«Un enemigo del pueblo (Ágora)»: Entretenida y manipulada asamblea
Autor: Henrik Ibsen. Versión y director: Àlex Rigola. Intérpretes: Israel Elejalde, Nao Albet, Irene Escolar, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes. El Pavón Teatro Kamikaze. Hasta el 7 de octubre.
El director Àlex Rigola trata de romper los límites de la ficción para establecer una suerte de analogía entre el conflicto que sacude al doctor Stockmann en la trama de «Un enemigo del pueblo» y el que puede atravesar una compañía como Kamikaze –productora de este montaje– a la hora de desarrollar su trabajo y de expresarse libremente sobre un escenario. Cuando Stockmann intenta hacer público que las aguas de un balneario que sostiene a toda una ciudad están contaminadas, los miembros de su comunidad lo presionarán para impedir que arruine el esplendoroso porvenir económico de todos ellos. De un modo más o menos similar, puede entenderse que, cuando una compañía está a la espera de recibir subvenciones y ayudas que darían cierta holgura a su existencia, algunos, dentro de ella, no quieran expresar ideas o exhibir proyectos que puedan ser contrarios al pensamiento de las instituciones que van a prestar esas ayudas. Y es clave remarcar, como he hecho, las palabras «dentro de ella», es decir, dentro de esa compañía, que es donde se genera el conflicto. Por eso, una vez planteado sobre el escenario ese interesante y acertado símil entre la ficción original y esa otra realidad de la compañía
–presentada bajo un envoltorio ficcional– es bastante tramposo trasladar al público la decisión de si quiere que continúe o no la representación en virtud de una supuesta libertad de expresión que, más bien, parece una libertad de intervención totalitaria. Porque no se puede colegir de ningún modo, como se intenta hacer aquí en una desatinada aplicación del método deductivo, que, «si creo en la democracia» y «si creo que Kamikaze debe decir lo que piensa sin temer a las consecuencias», necesariamente «he de creer que se deba parar la función como un acto de libertad de expresión». La única deducción válida con tales premisas es que, puesto que creo en la democracia y creo además que Kamikaze debe decir lo que piensa, habré de creer necesariamente que Kamikaze tiene derecho a no hacer la función como ejercicio de su libertad de expresión en una decisión adoptada democráticamente por los miembros de la compañía. Pero a mí..., sinceramente, que me dejen tranquilito en mi butaca y me permitan, si no van a cancelar la representación, disfrutar de un texto monumental como es el de Ibsen y de unos actores igualmente formidables a los que, con tanta asamblea y tanto debate, apenas puede ver uno lucirse.
LO MEJOR
A pesar de las trampas que se generan, la función se hace amena e interesante
LO PEOR
El razonamiento de partida suspendería el examen más básico de lógica