Gonzalo Pizarro, el hermano rebelde
La historia es digna de «Juego de Tronos»: el hermano de Francisco Pizarro se levantó contra Carlos V y provocó una cruel guerra civil entre españoles en Perú, que duró cuatro años
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El tercer hermano de Francisco Pizarro, el gran conquistador, fue traidor a España. Gonzalo, que así se llamaba, no aceptó las Leyes Nuevas de Indias que crearon el Virreinato del Perú y protegían a los indios. Se levantó contra Carlos V y España, cometiendo traición, y provocando una guerra civil que duró cuatro años. Nació en Trujillo, Cáceres, en el año 1510. Fue hijo bastardo del capitán Gonzalo Pizarro, al que llamaban «El largo», y de María de Viedma. No tuvo una buena instrucción intelectual, pero era muy hábil con los caballos, diestro con el arcabuz y la ballesta. Cuando Francisco Pizarro obtuvo la Capitulación de Toledo para marchar a América fue a Trujillo para reclutar a conquistadores. Enroló a sus tres hermanos, Hernando, Juan y Gonzalo. Bajo el mando de Francisco, estuvo en la captura de Atahualpa, el último emperador inca. La empresa fue sencilla porque los incas se hallaban en guerra civil. Se ha dicho muchas veces, pero es importante resaltar que los españoles no encontraron en América un paraíso de paz y felicidad, sino guerras y genocidios.
La historia es digna de «Juego de Tronos». Huayna Cápac, emperador inca, murió en 1527, y dejó 200 hijos reconocidos. Huáscar heredó el trono, y quiso liquidar a sus competidores. Mandó llamar a Atahualpa, que, oliendo el pastel, envió unos embajadores. Los enviados fueron asesinados y estalló la guerra civil inca. Huáscar fue derrotado en la batalla de Quipaipan –entre 15.000 y 30.000 muertos– y su familia ejecutada. Fue entonces cuando Francisco Pizarro quiso entrevistarse con Atahualpa, que decidió dos cosas: asesinar a su hermano Huáscar y capturar a los españoles. El tiro le salió por la culata, y fue Pizarro quien detuvo a Atahualpa con 180 hombres entre los que estaba Gonzalo. El éxito de Pizarro estuvo en aliarse con los pueblos sometidos por los incas, que deseaban ver caer a sus explotadores.
Gonzalo Pizarro fue nombrado regidor de Cuzco, ciudad fundada por los españoles en 1534 sobre los cimientos incas de Cusco. Hay que recordar que, lejos de asolar la población, los españoles la convirtieron en la «Roma de América», con iglesias, palacios y universidades de estilo barroco y neoclásico que hacen hoy de ella Patrimonio de la Humanidad. Dos años después de la refundación, un ejército inca atacó la ciudad. Allí Gonzalo mostró gran destreza en un asedio que duró meses, hasta que Almagro regresó de Chile con su ejército. Hasta ahí, todo bien. El problema surgió con las Leyes Nuevas de Indias, promulgadas en 1542, que ordenaban la América española y protegían a los indios. Los encomenderos protestaron. No querían ceder el poder a los hombres del rey, y tampoco estaban dispuestos a obedecer las Leyes. Decidieron levantarse en armas contra España y quedarse con el Perú en 1544. Pusieron a Gonzalo Pizarro al frente de la rebelión, que reclutó un ejército de unos 1.200 hombres y nombró a sus capitanes gobernadores de las ciudades peruanas.
Derrota en Jaquijahuana
Fue así como estalló una guerra civil entre españoles muy cruel. En la batalla de Iñaquito, en enero de 1546, los rebeldes de Gonzalo Pizarro derrotaron a los realistas del virrey Núñez Vela, que cayó por un hachazo y luego fue decapitado. Pizarro repudió ese hecho, recuperó el cuerpo y lo enterró con honores tras una misa. Por aquel entonces ya lo llamaban el «Gran Gonzalo». Como en todas las ocasiones donde el poder absoluto está al alcance de la mano hubo quien aconsejó al tercero de los Pizarro que formara su propio reino, independiente de España. Incluso que se casara con una princesa inca para conseguir la legitimidad y el aplauso indígena. Podía ser el emperador del Perú.
Sin embargo, la muerte del virrey enfadó a Carlos V, que envió a América a Pedro de la Gasca para acabar con Gonzalo Pizarro. Al igual que otras veces, la estrategia para acabar con un traidor es comprar a sus amigos, al considerar que son de lealtad floja y ambición consolidada. Así pasó. La Gasca compró a cuantos pudo con indultos y premios. Incluso intentó que Gonzalo Pizarro se rindiera, pero no lo consiguió, e insistió en su traición. Por este motivo reunió un ejército poderoso compuesto de arcabuceros, piqueros y jinetes al mando de Alonso de Alvarado. Esto supuso la derrota de Pizarro en Jaquijahuana, en 1548, que fue capturado en el campo de batalla, poniendo fin a la guerra civil. Al día siguiente, el 10 de abril, fue decapitado. Su cabeza quedó expuesta hasta 1563 en Lima, cuando alguien la robó. Y hasta hoy no se ha encontrado.