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Jaime Chávarri: "Yo no soy un autor, soy un artesano"

Uno de los grandes maestros del cine español regresa con «La manzana de oro», su primera película en casi dos décadas y una adaptación de una novela de Fernando Aramburu con Marta Nieto y Sergi López como corales protagonistas
El director Jaime Chávarri regresa al cine con "La manzana de oro"
El director Jaime Chávarri regresa al cine con "La manzana de oro"Jesús G. FeriaLa Razón
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  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

Madrid Creada:

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Hasta tres tomas son necesarias, por las interrupciones casuales y el anecdotario propio de una mañana en la capital, para sentarse junto a Jaime Chávarri (Madrid, 1943) en el sofá de su casa. Cientos de películas y series, perfectamente ordenadas en las paredes, nos contemplan. Hay que encender el neón, «que me lo piden siempre para las fotos». El cineasta, al que el término director se le queda corto por mero empeño en deslizarse también por la escritura de guiones, la dirección de arte y hasta la interpretación, regresa con «La manzana de oro», su primer largometraje desde 2005 y adaptación libre de la novela «Ávidas pretensiones» (Seix Barral), de Fernando Aramburu. Protagonizada por Marta Nieto, rodeada aquí de un elenco coral al más puro estilo del director de «Las cosas del querer» (1989), la película se recrea en las pasiones, desvaríos y esperpentos varios que un grupo de poetas (ahí están Sergi López, Adrián Lastra, Vicky Peña o Joaquín Climent) escribe al hospedarse en un pazo, lejos del mundanal ruido.
«El productor y yo teníamos claro que queríamos hacer una comedia, no una película de risa. Son dos cosas muy distintas», explica el realizador, consciente del extraño tono de «La manzana de oro», a veces olvidándose de tomarse en a sí misma y a veces conectando con una comedia de situación de la que, quizá, Chávarri sea el último maestro vivo. La película, conscientemente barroca en su uso expresivo de la palabra, a veces se pierde y a veces se encuentra en su propia lírica, como dejándose llevar por la melancolía propia de la senectud. ¿Es rodar como montar en bicicleta? «Llevo muy bien los rodajes, modestia aparte. Sé que nadie me ha tenido nunca miedo. Nunca he tenido problemas ni de falta de respeto ni de exceso del mismo. Llevaba 20 años sin rodar, pero el proceso es el mismo», explica sobre volver a ponerse tras la cámara a 18 años de la exitosa «Camarón». Y sigue: «La tecnología es otra, claro, pero es como cuando dejamos de usar la máquina de escribir. Las letras, en el teclado, seguían estando en el mismo sitio», completa.
Chávarri, atendiendo a LA RAZÓN en su domicilio madrileño
Chávarri, atendiendo a LA RAZÓN en su domicilio madrileñoJESÚS G. FERIA
Más allá de la experiencia propia del responsable de «Las bicicletas son para el verano» (1984), lo cierto es que el cine del que se apartó («Solo ruedo encargos, porque yo no soy un autor o un creador, soy un artesano. Puede que tenga poca autoestima», explica solemne) para seguir dando clases como un verdadero apasionado de la transmisión de conocimientos cinéfilos, es completamente distinto al contemporáneo. «(Mi forma de entender el cine) de horizontal no tiene nada. Aquí el que manda siempre es el productor, porque decide en qué vas a trabajar y, sobre todo, en qué condiciones vas a trabajar. Los demás hacemos lo que podemos», añade jocoso pero autoconsciente.
Miembro destacado, quizá el más políticamente «mainstream» pero no por ello menos comprometido, de una no-generación histórica del cine español, surgida de la Escuela Oficial de Cine y junto a otros ilustres como Carlos Saura, Mario Camus, Iván Zulueta, Víctor Erice, Manuel Gutiérrez Aragón o Jesús "Jess" Franco, Chávarri cree que en el cine opera una especie de selección natural: «¿Tendrían futuro esos chavales en el cine de hoy? No lo sé. Pero sí veo el cine de Paco Plaza, que fue alumno mío. O de Ignacio Tatay. No es casualidad que fueran los más listos de clase. De los tontos, por lo que sea, no he vuelto a escuchar. Hay que saber moverse, pero el cine está lleno de casos particulares», explica Chávarri antes de centrarse en las diferencias de década en década: «Cuando yo trabajaba más, en los setenta y los ochenta, el productor existía. Y era alguien que iba a hacer una película con o sin el apoyo de RTVE. Eso desapareció. La gente dejó de ir al cine. Todavía hay fieles a las salas, pero todo se ha segmentado mucho. Cuando yo era pequeño, en el mismo cine de la Gran Vía se estrenaba "Las minas del rey Salomón", que es la que íbamos a ver los niños, y la última película de Ingmar Bergman. Eso ya es difícil que ocurra. El mismo productor que estaba detrás de Lola Flores, estaba detrás de Juan Antonio Bardem. Ver el cine como industria y arte a la vez se ha perdido», lamenta.

