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Entrevista

Gregorio Marañón: "Creo que después de casi 50 años, ha llegado el momento de reformar la Constitución"

El abogado, empresario y académico presenta 'Reflejos de mi tiempo', una serie de artículos escritos a lo largo de su vida sobre política, su amada Toledo y el retrato de un ramillete de personas familiares y empresariales que han pasado por su vida

Entrevista con Gregorio Marañón y Beltrán de Lis, Marqués de Marañón (II). Abogado, empresario y académico. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón 27 10 2025
Entrevista con Gregorio Marañón y Beltrán de Lis, marqués de MarañónAlberto R. RoldánFotógrafos

Escribe Iñaki Gabilondo en el prólogo de 'Reflejos de mi tiempo' (Galaxia Gutenberg), el libro que hoy presenta Gregorio Marañón en la Fundación Ortega-Marañón, que “cuesta imaginarlo abatido, desengañado o mascullando sapos y culebras cuando las cosas se tuercen y menos aun fabricando enemigos o concertando venganzas”. Y ese humanismo real y nada impostado se percibe claramente cuando nos recibe en ese oasis de Madrid donde trabaja, su persona transmite una bonhomía natural que apabulla, seguramente procedente de sus genes –nieto del Doctor Marañón- y de una formación exquisita. Entre las importantes actividades en su trayectoria vital, su labor al frente del Teatro Real, llevó a la International Opera Award a declararlo Mejor Teatro de Ópera del mundo en 2021.

-Se le “tacha”, de ser conciliador, de persona de consenso.

-Yo creo en el consenso porque pienso que está en el origen de nuestra democracia, de la Transición, de la salida de la dictadura, soy de una generación que cree en él. En la España de hoy aparentemente somos pocos, pero uno nunca pierde la esperanza de que en el futuro el consenso volverá a constituirse en la mejor manera de convivir entre nosotros.

-Una Transición que algunos denuestan y critican ahora.

Sí, yo sostengo que la mejor defensa es un buen ataque, y por tanto creo que ese ataque, al talante conciliador es más bien una defensa de quien no lo tienen. Habría que preguntarse qué lleva a quienes carecen de él a intentar acabar con los pocos restos que nos quedan hoy de aquel espíritu de conciliación que terminó pacíficamente con la dictadura y nos trajo la democracia.

-Usted defiende la ejemplaridad de los políticos ante la ciudadanía, pero algunos comportamientos en el Parlamento y fuera de él no parecen muy ejemplares.

-Ciertamente no es el momento en el que diría que la política española está dando un mejor ejemplo cívico a efectos de establecimiento de una base dialogante que ayude a construir una sociedad entre todos, pero no hay que arriar la bandera de quienes creemos que dialogar es perfectamente compatible con la firmeza de nuestras posiciones. El diálogo no es debilidad, más bien es una apertura. Y creo que tenemos de todo, políticos ejemplares y casos que son el ejemplo de lo contrario de lo que queremos tener al frente en esa política.

-Un cambio esencial ha sido pasar del bipartidismo a la necesidad de contar con partidos minoritarios. ¿Cree que tienen mucho peso, en especial los nacionalistas?

-Esto es un fenómeno cierto que a mí me concita una reflexión sobre si no ha llegado el momento de reformar nuestras leyes electorales porque hay sistemas que favorecen el multipartidismo y otros el bipartidismo, que a mí me parece mejor dentro del respeto a la pluralidad de opiniones distintas, porque creo que la estabilidad del país es claramente bipartidista.

-¿Sería utópico pensar en grandes pactos de Estado entre los partidos mayoritarios, como ya ocurrió en la Transición?

-Creo que si fue posible en momentos políticamente mucho más duros que los que estamos viviendo actualmente y de ahí surgió la Transición, la implantación de la democracia y la entrada de España en Europa, por qué no vamos a poder recuperarlos ahora. Yo sí creo que habrá algún momento de involución positiva en este sesgo de la política española.

-Habla también de la posibilidad de un Estado Federal.

