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Pablo de Lora y su visita a un abuelo en Paracuellos: «Habría que derogar todas las leyes de memoria»

El autor publica «Recordar es político (y jurídico)», donde evoca la muerte de su abuelo y la poca ecuanimidad que existe entre los muertos de un bando y de otro
Imagen tomada en 1947 de familiares de las víctimas en el camposanto de Paracuelloslarazon

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¿Quién no tiene un abuelo, al menos uno, involucrado en algún episodio de la Guerra Civil? La mayoría de los caídos perdió la vida en la contienda, pero otros fueron asesinados. La posguerra fue un tiempo de represión, aunque también de silencio, de mirar hacia delante, de sobrevivir y asumir la dolorosa realidad. Los políticos de la Transición optaron por la solución inteligente de echar al olvido los crímenes de todos. Eso permitió, no sin episodios violentos, un gran consenso sobre la reconciliación y la libertad, que culminó en la Constitución de 1978. Décadas después, cuando ya nadie se acordaba del conflicto, el PSOE de Zapatero sacó el fantasma de la Guerra Civil para arrinconar a la derecha en su proyecto de apropiación del régimen, y perpetró la Ley de Memoria Histórica, que ahora Sánchez ha culminado con la de Memoria Democrática.
Pablo de Lora, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid, ha estudiado este fenómeno en el libro «Recordar es político (y jurídico). Una desmemoria democrática» (Alianza Editorial, 2024). La historia es real. Su abuelo Cecilio fue denunciado por el portero de la finca, en la calle Lope de Rueda, número 25, en Madrid. Pedro Corral estudió precisamente el papel delator y funesto de los porteros madrileños, impulsados a señalar a «fascistas» o morir. Poco después Cecilio de Lora fue asesinado en Paracuellos por «reaccionario» y esto, lógicamente, marcó la vida de los suyos. En la primera parte del libro el autor combina la reconstrucción de la historia familiar a partir de sus papeles y de las cartas donde vertieron miedos, huidas y reencuentros, con recuerdos propios de su juventud en los años 80 y 90, a modo de testigo generacional. En la segunda parte, De Lora descubre el memorialismo del siglo XXI como un proceso poco inteligente y cainita que, lejos de forjar una sociedad más madura y libre, ha creado agravios en una generación de nietos izquierdistas que no busca conciliación, sino venganza.
Ha tratado el asesinato como experiencia familiar y viaje interior. ¿Ha roto un silencio en su familia?
En algún sentido creo que así ha sido, un silencio no tanto sobre el hecho en sí, sino sobre algunas particularidades y circunstancias de esa ejecución, cosas que en su día no se pudieron saber y yo me he afanado en descubrir o aclarar hasta donde me ha sido posible. Pero siguen existiendo incógnitas que me azuzan, las relativas a la salida de mi abuela con mi padre y sus cuatro hermanos en septiembre del 37.
¿Las cartas han cambiado su modo de ver la Guerra Civil española o al bando republicano?
En realidad no, o muy ligeramente. Tenía ya una opinión mucho más matizada o sofisticada del maniqueísmo que acostumbré a manejar hasta bien avanzada mi juventud y primera madurez.
¿Debería el PCE pedir perdón por Paracuellos?
Yo creo que alguno de quienes fueron responsables o muy protagonistas, Santiago Carrillo señaladamente, perdió más de una ocasión de hacerlo en su momento. Hasta el final no cejó en considerar que de algún modo aquellos fusilamientos terribles obedecían a causas justas de guerra, y el hecho cierto es que no fue así. El perdón mutuo fue el preciado fruto de la transición, y lo que es hoy imperdonable es que eso se olvide por razones de estrategia política.
¿Considera que aún se desprecia a las personas represaliadas por los republicanos cuyos restos están todavía en cunetas?
Las evidencias que hay en torno a eso, la aparición, por ejemplo, de muertos en combate que aparecen en una fosa y, como no son del bando republicano, entonces la fosa deja de interesar y se vuelve a cerrar, o cuando solo se recogen los restos que sí interesan, muestran esa asimetría que dice muy poco del espíritu de quienes están, legítimamente, tratando de que los vencidos puedan localizar y enterrar bien a sus muertos.
¿Hay diferencia entre la memoria de los que vivieron la Guerra Civil española de la que tienen sus nietos?
Sí, los nietos de los vencidos han tratado de conformar una memoria vengativa en muchos casos, no tanto de la derrota en la Guerra Civil, cuanto de lo que ellos consideran fue una componenda tras la muerte de Franco. Y enfrente no han tenido respuesta suficiente de los otros nietos, yo por ejemplo, que trato en este libro, a la estela de muchos otros que lo han hecho mucho mejor que yo (historiadores como Tusell o Juliá), de reivindicar el legado de la Transición, la ley de amnistía y la Constitución.
¿Por qué no se ha superado el drama de la Guerra Civil?
Esta es una pregunta difícil. Es más para un experto en psicología social. Todo lo que puedo hacer es ensayar alguna que otra conjetura. Creo que este drama estaba en buena medida superado a mediados de los 90, pero un sector de la «intelligentsia» del PSOE con Zapatero a la cabeza y la izquierda en general vieron una oportunidad política de reenganche.
Dice que este PSOE está destruyendo el hecho fundacional de nuestra democracia, que es la Transición y su resultado, la Constitución. ¿No lo ven sus votantes o les da igual?
Muchos de sus votantes no ven eso ni muchas otras cosas, y las razones cruzan un arco que va desde la profesión en una religión política, hasta el convencimiento de que enfrente está el peor de los mundos posibles, pasando por los intereses más espurios.
Pablo de Lora, escritor y profesor
Pablo de Lora, escritor y profesorLa RazónLa Razón
¿Derogar la ley de memoria democrática o ampliarla como hace la ley de concordia?
Yo creo que habría que derogar todas las leyes de memoria e instar a adoptar medidas en el orden ejecutivo o administrativo para, en la medida de lo posible, localizar fosas, exhumar y dignificar enterramientos. Y provocar una profunda revisión de los monumentos y señalética pública, no con afán de revanchismo, ni mucho menos de exaltación – en muchos casos sería indecente– sino de tener presente que somos también, como sociedad política, el producto de aquello, de aquel cainismo.
¿La amnistía del 77 y la de Sánchez son dos leyes para «echar al olvido» el pasado «sucio»? ¿Hay diferencia?
Todas las diferencias del mundo. La primera, adoptada por una abrumadora mayoría de los representantes, es la amnistía reconciliatoria, posibilitadora de la instauración de un régimen democrático, de libertades, un Estado constitucional donde impera la ley. La segunda es el mayor acto de corrupción política de la democracia. Una indecencia que mina las bases de la igualdad entre los españoles y el Estado de Derecho.
En su tarea de investigación, Pablo de Lora visitó el cementerio de Paracuellos acompañado por Consuelo Martínez-Sicluna, profesora de Filosofía del Derecho en la UCM, que tiene a dos abuelos y dos tíos enterrados allí. El recorrido por el camposanto impresionó a De Lora. Encontró tumbas cuidadas, y otras conquistadas por la herrumbre y el abandono. «Por ahí andará lo que apenas quede de mi abuelo –escribe Pablo–, en el sector correspondiente al 28 de noviembre», día de su ejecución. Cecilio no tiene lápida, al igual que otros. Paracuellos resulta una verdad incómoda, en palabras de Julius Ruiz, como los asesinados en Torrejón de Ardoz y en otros sitios. Esos cadáveres siguen sin dignificar aunque pertenecieran al bando vencedor en 1939, y echados ahora al olvido por la «memoria democrática».