Una polémica evitable

Si bien "La manzana de oro" se estrena por fin esta semana en cines, la película lleva más de un año lista. De hecho, iba a formar parte de la Sección Oficial de la Semana Internacional de Cine (Seminci) de Valladolid. ¿Qué ocurrió? Una proyección previa en Ourense hacía que el filme no cumpliera con el reglamento del certamen y finalmente no se pudo ver en la tierra de Delibes. Un año y un cruce de declaraciones después, el director aclara el asunto: "Ir a concurso en Valladolid me parecía un disparate. Con ir a mostrar la película, me hubiera dado por satisfecho. Mi primer premio lo gané en Valladolid, mi primera película fue allí. Tengo un recuerdo maravilloso. Pero también recuerdo que el primer libro que se escribió sobre mí fue allí, y salió censurado de arriba a abajo cuando Franco llevaba 20 años muerto. Eso también. Hubiera ido encantado, pero todo se desarrolló con una torpeza evitable", explica sincero Chávarri.

«No nos expulsaron de la Escuela Oficial de Cine, con el aprobado general nos fuimos nosotros. Mi práctica sobre el asesinato de Sharon Tate lo que generó fue un ambiente de desconfianza sobre la censura. Que quede bien claro», explica meridiano Chávarri. Y sigue, sobre ese espíritu contestatario al que se le asocia siempre para con las postrimerías del franquismo: «Hubo una anécdota muy graciosa, y es que nos infiltraron en la Escuela Oficial de Cine a un chavalito de Falange. Él no tenía ni idea de cine, pero como tenía influencia, conseguía montar rodajes de la leche en Cibeles para unas simples prácticas de la escuela. Este chico, casualidades, se envenenó del cine. Nunca nos llegó a revelar que era un espía, pero estaba claro desde que entró. Pero como se envenenó, su labor no valió para nada. Tampoco creo que hubiera nadie que supusiera el más mínimo peligro», completa.
"En la Escuela Oficial de Cine nos infiltraron a un chavalito de Falange. (...) y se acabó envenenando del cine"Jaime Chávarri
Y es que pese a las aclaraciones de Chávarri, hay quien sigue viendo en «El desencanto» (1976), desgarrador y revelador documental sobre la familia Panero, el mejor fresco de la España que se estaba muriendo y la que quería romperse la camisa negra. Sobre esa película, de nuevo, «de encargo», el director quiere volver a dejar las cosas claras: «Es mentira que hiciéramos la película por la muerte de Franco. Coincidió y le vino bien, pero si alguien la ve hoy en día, no se puede ver desde el mismo punto de vista. La sigo valorando, eso sí, porque se me acercan chavales de veinte años y les gusta. Incluso sin saber todo lo que hay detrás y cincuenta años después. Yo la veo y me aburro», confiesa.
"La manzana de oro" es la primera película de Jaime Chávarri desde "Camarón", de 2005
"La manzana de oro" es la primera película de Jaime Chávarri desde "Camarón", de 2005JESÚS G. FERIAJESÚS G. FERIA
Chávarri, que huye de los calificativos axiomáticos porque «odia» las críticas y las entrevistas («No las leo, pero sí me quedo con el gusto de la conversación. Las críticas siempre me han parecido intercambios injustos», explica) bien podría ser el hombre que siempre estuvo allí: «He hecho una película de actor con Berlanga, he hecho dirección artística con Regueiro y Saura, he trabajado en las comedias de Colomo, estuve en el arte de "El espíritu de la colmena", actor con Almodóvar, hice dos planos de "Arrebato" que me pidió Iván de una Súper 8 en la India... estoy en todas las salsas, pero de una manera casi oculta», enumera divertido, no sin valorar su relación con el otro gran maestro que regresa este año, Víctor Erice: «No puedo decir que sea amigo, porque es una persona muy interior, muy reservada, pero siempre hemos tenido una relación estupenda. Siempre le agradeceré que me hiciera ver la poesía en el cine, no tanto en la película, el montaje final de "El espíritu de la colmena", que también, si no en el rodaje mismo», recuerda, a colación de una melancolía lírica que inunda «La manzana de oro», quién sabe si como despedida epistolar.