-Sí como forma de vertebrar el territorio porque creo que ésta es una de las cuestiones peor resueltas por la Constitución del 78. Pienso que dejó abierto el proceso de agrupación y de definición territorial de España y lo dejó así porque no supo cómo cerrarlo, y de aquellas faltas -no vamos a llamarlo lodos-, vienen estos problemas, estas carencias que tenemos. El proceso territorial quedó abierto y conviene cerrarlo.

-Eso implicaría una reforma de la Constitución.

-Soy de los que opinan que después de casi 50 años, ha llegado el momento de reformarla. Lo tengo clarísimo, pero no solo en lo territorial, hay otros muchos aspectos que de alguna manera convendría cerrar, como la sucesión de la Corona, que es una cosa obvia, no aceptaríamos hoy que nuestra princesa de Asturias tuviera que dar paso a un hermanito menor que tuviera en último momento.

-¿Qué otros aspectos necesitarían ser reformados?

-Además de lo dicho, otros aspectos fundamentales que vertebran la sociedad, como la Educación, la Sanidad y la Justicia. Sería necesaria una Ley educativa estable que no cambie cada pocos años. No es imaginable que en el periodo de formación de una persona, cuando acabe los estudios universitarios haya sufrido tres o cuatro cambios político-jurídicos. Y necesitamos una Sanidad pública ejemplar, viable y generalizada, no es posible que, según la región donde vivas, hay medicinas importantísimas que estén exentas de pago o no, pero este tipo de soluciones requieren consenso porque si no, estamos en el bloqueo y es donde estamos.

-¿Le preocupa el ascenso de la extrema derecha en Europa y en el mundo?

-No, yo creo que todo lo que se encauce dentro de un sistema político no es motivo de preocupación. Otra cosa es que yo prefiera los partidos que no son de extrema derecha ni de extrema izquierda. Claramente prefiero que el consenso social mayoritario se refleje en esos otros partidos.

-Como europeísta clásico, ¿cree que estamos asistiendo a la decadencia de Europa?

-Esto es un fenómeno real, pero yo, como optimista, quiero creer que pasará, aunque de momento la situación es esa y se está viendo en Ucrania, por ejemplo, de manera obvia. Que se diera una relación directa entre Trump y Putin, saltándose todo el sistema europeo, la comunidad, la unión entre países y las instituciones públicas comunes, demuestran esa necesidad urgente de restablecer Europa como lugar de convivencia y unidad política, creo que la Unión Europea debe dar un paso al frente y recuperarse, es absolutamente necesario.

-Y en cuanto a la Alianza Atlántica, ¿debemos llegar a 5% que demanda Trump?

-Para mí, hay una pregunta previa ¿es o no cuestionable que el presidente de EE UU opine sobre lo que al respecto deben hacer el resto de sus socios en la OTAN y al mismo tiempo sentencie, castigue o premie? Creo que eso en sí mismo es un verdadero dislate. Otra cosa es la opinión que uno tenga sobre esto de salirse del consenso general, pero si lo estudiáramos con lupa, dudo muchísimo que todos los países estén en situaciones de igualdad la hora de pagar estos aranceles o costes por mantener un sistema un sistema de defensa común, que en principio es disuasorio.

-Habla de la herencia histórica que nos une con árabes y judíos. ¿Cómo valora la actuación de Israel en Gaza? ¿Tienen Palestina derecho a un Estado?

-Sobre esto quiero contestar a dos cuestiones. Una, ¿es o no posible que Hamás exista dentro de este consenso de dos Estados? Yo creo que no. Y otra, ¿es o no posible que, porque Hamás ha existido, hayamos decidido bombardear todo y cambiar todos los parámetros de convivencia en los que se ha sentado la zona en las últimas décadas? Pues tampoco. Por tanto, hay que hacer una revisión profunda en la que deberían intervenir los estados involucrados para recuperar la existencia de una identidad árabe y otra judía y propiciar el encuentro y el diálogo entre unos y otros.

-Pero Israel no parece dispuesta a dialogar.

-Tengo amigos israelíes que han sido ministros notables del gobierno de Israel, que están muy en contra de lo que está haciendo su propio gobierno, que es muy fuerte. En términos democráticos, ahí hay un problema doble, por ambos lados.

-Considera su salida de Prisa una mala jugada. ¿Fue un desgarro personal grave?

