Literatura

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Bolaño, un género en sí mismo

Bolaño, un género en sí mismo
Bolaño, un género en sí mismolarazon

Habrá más. No será el último. De los ocho libros póstumos que han ido apareciendo desde 2004, doce meses después de que Roberto Bolaño muriera a los cincuenta años, éste es el primero que no se publica en Anagrama, editorial que hasta ahora había dado a conocer prácticamente toda su obra, con la excepción de «Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce», que el escritor chileno escribió con Antoni García Porta y que salió en otras dos editoriales, y «La literatura nazi en América», que publicó en Seix Barral gracias a la generosa lectura de Pere Gimferrer. Anagrama, ahora, ha perdido todos sus derechos ante la apuesta de Alfaguara, que se quedó con toda la obra del autor (el precio, según informó el periódico «La Vanguardia» en su edición del sábado, fue de 500.000 euros) y con varios de sus libros póstumos que, poco a poco, seguirán apareciendo a medida que siga creciendo, como es evidente, su número de lectores, de seguidores y de especialistas en su obra y en su vida privada.

Cuestión legal

Novela de juventud que, se supone, Bolaño desestimó de su corpus narrativo, la publicación «El espíritu de la ciencia-ficción», más allá del morbo del cambio de editorial que envuelve su publicación (un morbo al que se agrega, además, según se ha publicado en prensa, una cuestión legal en la que están implicadas su viuda, Carolina López, y Carmen Pérez de Vega, a la que varios amigos del escritor reconocen como «la última pareja de Bolaño») en cualquier caso es una muestra de que la obra del autor de «Los detectives salvajes» va ocupando un lugar destacado en el canon de la literatura hispanoamericana y va ganando, además de lectores, fanáticos, deseosos de saber sobre el destino de una vida privada que poco importa y que poco aporta cuando se trata de leer la escritura hipnótica de Bolaño.

Escrita, según los cuadernos que reproduce la edición, en 1984 en Blanes, se centra en la vida de dos personajes: Jan Schrella y Remo Morán (un nombre que aparecerá posteriormente en 1993 en «La pista de hielo»), dos jóvenes escritores que llegan al DF y que se instalan en la azotea de un edificio de la Avenida Insurgentes. Son idealistas, son valientes, son soñadores, y enseguida se meten con los ojos abiertos en la noche de México. Remo camina por los bares de la calle Bucareli. Escribe, asiste a un taller literario, se mueve en el mundillo de las revistas de poesía, anda en moto con su amigo José Arco y se enamora de Laura. Jan, en cambio, pasa el tiempo encerrado en la azotea, leyendo novelas de ciencia-ficción y escribiendo cartas a sus autores favoritos del género como Robert Silverberg James Tiptree, Philip José Farmer, Alice Sheldon, Fritz Leiber, Ursula K. Le Guin, un catálogo que se asemeja, por momentos, a las pequeñas biografías borgeanas.

La novela, de todos modos, intenta avanzar en una trama que a veces decae con diversos recursos: con historias tomadas de otras historias (como una referida a George Perec), contadas por otros personajes a través de diálogos que recuerdan a Manuel Puig. Aunque el argumento tiende, por momentos, a la confusión, se sostiene, sin embargo, en la prosa «atrapante» de Bolaño, que ejecuta una voz que lo invade todo y que teje una pesquisa alrededor de Alfred Bester y de «La universidad desconocida», título, por otra parte, de su obra poética.

Personajes espejo

Aunque nadie puede saber por qué Bolaño desestimó publicar «El espíritu de la ciencia-ficción» en vida, lo cierto es que aquí aparecen temas, motivos, recursos, modos que, después, el escritor desarrolló en otras novelas. Personajes como la poeta Estrellita, que remite a la poetisa Auxilio Lacouture de «Amuleto» y al título de una sus novelas, «Estrella distante», que retrata el mundillo de los talleres literarios. También aparecen las revistas literarias que florecían como hongos en el México de los años setenta, un territorio literario que, en manos de Bolaño, se convierte en un ámbito personal, un recurso que mostrará todo su esplendor en «Los detectives salvajes» y que aquí tiene como guía a la ciencia-ficción, un género del que Bolaño era un lector voraz. Ésta era para Bolaño «un estado moral, la búsqueda invertida del tiempo perdido», señala el crítico mexicano Christopher Domínguez Michael en el prólogo del libro, donde compara el llamado «Archivo Bolaño» con el famoso arcón de Pessoa, repleto de manuscritos a la espera de ser desempolvados, un arcón que, desea, según la solapa, «nunca se cierre».

Aún existen muchas páginas inéditas, manuscritas y electrónicas, según señala Matías Néspolo en el periódico «La Nación» de Buenos Aires. Novelas primerizas, dice, como «La virgen de Barcelona», «La Paloma», «Tobruk»y veintiseis cuentos. Textos destinados a engordar una obra póstuma compuesta por las novelas «2666», «El Tercer Reich», «Los sinsabores del verdadero policía», por los cuentos de «El gaucho insufrible» y «El secreto del mal», los poemas de «La universidad desconocida» y los ensayos de «Entre paréntesis».