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La joven promesa se desinfla

La joven promesa se desinfla
La joven promesa se desinflalarazon

Se puede esperar mucho, quizá demasiado, de un escritor como Safran Foer. Con tan sólo veinticinco años, el americano se estrenó con todos los laureles y reconocimientos al publicar, en 2002, «Todo está iluminado». La novela, correcta, legible, sobre un joven judío que viajaba a través de Ucrania, cautivó de inmediato a los lectores y al periodismo cultural (se alzó con el National Jewish Book Award), que también celebró, tres años más tarde, la llegada de su segunda obra: «Tan fuerte, tan cerca». De ahí que, después de más de una década sin publicar ficción (solamente hemos leído su alegato vegetariano «Comer animales»), lo que se espere de este (ya no tan joven) escritor y de su nueva novela sea mucho, tal vez demasiado.

Vidas apagadas

Y «Aquí estoy» es lo que se esperaba de un autor que pasó tanto tiempo escribiendo una novela que el mercado le reclamaba. Una obra ambiciosa, que toca temas actuales, aptos para todo público, con varios toques de humor, pero que da mucho menos de lo que aparentemente ofrece. Así, Jonathan Safran Foer presenta a un típico matrimonio judío formado por Jacob y Julia Bloch, dos miembros de la clase media que vive en Washington DC y que intentan educar a sus tres hijos en una tradición en la que, en el fondo, ya no creen. De todos modos, ellos se esfuerzan por celebrar el bar mitzvah del mayor. Los Bloch, marido y esposa, en cualquier caso, ya no son para el otro lo que eran: la pareja ha perdido la chispa y ya ni siquiera se hablan, apenas existe el diálogo. Tampoco caminan al atardecer cogidos de la mano o separados ni mantienen relaciones sexuales. La vida entre ellos se ha apagado, y el divorcio parece ser la única salida a esta prolongada situación.

La novela, durante la primera parte, mantiene un ritmo ágil y entretenido en el largo recorrido por la vida familiar, por los rituales hogareños, por los vínculos en el interior de una casa, aunque está demasiado centrada, a veces excesivamente, en la figura del padre, Jacob, cuyo nombre tiene reminiscencias del patriarca bíblico. La trama, en ese sentido, se desenvuelve sin sobresaltos y está repleta de situaciones que se mueven entre el dramatismo y la comedia. Pero un terremoto en Israel y la posibilidad de una guerra con los países vecinos provocan un cambio de rumbo inesperado y terminan desviando la trama y desbaratando una novela que se deshace en su estructura.

Safran Foer, en ese sentido, parece haber escrito dos en una. La primera gira alrededor de la disolución de un matrimonio y la segunda en clave política, futurista, sobre el derrumbe del Estado de Israel, aunque unidas por un factor común: la implicación de la Historia en la historia cotidiana y viceversa. Sin embargo, en conjunto, ambas hacen de «Aquí estoy» un libro desparejado, arbóreo y que se desarma, especialmente, en su esfuerzo de ambición.