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Una historia de patriotismo local romano

Una investigación saca a la luz un peculiar caso de evergetismo en Lepti Minus, donde varias estatuas e inscripciones dejan entrever apasionantes historias perdidas en el tiempo
Dibujo de una inscripción que rinde homenaje a Octavio
Dibujo de una inscripción que rinde homenaje a OctavioUniversity of Cambridge
La Razón

Madrid Creada:

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Sin duda, «Gladiator» de Ridley Scott es la mejor muestra de «peplum» de los tiempos recientes. Aunque desde un plano histórico deje que desear, es una película emocionante por su trama y el desarrollo de un memorable Máximo Décimo Meridio interpretado por Russell Crowe. Éste, al inicio de la película, antes de la batalla contra los germanos, arenga a sus tropas con un emocionante discurso donde enfatiza que: «Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad». Tales palabras pueden extrapolarse a una tradición muy romana que ligaba las acciones del presente con el recuerdo posterior. Me refiero al evergetismo, es decir, a la donación por los más ricos de dinero, bienes o al sufragio de obras públicas para el beneficio de una comunidad que, con sus debidas diferencias, fue continuado con el concepto de munificencia cristiana. Respondía a diversas motivaciones, desde querer congraciarse con una comunidad, la promoción personal y el deseo de ser recordado. Por su parte, un Plutarco con bastante mala intención, dijo que «la mayoría de la gente cree que privarse de la oportunidad de desplegar su riqueza es privarse de su misma riqueza».
Conocemos innumerables ejemplos de evergetismo. Desde banquetes a entretenimientos pasando por infraestructuras como acueductos, termas, palestras, bibliotecas, murallas o templos. Con respecto a los espacios públicos, recordemos su importancia en la vida urbana romana puesto que buena parte de la sociedad pasaba la mayor parte del tiempo fuera del hogar. Un ejemplo notable del siglo II a.C. es el de Lucio Betilieno Varo, quien se gastó una fortuna en la ciudad cercana a Roma de Aletrium. Sufragó un acueducto de más de diez kilómetros, un embalse y las cañerías para el abastecimiento del agua, una piscina, las aceras de todas las calles, un paseo porticado, un sundial, el mercado, un campo de juego etc. En correspondencia, el senado romano le concedió nuevamente el cargo de censor, libró a su hijo del servicio militar mientras en Aletrium se le erigió una estatua en su recuerdo y el título honorífico de censorino.
Sobre un caso similar versa «L’amphithéâtre de Lepti Minus: un acte de munificence locale», de Lotfi Naddari y Najib Ben Lazreg, investigadores de la Universidad y el Instituto Nacional de Patrimonio de Túnez, recientemente publicado en el «Journal of Roman Archaeology» de Cambridge. Trata un peculiar caso de evergetismo en Lepti Minus, la actual Lamta (Túnez) descubierto merced al reciente hallazgo de una inscripción de fines del s. II o comienzos del III d.C. Es una pequeña ciudad portuaria de la antigua provincia de Bizacena emplazada a menos de 200 kilómetros de Cartago que, tanto en la antigüedad como hoy, basa su economía en el cultivo de olivo.
Es la base de una estatua perdida en donde «el pueblo leptitano» homenajea a Lucio Octavio Félix, y adicionalmente a su hermano Marco Octavio Juliano, como patrón de la ciudad por, además de otras contribuciones, haber sufragado la construcción de su bolsillo de un anfiteatro que, curiosamente, apenas oculto actualmente bajo un mar de olivos centenarios se puede observar sin problemas utilizando Google Earth.
Esta interesantísima inscripción en conjunción con otras de la misma localidad deja entrever apasionantes historias perdidas en el tiempo. Así, no es el único Octavio conocido por la epigrafía. A un anterior Octavio Catulino la iuventus local le rindió homenaje tras haber ejercido de edil, cuestor, prefecto jurisdiccional y sacerdote mientras que hace poco se descubrió la base de otra estatua a un Lucio Octavio Fortunato que ejerció como sacerdote augustal y dumviro. Esta concurrencia les lleva a los autores a sostener que los Octavio ejercieron la preeminencia social junto a otra dinastía local también constatada, los Emilios, descendiendo ambos clanes del «conventus civium romanorum» original, es decir, de los migrantes italianos llegados antes de que la ciudad fuera promocionada jurídicamente por Trajano.
Si bien los otros Octavios ejercieron cargos locales, a Lucio Octavio Félix se le hizo pequeña Leptis Minus y se enroló en el ejército. Ahí encontramos una conexión con Hispania puesto que, según el epígrafe, llegó a servir en la Legio VII Gémina como primipilo, el centurión de la primera centuria y portaestandarte de la legión, y como prefecto de campamento, representando ambos cargos la culminación de la carrera de todo soldado raso y que, además, concedía el ingreso en el orden ecuestre. Esos honores traslucen una carrera militar apasionante que se ha perdido en el tiempo y un deseo de hacerse a sí mismo pero que, como dicen los autores, «guardó y mantuvo relaciones muy estrechas con su país de origen, tanto durante su servicio como a su retirada». Así lo demuestra ese anfiteatro y el sincero reconocimiento de sus conciudadanos ante sus muestras de patriotismo local.