas que viven del cuento, pero la Academia española tiene una definición clara de «represión». Se entiende por tal un conjunto de actos, normalmente desde el poder «para contener, detener o castigar con violencia actuaciones políticas o sociales». No existió durante el franquismo ningún decreto para reprimir el leonés y su cultura, ni hubo detenciones ni encarcelamientos por usarla o difundirla. No tuvieron que aplicarse a fondo los «grises» o los guardias civiles para reprender a quien hablara o escribiera en leonés. Es más; si se consulta el catálogo de la Biblioteca Nacional, cuyo nombre no lo puso Franco, tranquilos, sino Isabel II, no hubo represión. Concha Casado, una mujer, sí, publicó en 1948 «El habla de la Cabrera Alta». Al año siguiente Álvarez Guzmán publicó «El habla de Babia y Laciana», y en 1950 César Morán editó el «Vocabulario del concejo de La Lomba, en las Montañas de León». Más. Álvaro Galmés escribió en 1957 «Trabajos sobre el dominio románico-leonés». Y, por no cansar, César Bardón publicó el conocido «Cuentos en dialecto leonés» escrito en leonés, con tres ediciones hasta 1955. Bardón no fue a la cárcel. En fi n, que no hubo persecución ni prohibición. Es trola. Sí hubo represión política y social por ideología y moral. Era una dictadura que nadie va a descubrir ahora. Pero no se persiguió la lengua y cultura leonesa y, por tanto, no es víctima del franquismo. Está visto que al nacionalismo victimista se le ha ido la mano, carece de formación o nos toma por memos. Una cosa es reivindicar la riqueza cultural de León y otra inventarse un pasado de represión que no existió para construir un relato falso con el que asegurarse una subvención.

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