Literatura

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Fernando Iwasaki: «La única musa que se recordará en la vida de Vargas Llosa es Patricia»

Fernando Iwasaki / Escritor. Peruano radicado en Sevilla, amante incondicional de los libros y amigo de grandes escritores de aquí y de allá, dirige la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco

Fernando Iwasaki
Fernando Iwasakilarazon

Peruano radicado en Sevilla, amante incondicional de los libros y amigo de grandes escritores de aquí y de allá, dirige la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco

Fernando Iwasaki nació en Lima en 1961 y allí fue profesor de Historia, pero su otra vida comenzó en 1989, año en el que vino a Sevilla, donde ha criado tres hijos, ha dirigido la revista literaria «Renacimiento» y ha hecho una obra literaria que consta de ensayos, novelas y relatos con un sentido del humor que hubiera satisfecho a uno de sus maestros, Cabrera Infante.

–Un peruano de apellido japonés dirigiendo una fundación de flamenco...

–He visto cosas que usted no creería: atacar por bulerías más allá de Japón. He visto cuerdas de guitarras brillando en la oscuridad, cerca de la Puerta de Brandenburgo... Pero todavía no conozco «El Rocío».

–Bueno, pero la Feria de Abril sí que la conocerá... ¿Tiene caseta?

–Tampoco voy a la Feria, pues soy aprensivo al estruendo de la megafonía. Pero la culpa es mía, porque no he sido niño durante la Feria y por eso no llevo bien el ruido, el calor, el albero, los caballos y esos trajes que hacen a todas las mujeres iguales.

–¡Pero si el traje de flamenca realza la belleza femenina!

–El gusto es algo cultural. Los japoneses las adoran con kimono y aquí triunfan las flamencas. Cada país es distinto.

–¿Y cuál es el traje típico peruano?

–Probablemente el pijama.

–Ha ganado el Premio Don Quijote. ¿Con qué libros habría enloquecido hoy Alonso Quijano?

–Con las novelas de templarios que resultan ser arqueólogos que trabajan para la NASA con una subvención del ayuntamiento de Transilvania.

–¿Tiene conciencia de haber hecho el Quijote alguna vez?

–Muchas veces, pero siempre gratis.

–¿Se tiene por un escritor comprometido?

–Apenas me casé, dejé de estar comprometido.

–Se lo preguntaba por haber sido candidato de UPyD...

–La contribución de Rosa Díez y UPyD a la historia reciente de la política española quizá no se aprecie ahora mismo en toda su magnitud, pero tengo la certeza de que será estudiada y valorada de forma muy positiva.

–¿Cree que España puede joderse como se jodió el Perú?

–Los países no se joden, pero sí tienen gente muy jodida o con muchas ganas de joder a los demás. Y en eso no sé quién jodería más o estaría más jodido.

–Escritores de su generación y de su continente definieron hace ya años al perfecto idiota latinoamericano. ¿Se atrevería, a grandes rasgos, a definir al perfecto idiota español?

–Como los futbolistas «oriundos» y «comunitarios», nuestra idiotez tiene doble nacionalidad, porque sólo un idiota hispanohablante es capaz de tener una ideología hortera y encima sectaria, pues a nosotros no nos dividen las ideas sino las horteradas.

–¿Españoles y latinoamericanos somos hermanos o hermanastros?

–Hermanos o hermanastros, somos igual de incestuosos. Lo bueno de los hermanastros, es que por lo menos se casan. Como en los culebrones.

–¿A qué escritor resucitaría?

–Resucitaría a quienes fallecieron inéditos o sin saber el enorme valor que alcanzaron sus obras después de morir. Pienso en Kafka, Lampedusa y Robert Walser. O en Melville, que murió atormentado por el fracaso de «Moby Dick». Pero siendo egoísta, resucitaría al poeta sevillano Vicente Tortajada, tan sólo para disfrutarlo y volver a reírme como nunca.

–¿A qué personaje literario no le gustaría tener como enemigo?

–Al Capitán Ahab, al Profesor Moriarty o al Conde de Montecristo.

–¿Con qué personaje literario le gustaría tener un «affaire»?

–El arroz de los «affaires» ya se me pasó.

–¿Usted también las prefiere rubias?

–A la mayoría de los hombres nos da igual que no todo lo que brille sea rubio, porque lo que nos importa es que brille.

–¿Alguna vez ha robado libros?

–Jamás he robado un libro. Incluso los devuelvo cuando me los prestan.

–Y si fuera capaz de robar, ¿qué robaría?

–Más impulsado por la nostalgia que por el hambre, robaría un paquete de galletas «Chaplín».

–¿Y qué le haría sentirse profundamente avergonzado?

–Equivocarme de galletas.

–¿Qué escritores españoles recomendaría leer en América Latina?

–Conozco estupendos escritores españoles con una visibilidad menor de la que merecen, como Nuria Barrios, Marina Perezagua, Patricia Esteban Erlés, Eduardo Jordá, Ángel Olgoso y, sobre todo, Mauricio Wiesenthal.

–¿Qué libro le regalaría a un amigo?

–Cualquiera de Mauricio Wiesenthal.

–¿Y a un enemigo?

–Cualquiera de los míos.

–Usted fue amigo de monseñor Corrado Balducci, exorcista del Vaticano.

–Monseñor Balducci era un experto en rock satánico y un hombre con gran sentido del humor. Nunca olvidaré cuando me dijo que «El Exorcista» le había hecho un enorme daño a la profesión, porque antes los poseídos hablaban en latín y discutían de teología, pero a partir de la película sólo escupían, vomitaban y se torcían el pescuezo.

–¿Quién ayuda a Dios cuando madruga?

–Sin duda, Bukowski.

–¿Qué haría con un Gregorio Samsa en su familia?

–Sentarlo delante del televisor, para que compruebe que tampoco es para tanto.

–Si llega a su casa una musa, ¿qué haría?

–El arroz de las musas también se me pasó. Un amigo escritor se lió con la última que llegó y lo echaron de su casa.

–¿No se referirá a Vargas Llosa?

–De ninguna manera, pero aprovecho para precisar que las musas verdaderas inspiran grandes obras como «La casa verde», «Conversación en La Catedral», «La guerra del fin del mundo», «Historia de Mayta» o «La fiesta del Chivo». La única musa que recordaremos en la vida de Vargas Llosa se llama Patricia Llosa.

El lector

«De entrada, podría decir que fui uno de los colaboradores fundadores de LA RAZÓN, donde escribí de 1998 al 2000. Leo la edición digital del periódico a diario y, cuando cae en mis manos, también la edición andaluza de papel. Sigo especialmente al profesor Carlos Rodríguez Braun y a Julián Redondo, que escribe de fútbol sin las banderías que están tan de moda, por desgracia».