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Marta Nieto en "Edén", de Estefanía Cortés, que se estrena este viernes 28 de octubre

La(s) identidad(es) según Marta Nieto

La actriz estrena “Edén”, de Estefanía Cortés, el 28 de octubre, presenta cortometraje propio y ya prepara su debut en el largo, con una historia sobre las infancias trans

Los días en la Seminci de Valladolid son largos. El certamen pucelano, vivo y cercano a las mismas gentes que luego abarrotan las salas, puede ser un pequeño Tourmalet de coloquios y encuentros con la prensa, incluso, si uno ha pisado y tiene la experiencia de la alfombra roja de los Premios Oscar. Aun así, Marta Nieto (Murcia, 1982) se deja invadir en su habitación misma en el mítico Hotel Olid, para responder a absolutamente todo. Que además, es mucho. Lo inmediato pasa por “Edén”, la ópera prima de Estefanía Cortés que presenta en el festival y que lidia con un asunto tan poco grato y tan complicado como la eutanasia, el derecho (o no) a acabar con la vida de uno. Junto a Ramón Barea, Israel Elejalde y la protagonista, Charlotte Vega, Nieto es una peculiar invitada a una última reunión para gente que no desea seguir viviendo.

El encuentro entre los cuatro, además del polvorín argumental del filme que se estrena este mismo viernes 28 de octubre, sirve a Cortés para dibujar desde lo estático una reflexión ajena al panfleto. No es tanto aleccionar en el suicidio como empezar a abrir la interrogación en oraciones inalterables durante décadas. “Una de las cosas más importantes que he aprendido con la película es que el suicidio, muchas veces, tiene más que ver con no querer sufrir más que con no querer vivir. Creo que ahí hay una autonomía a respetar”, explica Nieto. Y sigue: “Un tema puede ser lúgubre, puede lo importante siempre será el enfoque y creo que Estefanía (Cortés) va más allá del cuento moral que podría sugerir la historia”.

Marta Nieto en uno de los coloquios de presentación de "Edén" en la Seminci de Valladolid
Marta Nieto en uno de los coloquios de presentación de "Edén" en la Seminci de ValladolidSEMINCI

Nieto da vida a Lidia, una mujer que esconde sufrimiento en cada gesto, pero cuyos motivos para encontrarse en ese póker de personajes pasan más por lo vivido que por lo sentido: “Un personaje así debe prepararse desde la empatía. Y, al final, estoy un poco empapada de lo que creo que piensa Lidia, porque lo importante es la tolerancia. Hay algo ahí que tiene que ver con la decisión personal sobre cómo quieres vivir y también sobre cómo quieres morir”, matiza la actriz, que reconoce sentirse dubitativa respecto a los nuevos caminos que se han abierto en la distribución, pero que no tienen por qué ser negativos: “Es muy enriquecedor el ecosistema que se está generando de películas interesantes distintas, que encima hacen buena taquilla, como “Alcarràs” o “Cinco lobitos”. Sigue habiendo motivos para la alegría”, añade.

Hechos y realidades

Y así, la protagonista de “Madre” o “Tres”, entra en su faceta como directora. Una carrera que ya ha empezado, de hecho, gracias al cortometraje “Son”, con el que compite en esta misma Seminci y en el que aborda el tema de la identidad de género en la infancia gracias a la historia de una madre (Patricia López Arnaiz) y su hijo en la ficción (al que asignaron el sexo femenino y otro nombre al nacer). Sin miedo, pero consciente del contexto político en el que ve la luz el proyecto, Nieto responde: “Llevo cuatro años documentándome, hablando con familias, sobre esa realidad. Y así dimos forma a los personajes del corto, que son los mismos del futuro largometraje, pero hasta el tono es distinto”, explica la también realizadora, que lleva tres años terminando de escribir el guion de su ópera prima.

