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Jorge Martínez, de Ilegales: «No reconozco naciones ni fronteras ni banderas»

La gira de «Rebelión», nuevo disco del grupo, pasa por Madrid y Barcelona con la proverbial acidez de Ilegales

Ilegales / Foto: Javier Rosa
Ilegales / Foto: Javier Rosalarazon

La gira de «Rebelión», nuevo disco del grupo, pasa por Madrid y Barcelona con la proverbial acidez de Ilegales.

Si le conocen, ya saben cómo de afilada tiene la lengua Jorge Martínez. Y no solo en las letras de sus canciones, pues llevan su firma algunas de las mejores del rock español, sino en sus opiniones sobre cualquier asunto humano. Al frente de sus renacidos Ilegales presenta en Madrid los temas de «Rebelión», el nuevo disco, antes de pasar por Barcelona (14 de diciembre), Valencia (15), Ferrol (22 de diciembre), Valladolid (2 de febrero), Bilbao (8), Zaragoza (9), Granada (15) y Sevilla (16).

–¿El título es una invitación?

–Absolutamente. Es más necesario. Bueno, es imprescindible, y la rebelión puede ser tremendamente violenta si no se ponen los medios y se afloja un poco la cosa. ¿Cómo está la historia? Cuando editamos el primer disco en 1982 se había abolido la censura y la sanidad pública llevaba camino de ser universal y la educación pública era creciente. Y actualmente, ¿cómo no va a ser necesaria la rebelión? Esto no es un tic de Ilegales, que estemos en esa postura, sino que se ha retrocedido en derechos y no hablemos de la cultura y el sistema educativo. ¿Y la «ley mordaza»? es un insulto a la inteligencia y las libertades por las que ha luchado el país y el continente. Claro que es el momento de la rebelión.

–¿Tiene miedo a ser imputado?

–En Ilegales nos expresamos desde el primer día muy libremente pero sin lanzar espumarajos ni bilis. Porque es una cursilería y se pierde mucha credibilidad y objetividad. Hay que hacerlo con precisión. Las municiones tienen que llegar al blanco que se pretende y la manera es ser muy claro y muy preciso, pero los aspavientos los encuentro repugnantes. Son como las puntillitas en los pantalones vaqueros, igual de cursis.

–En el disco aconsejan no tomar tanta droga.

–En Ilegales, aun siendo consumidores de alcohol, que hay que considerarla una droga dura, siempre hemos dicho que cada estupefaciente te aleja de quien quieres ser. Parece que hay que decirle a la gente todavía que si te pones, no tomes tanta, tonto. Es algo que me digo a mí mismo y a mis compañeros a una hora determinada. España es un país donde se consume bastante. Los ríos, hasta los más caudalosos, bajan con cantidades de cocaína. Y eso nos da una idea de las costumbres de consumo de productos del otro confín del mundo, de mejillones foráneos. En mi entorno hay drogas que han hecho mucho daño, el alcohol, por ejemplo. Y la heroína, que jamás he probado. Pero si hay quien lo hace, como prueban los ríos, por lo menos que no tomen tanta.

–¿No consume por salud o por moral?

–Soy una persona nerviosa y no necesito aditamentos. Con dos cafés me subo por las paredes y las drogas me generan cada vez menos placer. Lo que sí me gusta es el vino. ¡Y algunos días me tomo demasiados!

–¿Y se arrepiente luego o no?

–No arrepentirse es una tontería. Yo cambiaría muchas cosas de mi vida, porque hay todo un cúmulo de errores en mi historia.

–Pues también canta una canción de despedida a su copa.

–Es una declaraciones de buenas intenciones. O malas. Vete a saber. No todos los efectos del vino son negativos. Muchos autores clásicos invocan al vino como una deidad, como Dionisio y Baco, que ahora no sé cual es griego y cuál latino. Ay, la bebida, cómo acaba con la memoria...

–¿Quiénes son los carapijos?

–Los abusadores profesionales, los «hijos de...», lo especialistas en colocar a un psicópata al frente de los estados. Desde Nerón y Calíguala a Hitler y Stalin, y Putin, o el más carapijo, que es Trump. Se refugian en sus fronteras blindadas pero acaban estallando de pura hambre. O porque el mundo no aguanta sus abusos.

–¿Qué opina de las fronteras?

–Es imposible blindarse. Eso acaba cediendo y muy estrepitosamente. Yo no reconozco fronteras ni naciones ni banderas. Creo que se intenta que el capital se mueva libremente y las personas no. Y las leyes son muy injustas por eso. Una sociedad, que no es una persona sino una ficción, tiene más ventajas que la gente real. Y por eso vivimos en un mundo carapijo. Las fronteras son una tontería y más aún en tiempos de crisis, cuando lo mejor y más razonable es tender puentes. Pero hay gente que usa las banderas cuando les pillan robando. Para llevárselo crudo a Suiza o Panamá. Lo hacen con la española y la catalana. Convergencia lo hizo ya con Banca Catalana y lo han vuelto a hacer. Y Pujol dijo a la jeta que si no le dejaban robar impunemente que iba a sacar la bandera. Bueno, pues ya está, ya la han sacado. Y hay muchos que van ingenuamente detrás de estas banderas, gente que pica con facilidad. En la Primera Guerra Mundial se especulaba con que el minero de Silesia no iba a matarse con el taxista de París. Pues nada, chico, pusieron las banderas y llenaron los campos de sangre. Con las banderas. Qué perniciosas son. Pero es que los humanos somos una especie de las más conmovedoras que han existido, porque tenemos grandes cualidades pero defectos enormes. Y somos muy dados a depredarnos unos a otros.

–Y lo hacemos siguiendo ficciones o creencias.

–Es que solo se puede hacer así, porque la verdad tiene un problema. Que la verdad tiene límites, pero la mentira no. Las mentiras se pueden aplicar hasta el infinito. Toda la fantasía cabe allí, en las banderas y las religiones.

–Pero el rock & roll también es ficción.

–Está más sustentado en la realidad. El bueno, claro. Las canciones han sido liberadoras. Han ejercido como eso. Aunque a veces los festivales parezcan campos de concentración donde hay que hacer colas para tomarse una cerveza.

–El tema final suena a adiós.

–Sí, es de despedida. Hoy empieza a ser ayer. No voy a negar que habla de la muerte, pero el mejor momento para despedirse no es es el final, que es repugnante. Hay que despedirse cuando se rebosa vida. Cuando se la ama tanto como la amo ahora. Cuando se odia a la muerte tanto como yo ahora.

–Me gustaría volver a hablar con usted para el siguiente disco.

–Pues claro que sí, joder, que no nos mata ni la polilla. Espero poder hacer muchos discos, pero por si acaso, ahí queda este.