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Cuando el mundo se hizo pequeño

Un libro sobre los más importantes viajeros plasma los ideales del Siglo de las Luces a través de las más importantes expediciones científicas

El barco Atrevida de Alejandro Malaspina
El barco Atrevida de Alejandro Malaspinalarazon

Un libro sobre los más importantes viajeros plasma los ideales del Siglo de las Luces a través de las más importantes expediciones científicas

«Era el siglo de la razón y de la locura, la época de la fe y de la incredulidad, un periodo de luz y de tinieblas, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación». De esta poética cita de Dickens –que abre su libro– ha tomado el título Juan Barceló, «La primavera de la esperanza». Con ella «introduce al lector en aquel mundo desquiciado y vital de finales del XVIII en Francia e Inglaterra». Porque «es en ese universo que bordea el ecuador del XVIII donde comienza la pequeña historia de ciencia, navegación y política donde científicos, marinos y políticos ven verdear la esperanza en un mundo, si no idílico, al menos racional». En esta obra, Barceló recoge las empresas científicas que, actuando bajo la corona española, se realizaron en el Siglo de las Luces. Los viajes de Malaspina, Humboldt, Ali Bey, Jorge Juan, Antonio de Ulloa y el capitán Cook, entre otros. El mundo se empequeñecía ante estos marinos y, mientras «dos potencias ascienden en su poderío económico y militar: Francia e Inglaterra, y también Holanda, dos languidecen: España y Portugal».

- Hombres de mar

Jorge Juan y Antonio de Ulloa inauguran la etapa más brillante de las expediciones de la Ilustración. Marinos, científicos, dibujantes y topógrafos forman parte de la expedición hispano-francesa (1735-1746) organizada por la Academia de Ciencias de París, comandada por La Condamine y el naturalista Jussieu. Su objetivo era medir el arco del meridiano terrestre en el Ecuador para dilucidar la verdadera forma de la Tierra y sus exactas dimensiones. Terminaron explorando, cartografiando y fortificando toda la costa del Pacífico. Antonio de Ulloa, científico, militar y marino, perteneció a las Academias de Ciencias de Inglaterra, Francia y Suecia; Jorge Juan, era capitán de fragata y comendador de la Orden de Malta, y miembro de la Academia de Ciencias de Francia. Once años después de esa aventura, relatan en un prolijo informe el desembarco en Cartagena de Indias, la travesía de Centroamérica, Panamá, costa del Pacífico y la penosa marcha por un país desértico y una sierra feroz de 3.000 metros hasta llegar a Quito. Años muy difíciles enfrentados a fiebres tropicales, motines, corrupciones, asesinatos y huidas redactados en un informe sobre la situación política, económica y social en las colonias, «Informe secreto de América», que denunciaba el despotismo y la arbitrariedad de su administración.

Otra figura clave fue Louis Antoine de Bougainville (1729-1811), aristócrata, diplomático, marino, naturalista y filósofo aficionado. A sus 37 años, realiza un gran sueño, dar la vuelta al mundo, empresa nunca realizada por marinos franceses. Tras 12 meses de observaciones astronómicas, llega a Tahití, donde descubre una civilización impactante de gente alegre y mujeres cantando melodías que iban desnudas sin recato. Costumbres muy alejadas de la Europa que debate en salones. En 1771 publicó «Viaje alrededor del mundo», donde evoca el mito del paraíso polinesio lejos de la corrupta civilización. Su éxito influyó en Rousseau y Diderot.

El capitán Cook (1728-1779) fue el más destacado explorador anglosajón. El gran navegante de los Mares del Sur, encarnó como nadie el ideal de viajero, prototipo de una época violenta y convulsa, filosófica y humanitaria. El almirantazgo británico le confió la misión de organizar un viaje para observar el paso de Venus ante el sol, previsto para junio de 1769, que permitiría medir la distancia entre éste y la Tierra. Fueron descritas numerosas islas australes, 1.000 kilómetros de costa australiana y hallaron Nueva Zelanda. Catalogaron cientos de especies de plantas, peces, aves, e hicieron estudios de geología, corrientes, vientos y volcanes. Alejandro Malaspina, por su parte, era un italiano nacido en 1754. Con 19 años ingresa como guardiamarina en Cádiz. Su carrera militar es vertiginosa. En 1788, fiel al espíritu ilustrado, organiza el más importante proyecto español, armar las corbetas Descubierta y Atrevida, al mando suyo y de José Bustamante. Con un selecto equipo de científicos, estudiaron durante cinco años la costa de la América española, el Pacífico y Oceanía, y recogieron el mayor acopio de información hecho nunca sobre fauna, flora, geología y geografía. A su vuelta, y tras entregar su informe, participa en política. Corren los tiempos de la Revolución francesa y Godoy lo acusó de conspiración. Es expulsado de la Armada y condenado a diez años de prisión en el castillo de San Antón de La Coruña.

En cuanto a Ali Bey, y como buen espía, su vida está llena de misterios de ahí que «escribir su biografía resulta casi imposible». Su verdadero nombre era Domingo Badía Leblich. Nacido en Barcelona, durante cinco años recorrió el mundo árabe. Propone a Godoy su «Plan de viaje al África con objetos políticos y científicos» y llega a Marruecos disfrazado de musulmán. En 1803 va a Tánger, y luego Trípoli, Chipre, Egipto, la Meca, Constantinopla, Palestina, Siria... En 1812, publicó en París el relato, «Viajes de Alí Bey por África y Asia», según Barceló, de dudosa credibilidad: «Como relato de aventuras e intrigas es apasionante, pero como obra de un espía profesional es un relato fantástico, falso, interesado, confuso y contradictorio».

La isla de Robinson Crusoe

Frente a las costas de Chile se hallan las islas de Juan Fernández, un lugar de descubridores y piratas que podría ser la de Robinson Crusoe, personaje creado por Daniel Defoe, marinero abandonado por su capitán. Su vida no es más que una fábula, pero fueron muchos los robinsones reales perdidos por naufragios o dejados a su suerte. Como Alexander Selkirk, que inspiró a Defoe, abandonado por una pelea con su capitán en una isla durante cuatro años. Olvidó hasta el idioma.

«La primavera de la esperanza»

Juan Barceló

Ed. del viento

232 páginas,

20 euros