Literatura

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Como un lobo enloquecido

Como un lobo enloquecido
Como un lobo enloquecidolarazon

Señalaba Ortega y Gasset en su ensayo «Estudios sobre el amor» que el enamoramiento es un estado de enajenación mental transitoria. Lo podemos comprobar sobradamente en la última novela de Martín Casariego (Madrid, 1962), un narrador éste que, con obras como «Qué te voy a contar», «La jauría y la niebla» o «El juego sigue sin mí» ostenta una sólida trayectoria literaria. Sin embargo, su independencia estética, distanciamiento de intrigantes conciliábulos y extremo rigor estilístico le han alejado del merecido reconocimiento masivo, camino quizá de la condición de escritor de culto, referente innovador de la mejor ficción actual.

Hallamos aquí a un protagonista de mediana edad cuestionando radicalmente su existencia («había llevado durante mucho tiempo una vida de plástico»), divorciado, condolido por la reciente muerte de su padre, ejerciendo libremente su dedicación a la fotografía, felizmente instalado en la multiculturalidad del barrio de Lavapiés... que un buen (o mal) día conoce a una joven lituana que, tras algunos subterfugios, acaba evidenciando que es una prostituta. Fernando se enamorará de Irina, entrando en una vorágine de sucesos que le llevarán desde el desquiciamiento personal a la marginalidad delincuencial, pasando por la locura de los celos, el miedo a la soledad o las turbias obsesiones sexuales. En un simbólico juego de identidades, nuestro héroe fotografía a anónimos vecinos posando con las gafas del padre fallecido, quien, fantasmalmente, continúa «mirando» el mundo, asistiendo de algún modo a la degradación personal de su desnortado hijo. Éste se encuentra inmerso en una desazonada búsqueda del amor, resorte que palíe su insatisfacción existencial, contactando así con las estrategias del erotismo, la malvivencia picaresca y el sistemático engaño sentimental, avanzando todo ello hacia la radiografía de una crisis íntima y la crónica de unas envilecedoras costumbres sociales. Se cita en estas páginas un supuesto proverbio turco: «Por el amor de una rosa, el jardinero se hace esclavo de mil espinas», aplicado aquí a los claroscuros de una averiada emotividad, sentencia alusiva a los vaivenes de este atormentado enamoramiento.

Diagnóstico del deseo

Como Raskolnikov, Calisto, Romeo o Werther, el apasionado amante que es Fernando constata su desquiciante condición sentimental: «Aullaba mi corazón, como un lobo abandonado por la manada, con la pata herida y hambriento, así aullaba mi corazón, de día y de noche, como un lobo enloquecido, de noche y de día». Es esta historia también una fábula sobre la felicidad,sobre las pasiones humanas tan a menudo contrariadas por el azar o las circunstancias, la frecuente distancia entre la realidad y el deseo, y el íntimo desgarrón de los sentimientos frustrados. Un cierto tono intrigante en el desarrollo argumental, la perfecta caracterización psicológica de los personajes, el preciso diagnóstico del «loco amor», la amena agilidad de los diálogos cruzados, la concreción voluptuosa de la seducción erótica, la densa tensión de conflictivas situaciones y un logrado final que no conviene desvelar, son los destacados elementos de esta eficaz, subyugante y trabajada novela que acaso prevenga sobre lo que, apasionadamente, se puede llegar a desear.