¿Rodó la mítica Hammer un guion de Chávarri?

«Todo lo que rodea a la figura de Jess Franco es misterio y elucubración... era un tío encantador». Así comienza el director de «La manzana de oro» a echar luz sobre uno de los grandes misterios sin resolver del cine español. Según el relato oficial, confirmado en la entrevista por Chávarri, él y Antonio Gasset escribieron un guion en el que el relato clásico de Robert Louis Stevenson incluía también una transformación de género. «Dr. Jekyll y Mrs. Hyde», según recuerda el director, se vendió a Jesús «Jess» Franco por «unas 5.000 pesetas a cada uno». Aquel proyecto no salió adelante, al contrario que «Dr. Jekyll y su hermana Hyde», de 1971 y producida por la mítica Hammer británica, hogar del horror de serie B durante décadas. «¿Vendió Jess Franco nuestro guion a la Hammer? Pues francamente no lo sé, pero estaba en su derecho porque lo había pagado. Quizá poco, pero lo pagó», bromea Chávarri.

Reivindicado como uno de los primeros cineastas con personajes feministas en su filmografía por la propia Cecilia Bartolomé (en referencia a "Ginebra en los infiernos", "no sé si es cierto, pero ahí queda la película" explica Chávarri), el director se acerca a su etapa crepuscular con una reflexión atemporal: "Yo nunca he querido hacer cine, yo quería hacer películas. Lo he tenido siempre claro. Empecé en el cine porque quería hacer una película con Marisol, y desgraciadamente no lo he conseguido. Luego, cuando estaba ya en la EOC, me di cuenta de que todas aquellas películas que a mí me gustaban y que no tenían mucho que ver unas con otras, en realidad sí. Todas eran de Howard Hawks. Yo quería ser como Howard Hawks, yo quería hacer películas", sentencia.
«Hubo un momento en el que no me gustaba nada de lo que me ofrecían. ¿Me iba a ir a mi casa a llorar? No, me fui a la ECAM a dar clases», relata Chávarri, orgulloso profesor que también dice no haberse arrepentido de nada en su carrera («Yo sabía que no iba a funcionar, pero quería trabajar con un guion de Azcona», aclara en referencia a la poco exitosa "Gran Slalom", de 1996). Ni siquiera le duele la velocidad de los tiempos, esa que le ha llevado a tener estrenos en la era de la sesión continua y en la de Netflix o, por ejemplo, a sentarse una hora y media con Pablo Iglesias, justo después de la pandemia y antes de que la política en forma de obsolescencia le pasara por encima al ex Vicepresidente: «Me encontré con una persona educadísima que se había preparado la entrevista mejor que nadie hasta ese momento. De todo lo demás, poco puedo y quiero decir», se despide sincero.