Rusia desde la cocina

¿Qué llevaba el tupper que “mamá Stalin” enviaba de Georgia a Moscú a su hijo?

A pesar de ser la madre del jefe supremo, Keke, vivía una jubilación más bien modesta y a miles de kilómetros del Kremlin. Desvelamos aquí la receta de uno de los platos favoritos del mandatario soviético

Josef Stalin fue uno de los líderes políticos que más se preocupó por extraer información de amigos y enemigos a través de sus servicios de inteligencia
Josef Stalin fue uno de los líderes políticos que más se preocupó por extraer información de amigos y enemigos a través de sus servicios de inteligenciaLa RazónInternet

Aleksandr “Sasha” Egnatashvili fue un hombre que heredó de su padre Yákov el espíritu emprendedor. El éxito del progenitor con varios locales en Georgia, principalmente restaurantes, se vio truncado cuando su país pasó a formar parte de la Unión Soviética se convirtió en un enemigo del pueblo: era un capitalista y, por ello, perdió todos los locales.

Ante la tormenta, mandó a su hijo a Bakú, Azerbaiyán, por si las moscas. Sasha aprendió turco y azerí y logró abrir un restaurante, con lo que se salvó parte de lo labrado antes por su padre. Pero terminó regresando a Georgia y no tardó Lenin en implantar la Nueva Política Económica (NEP), que permitía la existencia de pequeños negocios privados.

Fue este el despegue de un Egnatashvili Jr. que ya no pararía de crecer hasta llegar muy cerca de Stalin. Por el camino, alguna deuda tras el fin de la NEP y su posterior encarcelación por impago no le pusieron las cosas fáciles, pero no se pudo mover mejor tras su puesta en libertad. Mucha culpa de ello tuvo los lazos que Yákov hizo en su día con una de sus empleadas, Keke, madre del mismísimo Stalin. Fue Liliana, pareja de Sasha, la que acudió a ella, que comenzaría a desenquistar la situación.

El líder soviético Josef Stalin con su segunda esposa, Nadezhda Alliluyeva
El líder soviético Josef Stalin con su segunda esposa, Nadezhda Alliluyevalarazon

No tardó el nuevo hombre libre en ser nombrado en un puesto de confianza, jefe de la primera casa de vacaciones del Comité Central del partido: “De esa asombrosa manera mi padrastro dejó de ser un restaurador desahuciado de Tiflis y pasó a formar parte de la nomenclatura más selecta del Kremlin, del llamado círculo interno de Stalin”, escribía Iván Alijánov, hijo de Liliana. Pero ese ascenso fulgurante no gustó a Beria, hombre recordado por ser unos de los grandes carniceros del estalinismo y tipo que se apuntó el nombre del matrimonio para siempre..., aunque esa es otra historia.

Sasha y Liliana, en pack, fueron creciendo laboralmente hasta que un día él le preguntó al “jefe” si no echaba de menos la cocina georgiana. Stalin contestó: “Encárgate tú”. Y la pareja corrió a coger un tren para llenar dos vagones de ovejas, pavos, barricas de vino casero, un “tone” (un horno para hacer pan) y todo lo que hiciera falta. Se llevó hasta a dos antiguos empleados, Grikula y Pavel. La visita de Egnatashvili fue una revolución en la mesa de Stalin. Le hizo feliz y Sasha pasó a tener una relación todavía más cercana con el dirigente de la URSS.

El emprendedor, ya convertido en pieza importante del aparato, subía como la espuma, pero nunca olvidó a una señora georgiana. Yákov le había hecho prometer que cuidaría de su antigua empleada, y así hizo. No dudo, en su etapa georgiana, en llenar dos cestos cuando hacía la compra, uno para su familia y otro para Keke, que, pese a ser la madre del jefe supremo, no tenía una jubilación demasiado ostentosa. De hecho, las compras de Sasha la incomodaban, pero le hacían mucha falta.

Y, entre idas y venidas, Keke y Sasha se terminaron viendo con los años para que el segundo subiera hasta el Kremlin una de las delicias en las que era experta la señora, confitura de nueces. Un bocado que trasladaba a Stalin a su infancia en Georgia. Una receta sencilla que ahora se recoge en un libro que aborda la historia de Rusia desde la cocina(Oberon). “Cuchillo, cazo y tenedor para levantar un imperio”, subtitula su autor, Witold Szablowski.

CONFINTURA DE NUECES

  • 1 kg. de azúcar, 600 ml. de agua, 1 kg. de nueces verdes tiernas, 3 g. de ácido cítrico o una cucharada de zumo de limón, 1g. de vainilla.
  • Lo primero que hay que hacer es poner en remojo las nueces. Mantenerlas en remojo durante dos días sin olvidar cambiar el gua cada 3-4 horas.
  • Pasados dos días, retirar las nueces del agua y enjuagarlas bajo el chorro de agua fría. Volver a dejarlas en remojo dos días más.
  • El quinto día se echan las nueces en agua hirviendo, dejar cocer 10 minutos y pasarlas a un colador.
  • Mezclar el azúcar con dos vasos de agua y dejar cocer retirando la espuma. Añadir el limón, la vainilla y las nueces.
  • Cuando la confitura se enfríe, hervirla dos veces más.