Hugo Silva: "La nominación al Goya me llega en un momento perfecto"
El actor, nominado al Goya por "Un amor", se sumerge en el cine de género con "Faro", protagonizada junto a Zoé Arnao
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El primer crédito oficial de Hugo Silva (Madrid, 1977) hay que buscarlo a principios de siglo, un pequeño papel en la "Terca vida" (2000) de Fernando Huertas. Justo después le llegaría su gran oportunidad en la televisión con los más de 250 episodios que firmó en "Al salir de clase" y, sobre todo, su transformación en galán y soñador joven en "Paco y Veva" (2004), en la que convivía con Elena Ballesteros. Más allá de la presencia, la de unos personajes de canalla encantador, era el carisma de Silva lo que sostenía todo. Y ello, por supuesto, alcanzaría su punto álgido apenas un año más tarde en "Los hombres de Paco", serie de Antena 3 con la que alcanzaría la popularidad nacional y que, cuenta, todavía le persigue: "Hay gente que todavía me llama Lucas por la calle. Y lo acepto. Me hace gracia, pero lo acepto", confiesa a LA RAZÓN.
A dos décadas de su irrupción meteórica en el "star-system" español, si es que eso existe, Silva encara una nueva fase en su carrera: una en la que ya no le ofrecen los papeles del jovencito apuesto, pero que, quizá, le valoran más como intérprete. Ese es el caso de "Un amor", película de Isabel Coixet por la que está nominado al Goya como Mejor Actor de Reparto, y ese es el caso también de "Faro", de Ángeles Hernández, en la que ejerce de abnegado padre de la joven Zoé Arnao. Entre un papel y otro, ambos hombres barbudos que se refugian en lo rural para no tener que pensar demasiado en su recorrido vital, Silva se ha reconvertido en actor de pausas, de miradas menos incandescentes y, sobre todo, de brío, de adrenalina para mover la trama. Sin perder un ápice de la galantería, pero con la lección de la fama rápida aprendida, el actor está, probablemente, en el mejor momento de su carrera.
PREGUNTA. -¿Cómo se lleva con el cine de género, como actor y como espectador?
RESPUESTA. -Como espectador me gusta mucho, pero como actor es algo mucho más técnico. Necesita más planos y es más laborioso, pero en este caso concreto ha sido muy divertido y el rodaje ha sido muy bonito. Además, en esta historia en concreto había un trasfondo y un marco dramático en el que se hablaba sobre la familia, la pérdida y el duelo. Y sobre cómo se reestructura la familia, después de una pérdida. Cuanta más profundidad tenga una historia, más fácil es para trabajarla como actor.
-¿Le llegan más papeles de padre? ¿Cómo se lleva con esa faceta?
-Muy bien, la verdad, porque el personaje me gustó mucho ya en el guion. Sobre todo por cómo se exploraba esa distancia que tenía con su hija adolescente. Con Zoé (Arnao) el trabajo ha sido muy natural, muy fácil. Ella es un talento increíble, y la química ha fluido de forma muy natural, nada intelectual. Desde el principio hemos sido padre e hija (ríe).
-¿Qué le atrae de un proyecto así, a priori más pequeño de lo que estamos acostumbrados a verle como espectadores?
-Al final, el trabajo es prácticamente el mismo. La preparación y el compromiso no van de la mano del presupuesto, porque lo que más me interesa del personaje es que esté ubicado de manera coherente en la historia. Y esa historia me tiene que decir algo para considerar un guion.
-La película bucea en temas universales, como el duelo, pero hay también ahí resonancias más contemporáneas, como la de la salud mental de los jóvenes...
-El género permite, al menos en este proyecto, ahondar en el terror psicológico. Y no es tanto una cuestión de visibilizar la salud mental, que por supuesto es algo necesario, sino que se trata de conectar con los miedos interiores. Pienso en "Babadook", pienso en "La maldición de Hill House". El miedo ahí está dentro de las personas, de las percepciones. Ese es el miedo que funciona conmigo. No quiero sustos, quiero escalofríos. Quiero que los puntos de referencia de la realidad vayan cambiando durante la película. Esa fue la conversación que tuve con Ángeles Hernández, la de entender que la película iba a funcionar como algo más intelectual que físico.