-Yo soy persona muy de arraigos y de lealtades, de tradiciones abiertas y reformadoras y la continuidad, siempre que sea viva y transformadora, me va más que las rupturas. La salida de Prisa es algo que no deseé, pero una vez que se produjo..., luego he tenido posibilidades de volver y no he querido, es decir, yo creo que una vez que sales, sales, pero sí, fue una salida muy dura, aunque más lo era lo que estaba sucediendo y de alguna manera la propició.

-Los periódicos son parte importante en su vida. ¿Están desapareciendo como fuente de autoridad moral frente al poder?

-Creo que no, que lo que están es transformándose, es decir, reformándose, cambiando su forma de articularse socialmente y en esos procesos de transición, siempre hay un momento en que parece que eso se esfuma, que desaparece, pero luego reaparece con otras formas. No, yo creo que allí donde haya libertad, los medios de comunicación tienen una palabra importante que decir de cara a la constitución del diálogo público

-Dice que hay que salvar Toledo, una ciudad con muchas connotaciones afectivas y familiares para usted.

-Sí, hay un enamoramiento con la ciudad, por eso se manifiestan esos afectos y sentimientos. Toledo y Madrid son mis dos ciudades de arraigo. Hay que salvar Toledo porque existe un conflicto larvado permanente entre una ciudad nueva que crece, se desarrolla y tiene un fenómeno inmigratorio importante y una ciudad que vive entre sus murallas, con sus puertas históricas y que y que hay que cuidar, porque es un patrimonio mundial. Eso es un conflicto que hay que comprender y darle las soluciones más adecuadas.

-Ha conseguido que el Teatro Real sea uno de los teatros de ópera más valorados del mundo.

-Bueno, la verdad es que es un esfuerzo de un equipo estupendo que hemos conformado para estar al frente, pero ha costado mucho sacarlo de la irrelevancia. Se fundó en 1850 y 1925 cerró durante 70 largos años hasta reabrir en 1997 como teatro de ópera hasta hoy en día, que ha dejado ser un teatro sin relevancia. Es un orgullo que se haya convertido en una de las grandes óperas del mundo y en uno de los principales centros culturales de España.

-¿Contar con Gerard Mortier fue su gran acierto en este camino?

-Mortier tuvo un papel importantísimo para sacarlo de la irrelevancia, esa fue su gran aportación, aunque estuvo poco tiempo. Él era en sí mismo personaje conflictivo y para mí, alguien muy especial al que tengo verdadero cariño, aunque no acabó de sentirse comprendido en Madrid. Él no es que amara la ópera, vivía para ella, era su vida. Y en su último momento, ya muy enfermo, aprobó el relevo de Matabosch, me envió un texto precioso respaldando su continuidad. No me cabe duda de que el éxito del Teatro Real es fruto de un esfuerzo colectivo de todo el equipo y que como país, podemos presumir de tener una de las grandes óperas internacionales

-¿Se considera un liberal a la antigua usanza, como su abuelo el doctor Marañón, del que hace una semblanza muy emotiva?

-Mi abuelo Marañón es para mí una figura clave con su ejemplo y sus enseñanzas y es una referencia clarísima en mi vida. Por otro lado, me considero un liberal de conducta, en ese sentido he hecho mío el liberalismo como una ética, un talante y una forma de respeto al que piensa de manera distinta, en eso me considero profundamente liberal.

-Su cargo le exige ser político, estratega y gestor. ¿Le ha tentado alguna vez la política?

-Rodríguez Zapatero me ofreció la cartera de ministro de Cultura, que rechacé con el mayor agradecimiento porque no me quería meter en la política como forma de vida. Sí creo que la política debe conformar el hecho de nuestra ciudadanía. No se puede decir que no me gusta y vivo de espaldas a ella porque entonces vives de espaldas a tu país y los problemas que entre todos debemos resolver. En ese sentido profundo soy político y demócrata, pero nunca he querido ejercer un cargo, siempre tuve claro que pese a todos los resplandores, vanidades, importancias, trascendencias mediáticas y no mediáticas, aceptar un cargo de esos me sacaba de mi camino.