Geografía mítica

La «demoníaca» cueva de Salamanca

Según la leyenda, en ese lugar hubo una escuela mágica, incluso demoníaca. Unas creencias que se difundieron por toda Europa y de las que se hicieron eco autores como Cervantes

Cuenta la tradición que la cueva de Salamanca nació del propio puño de Hércules
Cuenta la tradición que la cueva de Salamanca nació del propio puño de HérculesAgencia EFE

Entre las muchas leyendas subterráneas de la geografía mítica de España, hay varias que nos hacen recorrer ciertos lugares marcados por la leyenda a través de entramados de túneles, criptas y grutas secretas. Si es muy conocido el caso de Toledo, una de las ciudades con más vidas y leyendas subterráneas que hacen referencia a sus muchos pasadizos, otro de los enclaves más recordados es Salamanca. La gran ciudad castellana de las ciencias, las letras y las artes –como en el caso de Toledo– se convirtió muy pronto, para cierta mitología literaria hispánica, en la sede de las artes mágicas, la brujería y todo el esoterismo. «Lo que natura non da, Salamanca non presta», reza el adagio que deriva de su posición por excelencia como sede de la enseñanza de todo tipo de saberes. Pero la «Salamanca» que se extiende por el español de América, contaminado con salamandras y salamanquesas, animales con tradición fantástica, ha cobrado una acepción cavernosa que remite sin duda a este ambiente de magia, esoterismo y aquelarre. Y es que la ciudad y la Universidad de los saberes estuvieron muy pronto vinculadas en el imaginario colectivo; pero más allá de las aulas y de los claustros, de los cánones, leyes, gramáticas y teologías varias que allí se enseñaban y que conferían los títulos del saber oficial, también hubo otra Salamanca, una alternativa, subterránea, esotérica y mistérica poblada de magos, demonios y espectros ultramundanos: no hay más que recorrer la literatura para hallar faustos hispánicos en la piel de bachilleres temerarios que se meten a aprendices de brujo y tontean con poderes demoníacos, con invocaciones al más allá y desafíos a la naturaleza. Es lo que siempre tuvo el saber: una cierta aura legendaria de transgresión y peligro, entre mitos como el de Don Juan, Fausto o Prometeo-Frankenstein.

De dios pagano a Satanás

Si en Toledo se hablaba de la cueva de Hércules, no podemos dejar de evocar en esta geografía mágica la historia de la cueva de Salamanca. Recordemos que el mundo de las grutas subterráneas siempre ha estado dotado de un irresistible encanto y una fascinación que nos habla del descenso o «catábasis» a la caverna como el movimiento clave para conocer los arcanos de los orígenes y de los finales de la humanidad. En este caso, la cueva de Salamanca es una leyenda que hace también referencia a un lugar de poder donde tenía sede una escuela mágica, y a veces demoníaca, en la que se podía aprender la sabiduría arcana y esotérica que, según alguna tradición, enseñaba el legendario Hércules o acaso un demonio con su forma. La leyenda se difundió por toda Europa, como recoge en el siglo XV el mitólogo francés Raoul Lefèvre, que actualiza para su época las figuras del ciclo de Troya y de los argonautas.

Según la tradición, la cueva fue edificada por Hércules, mítico fundador de todas las Españas, de Gibraltar a Galicia, pasando por la Universidad de Salamanca, quien habría hecho un agujero en la tierra con su puño para fundar allí una especie de depósito subterráneo de sus saberes mágicos. Luego transmitidos de generación en generación por este semidiós pagano, aunque la leyenda después lo transformó en un demonio, quizá Asmodeo, o directamente en el propio Satanás. Según la versión de la leyenda que hace al Diablo maestro de ceremonias y gran catedrático de magia de aquel lugar, el maligno elegía a siete estudiantes que tenían que pasar otros siete años en ese aprendizaje. El más famoso sin duda fue el inefable Marqués de Villena, Enrique de Aragón, que tuvo que pagar un siniestro peaje para escapar del Diablo y acabó por perder su sombra en el conocido motivo fáustico de la venta del alma a este. Las leyendas en torno a dicho personaje son únicas y siempre fascinantes. Y también los relatos fabulosos sobre los diversos magos que estudiaron en la cueva, que la tradición localiza en la cripta de la antigua Iglesia de San Cebrián, derribada hace siglos, en el viejo contorno de las murallas de la ciudad. Pero el motivo del «estudiante de Salamanca», que se introduce en la cueva para aprender las artes mágicas y transgrede lo establecido más allá de lo que debería aprender en la universidad de la superficie e incurre en brujerías, está muy arraigada en el imaginario colectivo y ha sido tratada por diversos escritores. Así, dice Cervantes en el entretenido entremés «La cueva de Salamanca»: «La Cueva de Salamanca. / En ella estudian los ricos / y los que no tienen blanca, / y sale entera y rolliza / la memoria que está manca. / Siéntanse los que allí enseñan / de alquitrán en una banca, / porque estas bombas encierra / la Cueva de Salamanca. / En ella se hacen discretos / los moros de la Palanca; / y el estudiante más burdo / ciencias de su pecho arranca. / A los que estudian en ella, / ninguna cosa les manca; / viva, pues, siglos eternos / la Cueva de Salamanca».