-Estamos inmersos ya en la temporada de premios. ¿Se veía con posibilidades, con nominaciones a los Feroz o al Goya, cuando Isabel Coixet le llamó para "Un amor"?
-No, no, sinceramente. Y, recuerdo que rodando, Isabel (Coixet) me dijo que me iban a nominar. Le dije: "Venga, hombre, no jodamos". Porque no pensaba en ello en absoluto. Después de la nominación al Feroz ya entendí, de verdad, que había gustado. Pero es algo que me pone muy nervioso. Es inevitable hacer recuento, mirar atrás, pensar en lo bien que se ha portado esta profesión conmigo. Pienso en los compañeros y compañeras que tanto me han enseñado. Lo que más siento ahora mismo es gratitud.
-¿Lo siente también como refrendo a lo que lleva haciendo estos últimos años?
-No lo sé, sí sé que siento gratitud y que la nominación al Goya me llega en un momento perfecto. Me siento un privilegiado. He tenido una carrera sólida, incluso con algunos éxitos, y no me puedo quejar de nada.
-De lejos, su elección para "Un amor" es una de las más arriesgadas de la película...
-Nos conocimos hace muchísimos años, era la fiesta del fin de rodaje de "Que se mueran los feos". Y nos conocimos de casualidad, porque ella estaba alojada en el mismo hotel donde estábamos los actores, con Javier Cámara y Kira Miró. Era un pueblo muy pequeñito y no había hoteles, fue todo una casualidad. Así que imagínate, porque ella dice que me siguió la pista y que me veía en el personaje todo el rato.
-¿Leyó la novela de Sara Mesa? ¿Qué le parecen los cambios?
-Quizá no sea tan canalla, en el guion se ha potenciado. Isabel (Coixet) ha hecho un personaje un poco más oscuro, pero la esencia es la misma. Es ese tipo de gente pasivo-agresiva, narcisista pero lo suficientemente inteligente como para aprenderse un discurso. Es una fachada continua. Es una dinámica que, creo, las mujeres sufren continuamente, a manos de hombres que a veces lo hacen incluso de manera inconsciente. La naturaleza del personaje la entendí de inmediato, porque hay miles de tíos como ese entre nosotros. Lo que sí hice fue ponerle mala leche (ríe).
"Me gustaría empezar a contar mis propias historias. Ponerme a dirigir, llegado el momento".Hugo Silva
-¿Se ha encontrado más canallas como el de "Un amor" o más inútiles como el de "Faro"?
-Hay de todo, pero me gusta pensar que la gente siempre lo hace todo lo mejor que puede. Creo que, generalizando, estamos en una sociedad más "Un amor" que "Faro". Más egocéntrica, más individualista y auto-realizada. Casi todo el mundo se mira solo el ombligo.
-¿Qué le aportaría el Goya a Hugo Silva?
-Bueno, todavía no me lo han dado, o sea que no lo sé. Pero la nominación me hace muchísima ilusión, porque hay algo que a mí me pasa a nivel privado y personal, que es lo del agradecimiento que he dicho antes. Lo de darle las gracias a todos los que han creído en mí en algún momento.
-¿Buscará otro tipo de papeles, ya con la nominación al Goya en mano?
-Solo sé que no sé nada. Lo que venga, bien recibido será. Por suerte o por desgracia, los personajes que me están llegando tienen más contradicciones y defectos. Son también más divertidos.
-Alguna vez ha hablado de la fama, de cómo la manejó de manera súbita. Pero, por lo que sea, es uno de los pocos actores relevantes que tiene la cuenta de X/Twitter todavía abierta...
-Es gracioso, porque al principio solo me la hice para que nadie me robara el nombre. Lo mismo con el Facebook, porque no quería que dijeran cosas en mi nombre. Estoy bastante desencantado, eso sí. En Twitter muy poca gente da la cara, y quien lo hace se la parten. Lo anónimo da pie a las barbaridades, así que intento usar las redes de una manera más aséptica.
-¿Qué le pediría entonces al futuro?
-Me están llegando muy buenos proyectos, pero me gustaría empezar a contar mis propias historias. Ponerme a dirigir, llegado el momento.