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Geografía mítica

Gerona, tierra de mitos

La capital de la provincia se sustenta por una mezcla de mitos bíblicos y griegos, que tienen continuidad en leyendas medievales como las de Carlomagno, la judería y hasta guaridas de dragones

Una imagen de la judería de Gerona
Una imagen de la judería de GeronaLA Razón

La antigua Gerona, con sus calles medievales y tortuosas, sus ríos, su catedral y su judería, será una de las paradas obligatorias en cualquier atlas mítico que quisiera surcar la península. Comparten sus leyendas los varios estratos de las historias esenciales de una crónica mítica de España, desde los patriarcas bíblicos a los héroes griegos y de allí a los romanos, los recuentos hagiográficos, las gestas medievales de carolingios, musulmanes y judíos, para más adelante hasta llegar el siglo XIX con la invasión de Napoleón. En el principio está la simbiosis de Túbal y Heracles, fundadores bíblico y griego de España. No es raro que en Girona luchen por la ciudad, como Atenea y Poseidón para Atenas, para ver quien la funda. Pero antes está, por supuesto, el remedo de un episodio bíblico en la creación del lago de Banyoles, con la salvación del pastor Morgat: él es el justo que recibe esta vez el aviso de una voz sobrenatural que le salvó de la inundación. Tras derrotar a Túbal, descendiente de Noé, se dice que fue nada menos que Gerión, el rey de tres cuerpos con sus múltiples rebaños, que fue vencido por Hércules en Andalucía, quien funda su ciudad epónima, Gerona. Hay gigantes relacionados con su fundación, y un amor desventurado, el de la ninfa Pirene (origen de los Pirineos), amante de Hércules en sus trabajos. Un sincretismo interesante de leyendas bíblicas y clásicas.

Otro fundador mítico de la ciudad sería, aparte de Gerión, el emperador Carlomagno, lo que da idea de la fascinación medieval con este personaje. Devenido gigante legendario, Carlomagno dio un golpe con su espada y partió en dos las montañas de Sant Julià de Ramis, abriendo de esa manera el Congost y creando la orografía del lugar. Girona se puede recorrer siguiendo sus huellas míticas: la Torre de Carlomagno, antiguo campanario de la parte románica de la catedral, la Silla de Carlomagno, sobre la que se sientan las pareja que se quieren casar (pero ay de quien se siente solo), etc. Aunque a Gerión y a Carlomagno les supera San Narciso, como veremos.

De criaturas fantásticas sabe mucho Gerona. Bajo la catedral precisamente, y sus diversos estratos, parece que estaba la guarida de un dragón, un lugar de poder que supieron hallar los gremios místicos de sus iniciados constructores medievales. Otro animal mítico es la leona de la columna situada hoy en la plazoleta que hay frente a la iglesia de Sant Feliu, en la confluencia con la calle Calderers, a la que todo buen ciudadano ha de besar las posaderas. Cuenta la tradición que recuerda una vieja columna románica que señalaba una posada medieval (luego se extendió la costumbre de ponerse de puntillas para darle ese ósculo de vasallaje). No solo hay animales fantásticos –como el lobo del casco antiguo en la calle del Rey Martín el Humano– sino también criaturas extrañas como el vampiro de la Rambla o los fantasmas de la judería, con recuerdos de sus tristes historias de persecución (hay incluso sirenas en la comarca). Mención aparte merece la extraña Cocollona, entre cocodrilo y mariposa (papallona), supuestamente una monja que se deshizo en lágrimas y acabó en el río Onyar: experimentó esa rara metamorfosis tras ser encerrada por sus compañeras a las que reprochaba sus demasiado frecuentes pecados.

Capítulo aparte merecen las leyendas del patrón de la ciudad, san Narciso, martirizado en la Gran Persecución de Diocleciano y que tuvo tiempo de recorrer Europa y convertir a la pecadora Afra (a la que se venera también en la región). Son famosas sus moscas, que conjuraron el sitio de Gerona en 1285 por el rey francés Felipe III: las moscas se vengaron de

los franceses que profanaron el sepulcro del Santo, saliendo de su tumba y atacando a los soldados en la calle de las Moscas, que conmemora esta defensa. Al santo no le gusta, por cierto, que se trabaje en su festividad, y hay leyendas sobre panaderos o molineros que vieron sus panes rojos de sangre o serrín en lugar de harina si lo intentaban (por eso, se cuenta que Pío IX instituyó su festividad como de obligada observancia). San Narciso, santo curador por excelencia, librará a la ciudad del malvado Bernat, un francés Bernat que envenenaba sus aguas. Y de las crecidas de los ríos de la ciudad solían librarla sus manzanas, que provenían de una propiedad que una cofradía del santo tenía cerca de Banyoles.

Hablando de esos ríos, merece la pena recordar que los puentes que los cruzan tienen también una mitología y que, siguiendo un mitema muy difundido desde el País Vasco y el Norte de Castilla hasta toda Cataluña, son levantados como desafío por el malvado Satán en caza de almas. El Puente Mayor se levanta en una noche en respuesta a la desafortunada invocación de una joven que habría dado su alma por reunirse con su amado, pero que luego acabará salvada. Y el llamado Puente del Demonio recuerda la historia de un maestro Guillem, un “alter Faustus”, que pagó caro su desafío con una larga temporada en el infierno.

Es importante recordar que estas leyendas del folclor siguen muy vivas en las calles y plazas de la ciudad y en muchos lugares de su comarca gracias a las fiestas y tradiciones, como la del Tarlà o Xatò, una suerte de arlequín de las fiestas primaverales que recuerda a un amable bufón que entretuvo a los más pequeños en los momentos más duros de una de las pestes que asoló la ciudad. En fin, un recorrido por la historia y el paisaje de Gerona debe incluir por fuerza un paseo por sus leyendas que han sido muy bien recopiladas por estupendas publicaciones como las “42 historias mágicas” de la Fundació60, de la mano de Nuri Ros y de Gerard Roca.