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María Luisa de Parma: ¿la reina más odiada de la historia de España?

La reina consorte, de origen parmesano, se prendió de algunos objetos típicamente españoles como la guitarra, la cual aprendió a tocar
Museo del Prado
La Razón
  • Isabel Cendoya Díaz

    Isabel Cendoya Díaz

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María Luisa de Parma fue reina consorte de España por su matrimonio con Carlos IV. Reina de España, de la crítica, del escándalo y del mito. Conocida por sus amoríos con Godoy, parece que María Luisa fue desde los albores de su reinado denostada por la serie de relaciones que iba teniendo. Sin embargo, su historia fundamentalmente se ha basado en suposiciones y no en hechos concluyentes, lo que ha llevado a algunos historiadores a interesarse por una relectura de su figura.
El reinado de Carlos IV (1788-1808) debe ser uno de los peores de la historia de España, tan solo superado, probablemente, por el de su hijo Fernando VII. Famoso por acontecimientos como las abdicaciones de Bayona, el motín de Aranjuez, etc., con los que España terminó por ser regalada a Napoleón. Un hecho, la verdad, tan sorprendente como extraño. Para explicarlo, hay consenso entre los historiadores en que, simplemente, los reyes no supieron muy bien qué hacer frente a la figura del emperador, que entonces parecía imparable.
La verdad es que, si observamos la vida de María Luisa, parece ser que desde el principio hasta el final no fue muy dichosa. Esta princesa de origen parmesano llegó a España en 1765 para desposarse con su primo el entonces príncipe de Asturias, Carlos. A María Luisa le gustó España y sus costumbres ya que sabemos que aprendió a tocar la guitarra y que tanto ella como su marido se interesaron por las tradiciones, algo que sorprendía a las gentes, como ocurrió durante su viaje a Barcelona, donde tomaron una serie de platos típicos en los que iba incluido el alioli.
Le gustaba moverse por Madrid aunque esto no se le era permitido casi nunca, pues su suegro, el rey Carlos III, se lo prohibía a los infantes, seguramente por cuestiones de seguridad. Carlos III y María Luisa nunca se llevaron bien, ella quería divertirse, ir a la moda y pasearse con su nueva carroza por la cuidad. Esto, Carlos, siendo mayor y tradicional, no lo entendía, y desaprobaba lo que consideraba excentricidades de su nuera. Incluso estas malas relaciones le llevaban a separarse de la corte.
En 1788 muere Carlos III y pasan a reinar Carlos IV y María Luisa. Según la correspondencia diplomática del momento, sabemos que todos ya presuponían que la reina iba a ser la figura clave en el reinado, pues durante años llevaban viendo el poder que María Luisa tenía sobre su marido, llegando hasta a hablar por él cuando no debía, aunque esto a Carlos parecía no importarle.
En un tono más positivo, de su reinado destaca el mecenazgo que ejercieron sobre las artes, llegando a crear las mejores muestras del estilo neoclásico que tenemos en España, como pueden observarse en todas las «casitas» que se realizaron para su marido Carlos. Además, entre 1803 y 1806 tuvo lugar la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, con la que se lograron salvar muchísimas vidas de la mortífera viruela.
No existen pruebas concluyentes de sus múltiples relaciones amorosas, pero sí que es cierto que en la época, las críticas a la reina por este tema no eran pocas, especialmente en países extranjeros como Francia, lo que también podría ser utilizado como arma política. Entre sus amoríos destaca, por supuesto, el de Godoy, el político más importante de su reinado. Este joven guardia consiguió ascender sospechosamente rápido en la escala de poder hasta llegar a la cima. Durante su gobierno, le fueron concedidos títulos tan desorbitados como «Príncipe de la paz», algo que no le gustó nada al príncipe Fernando.
Guerra maternofilial
Y es que, increíblemente, el principal desacreditador de María Luisa fue su propio hijo, el príncipe, algo que intentaría remediar con posterioridad, para no manchar la imagen de su propio reinado. Esta mala relación es palpable en la correspondencia conservada entre María Luisa y Godoy, en donde la reina digamos que habla con poco cariño de su hijo.
A tanto llegó la situación que Fernando terminó por intentar destronar a sus padres en más de una ocasión. La primera no salió bien: el príncipe fue descubierto y aprisionado. Y aquí, sorprendentemente, fueron las lágrimas de su madre las que conmovieron a su marido, el rey, para que Fernando fuera perdonado.
En el segundo intento, Fernando y su círculo sí que lograrán expulsar a Godoy de la corte, con lo que vino también la abdicación de su padre, Carlos IV. Tras el episodio de las abdicaciones de Bayona, el trio de Carlos, María Luisa y Godoy pasó a vivir a Marsella y por último a Roma, donde morirá abandonada (excepto por Godoy) con ambas piernas rotas en 1819.

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