Patricia López Arnaiz en "Son", el cortometraje dirigido por Marta Nieto y presentado en la Seminci
Patricia López Arnaiz en "Son", el cortometraje dirigido por Marta Nieto y presentado en la SeminciAVALON / ELÁSTICA

¿Por qué el “jardín”? ¿Por qué debutar con un tema que roza tantas sensibilidades en la actual coyuntura social española? “Esa madre y ese hijo, para mí, ocupan un lugar cercano a la metáfora en mi vida, a mi forma de ver las cosas. El tema de la identidad me atraviesa y me preocupa desde hace mucho tiempo, porque tengo la sensación de que las presiones que atraviesa el universo trans son el extremo de algo que nos atraviesa a todos. Los géneros son muy estancos, sobre cómo tenemos que encajar las mujeres en lo que se supone que es la mujer, lo femenino, por ejemplo. Eso crea unos malestares que nos incumben a todos. Y es desde ese lugar desde donde me acerco a la infancia trans”, explica meridiana y convincente Nieto, que sabe que debe medir cualquier palabra en tiempos de fuego cruzado y hasta amigo: “El proyecto nace con una vocación de profundo respeto y de tolerancia a una realidad que es un hecho. Ese malestar en la infancia de una sociedad entera nos está interpelando a los adultos y es ahí hasta donde yo llego, porque la película tiene muchas ganas de plantear preguntas y de acercarse con una historia pequeña, no de dar ninguna respuesta ni de ofrecer soluciones mágicas a un debate tan complicado. Yo no voy a dar ninguna respuesta de nada, pero sí me nace la pulsión de crear un espacio de respeto y de tolerancia para investigar y explorar el género, y para tener una voluntad de amor propio”, completa.

Una temática a flor de piel

Los cuidados, y también la elección de las palabras de Nieto, obedecen a un argumentario mucho más rico del que podría establecerse desde la maldita primera impresión, pero la lección parece aprendida. Hace unos días, la actriz anunciaba en su cuenta de Instagram el cásting para su nuevo proyecto cinematográfico, financiado en parte por el ICAA estatal y que, al versar sobre las infancias trans y no binarias (las vean ustedes o no, existen) despertó la ira de algunos sectores minoritarios (pero muy ruidosos), que llamaron a la “cancelación” de la actriz. Esa misma “cancelación” que luego critican para con quienes sí comulgan: “El debate actual tiene cosas buenas y cosas muy extremas muy polares. Los avances de los movimientos feministas, por ejemplo, tienen mucho que ver, porque nos han hecho cambiar el punto de vista y mirar el patriarcado como un sistema que tiene mucha capacidad de mejora. ¿Estamos más sensibles? Hay una parte de la sociedad que está dándose cuenta de que tiene que ganar derechos y ganar igualdad, que no está conseguida y hay una parte de la sociedad que no quiere perder ciertos privilegios o poderes que tiene”, esquematiza la actriz y directora.

Y continúa, ya dejando atrás cualquier prebenda: “Siempre que los colectivos intenten ganar derechos e intenten verse representados, el debate será sano. Pero prohibir no es un derecho. Sí lo es explorar, buscar la propia identidad. Las pulsiones en la infancia son muy delicadas y yo entiendo que es un tema que levanta ampollas, que crea muchas dudas, pero es un hecho. Hay unas líneas rojas que, creo, deberíamos entender todos. Y pasan por definir que las violencias, los insultos y las agresiones no tienen lugar”.

Hay, entonces, lugar a la pregunta. Igual que muchas opiniones, cuando se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario, quedaron retratadas en su propia vergüenza años más tarde. ¿Ocurrirá lo mismo con la Ley de Identidad de Género? ¿O el consenso popular es aquí distinto? “Es probable también porque creo que el momento social es muy vibrante, hay mucha tensión. No solo en España, en todo el mundo. Hay una guerra, avanzan los fascismos... Cuando se aprobó el matrimonio igualitario había gente que decía barbaridades que ahora nos escandalizarían. Y eso es bueno”, añade antes de despedirse, expandida su identidad como directora, pero también como actriz, probando en mercados como el francés o el italiano: “Me siento muy afortunada, la verdad, y muy agradecida. Te hace crecer mucho, porque me gustan mucho los retos. Me gusta mucho trabajar en otros idiomas y me gusta mucho trabajar con gente que admiro. Y también, creo, tiene que ver con llegar al feminismo con una cierta madurez y con una cierta experiencia vital que me permitiera ocupar espacios con otra consciencia. Hacer eso que quiero que hagan otras. Y ejercer mi derecho a equivocarme”, remata.