El arado, un saber milenario
Desde la Prehistoria a nuestros días, las técnicas agrarias han evolucionado de la mano de esta herramienta, siempre detrás de dos bueyes, hasta que llegaron las máquinas
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El arado empezó siendo un instrumento simple utilizado por caldeos y asirios hace 3.500 años a.C, lo que permitió el desarrollo de una sociedad jerarquizada que podía controlar la producción de los recursos. También en el Antiguo Egipto, donde se utilizaba un arado con reja o cuchilla de madera. Aparece en escenas donde se representa la actividad de arar con dos vacas en algunas tumbas como la de Djari en la necrópolis tebana, localizada en la planicie de el-Asasif, descubierta por Winlock en 1930 y datada recientemente en el Primer Periodo Intermedio. Este tipo de escenas decoran también tumbas más modestas como la de Sennedyem, situada en la necrópolis de Deir el-Medina al oeste de Luxor, en el llamado Valle de los artesanos.
El arado se utilizaba también en la Grecia antigua. Hesíodo describe en su obra «Los trabajos y los días» la vida de un campesino al que aporta algunos consejos: «Cuando trabajes en tu hogar dispón de dos arados, uno ensamblado y el otro compacto. Esto es lo mejor. En efecto si rompes uno amarrarás el otro a los bueyes. Los timones más fuertes son del de laurel de olmo, el cuerpo del arado es de roble y el mango de madero de encina. Compra dos bueyes machos de nueve años. Cuando están al término de su juventud su fuerza máxima y son excelentes para el trabajo». Con el Imperio romano, el arado se extendió por Europa, aunque muchos lugares como la Hispania prerromana ya existían, como pone de manifiesto los hallazgos yacimientos como el de Izana en Soria. El arado mejora en el bajo imperio introduciéndose la vertedera, que podría ser comparada con una pequeña reja lateral que ayudaría remover mejor la tierra. Aparecen tratados de agricultura romanos como el «De re rustica» de Columela (m.70 d.C), donde no sólo se menciona el arado sino técnicas de fertilización para recuperar los posibles nutrientes de la tierra después de la roturación. En la Hispania visigoda se siguió utilizando la misma tecnología. Isidoro cuenta en sus «Etimologías» que la producción de cereales se centraba en el trigo, la sémola, la cebada y varias leguminosas. Asimismo habla de tres bebidas, la cerveza, la sidra y la bebida caelia, elaborada con trigo seco y triturado mezclado con vino. En al-Ándalus se utilizaba el arado con reja de hierro, tal y como se han encontrado en yacimientos como la Sima de los Infiernos (Albacete) o el castillo de Aspe o la Unión en Levante. En al-Ándalus se introducen nuevos cultivos cómo el algodón, la berenjena o la granada y mejoraron otros como el arroz, las naranjas y la caña de azúcar, se introducen sistemas de riego, como norias y acequias. La erosión del arado sobre el suelo se complementó con el desarrollo de nuevas técnicas como la rotación de cultivos y el uso de abonos orgánicos diferentes en cada periodo como se refleja en los tratados de agricultura de Abú l-Jayr o Ibn al-‘Awwam, que no sólo recogen los saberes romanos sino también la experiencia del cultivo en al-Ándalus. Con la rotación de cultivos tradicionales de invierno con barbecho y la introducción de leguminosas en verano, se fijaba el nitrógeno al suelo evitando la erosión y la perdida de nutrientes protegiendo el crecimiento del trigo.
El peso del arado se aligeró en el siglo XI cuando se introdujeron las ruedas al arado como se ilustra en las escenas del Tapiz de Bayeux, una obra que escribe los hechos previos a la conquista normanda de Inglaterra que culminó en la batalla de Hastings (1066). El uso del arado de ruedas en toda Europa mejoró la producción pero su uso seguía siendo incómodo para el ser humano ya que tenía que ir detrás de los animales sujetando las manceras y sosteniendo las riendas de los bueyes. Los modelos de arado mejoraron en el sigo XVIII y sobre todo XIX, siendo el principal avance el introducido por John Deere en 1837 quien fabrica el arado de reja y vertedera de acero optimizando el rozamiento con el suelo. A finales del siglo XIX se introduce el arado de asiento o sulky en los lugares donde existía la agricultura extensiva, necesitándose 10 o 20 horas para arar una hectárea. En España se usó el arado tradicional hasta los años 60 cuando la concentración parcelaria y la mecanización del campo con el uso de tractores convirtieron a los arados tradicionales en reliquias. Hoy se usan arados de tracción mecánica, de reja y vertedera y el arado de discos para terrenos con muchas piedras o raíces, pudiendo estar enganchados al tractor por dos o tres puntos o semi-suspendido. En funcionamiento el arado levanta una nube de polvo tras el tractor dejando la tierra roturada, desenganchado es sólo un animal metálico donde se posan los pájaros esperando otra cosecha.