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Citas memorables

“Somos lo que hacemos repetidamente; la excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito”: La reflexión de Aristóteles que sigue vigente hoy

La excelencia no se mide por lo que hacemos una vez, sino por lo que hacemos siempre

“Somos lo que hacemos repetidamente; la excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito”: La reflexión de Aristóteles que sigue vigente hoy ArchivoArchivo

Hay frases que se recogen para la eternidad y esta atribuida a Aristóteles condensa una de las ideas más influyentes de la filosofía clásica.

La virtud y la excelencia no dependen de un momento puntual de brillantez, sino de la constancia en nuestras acciones cotidianas. Con ella, el pensador griego no se refiere a un éxito aislado ni a un golpe de suerte, sino al carácter como resultado de lo que hacemos día tras día.

El contexto de la ética aristotélica

Aristóteles (384-322 a.C.), discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno, dedicó buena parte de su obra a reflexionar sobre la ética y la vida buena. Para él, el fin último del ser humano era alcanzar la eudaimonía, un estado de plenitud que se lograba no a través del placer efímero ni de la riqueza, sino cultivando virtudes.

Estas virtudes, según explicaba en su "Ética a Nicómaco", no eran cualidades innatas, sino disposiciones que se adquirían mediante la práctica constante.

Cuando afirma que "la excelencia es un hábito", Aristóteles señala que el comportamiento virtuoso no surge de manera espontánea, se entrena como un músculo.

Igual que un atleta no se convierte en campeón por un solo partido, el ser humano no alcanza la excelencia moral o intelectual por una acción aislada, sino repitiendo una conducta hasta hacerla parte de su carácter.

El hábito como construcción del carácter

La metáfora del hábito en Aristóteles va más allá de la mera costumbre. Para él, el hábito moldea quiénes somos. Actuar con justicia, prudencia o generosidad en una sola ocasión no basta para considerarnos personas justas, prudentes o generosas.

Busto que representa al filósofo Aristóteleslarazon

Lo que determina nuestro carácter es la reiteración de esas conductas hasta que se convierten en una segunda naturaleza.

Este planteamiento rompe con la idea de que la excelencia es un don reservado a unos pocos. Aristóteles defiende que cualquier persona puede alcanzarla, siempre que cultive con disciplina y coherencia los valores adecuados. La clave no está en el talento innato, sino en laconstancia del esfuerzo.

Vigencia en el presente

Más de dos mil años después, la enseñanza de Aristóteles sigue teniendo una fuerza enorme. En un mundo donde se celebra el logro inmediato y la inmediatez parece imponerse, su mensaje recuerda que lo que realmente importa es la disciplina sostenida.

En la educación, en el trabajo, en el deporte o en la vida personal, lo que define a alguien no es un instante de éxito, sino el conjunto de sus hábitos.

De hecho, la psicología contemporánea y las teorías sobre la productividad retoman esta idea, nuestros hábitos configuran nuestro destino. Cada decisión pequeña y repetida contribuye a esculpir quiénes somos y qué alcanzamos.

En esa repetición constante, en la disciplina y la coherencia, se encuentra la verdadera grandeza humana.