El cascarrabias se jubila
«Best-seller» internacional. «Huesos en el jardín», digno epílogo para la saga del detective de Mankell
Mankell no escribirá nuevos casos de Kurt Wallander. El ciclo literario se cerró en 2010 con «El hombre inquieto» y el inspector envejecido, con diabetes y ese malgenio que lo caracteriza desde «Asesinos sin rostro» y «Los perros de Riga», dos de sus obras maestras de intriga policiaca posmoderna. Si exceptuamos la recopilación de relatos cortos publicados recientemente con el título de «La pirámide» (1969-1990), once novelas y la «nouvelle» «Huesos en el jardín» compilan las obras completas dedicadas a Wallander y es una curiosidad digna de tenerse en cuenta. Como explica en el epílogo del libro el autor fue escrita para incluirse en una edición neerlandesa, siendo esta la primera vez que se traduce al español. Cronológicamente hay que situarlo antes de «El hombre inquieto», como el prólogo del final de la carrera de este inspector cascarrabias, problemático y poco dado a la vida social, cuyo parecido con el escritor se ha ido acentuando con los años.
En busca del autor
Este aspecto desaliñado se hace evidente a medida que personaje y escritor asumen el envejecimiento y los achaques de la edad. Mankell lo cuenta en un interesante y revelador posfacio, «Cómo empezó, cómo acabó y lo que ocurrió entretanto», dedicado a saciar el ansia de conocimientos sobre Wallander. «Madame Bovary c'est moi», dijo Flaubert. ¿Quién si no? Aunque hay personajes que luchan por emanciparse del autor. Seres imaginarios que se creen capaces de existir sin la tutela de éstea, como los de Unamuno o Pirandello. Pero este no es el caso de Wallander. Con el paso del tiempo, se ha ido ahormando a su pequeño mundo, resignándose a vivir sin el brío y la rabia que su madurez le confería a sus investigaciones. «Huesos en el jardín» es una novela crepuscular. Rezuma melancolía y hasta la misma aventura tiene la cadencia y el color del ocaso, de aquello perdido. Algo novedoso en Mankell: el tono ligero, la simplicidad en el planteamiento y el sosiego narrativo del relato. Alejado de la histeria que solían tener las últimas novelas, como si se hubiera reconciliado con Wallander, es decir, consigo mismo. Por lo demás, en el posfacio, hay datos muy interesantes par el lector. En especial, su análisis del porqué de la inmensa popularidad que ha alcanzado Wallander. Merece la pena leer esta «nouvelle» imprescindible y conservar como un testamento las reflexiones de Mankell como epílogo final de un personaje admirado.