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Entrevista
Jorge Volpi: "Estamos volviendo a una época de profetas. Al líder de turno, sea de izquierda o de derecha, se le cree todo lo que se dice"
El escritor, recién aterrizado en la gestión de Condeduque, se marca una misión con esta dirección: "Salvar a la Tierra del espanto" a través de la cultura

La relación de Jorge Volpi con Madrid viene de lejos. "Es larga". Desde que aterrizase en Salamanca para para estudiar un doctorado no se ha separado de España. Ya entonces conoció una capital que afirma que "ha cambiado muchísimo". La define como "vibrante y abierta", pero también apunta hacia el incremento de lo latino en el tuétano de su esencia. Uno de cada siete habitantes de la región ha nacido en América Latina y el escritor lo celebra a pocos días de pasar la Hispanidad.
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Lo primero que hizo el ahora director de Contemporánea Condeduque al llegar a su nuevo despacho fue pegarse al gran ventanal que lo alumbra. Desde él se contempla el patio central de la casa. Después, ya llegaron las decisiones: "Siempre me ha importado la continuidad. Hay muchas cosas que funcionan". Volpi no dudó en mantener el enfoque contemporáneo. Las artes escénicas y la música en el centro de todo, pero también quiso "crear dos áreas nuevas: una de Ciencia + Arte, y otra a partir de la que existía de cine, que ahora se llama Pantallas + Cultura Expandida". Un espacio en el que el teatro dará voz a lo "radical y experimental", pero en el que del mismo modo se contará con "grandes nombres internacionales, objetos y piezas documentales –sostiene–; e igualmente, estos muros darán cabida al cómic, las series de televisión, los videojuegos, el anime e incluso los juegos de mesa".
–En un tiempo en el que el negacionismo parece adueñarse de ciertas instituciones y en el que resurge el terraplanismo, usted sigue apostando por la ciencia.
–¡Y que los pájaros en realidad este son drones que nos vigilan!... Siempre me ha importado como escritor y como gestor cultural. En una época tan despreocupada y al mismo tiempo tan inquieta por la verdad, la ciencia nos da las verdades más certeras, aunque no sean absolutas.
–¿Cómo se lucha contra las medio verdades?
–O mentiras directamente. El año pasado publiqué 'La invención de todas las cosas' (Alfaguara), sobre la idea de que los seres humanos creamos ficciones para tener ese contacto con la realidad. La completamos de manera natural. Pero eso es distinto de la mentira, que es cuando la confrontamos con la realidad con datos que la desmienten y aun así insistimos en ello. Esas son las mentiras que proliferan en nuestra época y justo son las contrarias a las verdades de la ciencia.
–¿Y cómo se combaten? Usted viene del Crack, donde rompían con la idea del profeta único.
–Es que estamos volviendo a una época teológica, de profetas, en donde al líder de turno, sobre todo populista, sea de izquierda o de derecha, se le cree todo lo que dice, incluso si los datos de la realidad lo desmienten. ¿Por qué? Porque ocupa el papel que antes tenían las religiones, donde los datos de la realidad tampoco importaban. Es una cuestión de fe, de dogma. La única manera de intentar combatirlo es precisamente con el pensamiento crítico, con hacer que la gente dude de esas verdades absolutas que les venden todos estos liderazgos al confrontarlas con los hechos, los datos que provienen del mundo real.
–¿Cuál es el fin de esos líderes?
–Poder, dinero y fama. Si pensamos en Donald Trump, ¿qué busca? Poder, dinero y la vanidad. Es la egomanía, llevada al extremo.
–¿Alguna vez usted ha sido superado por el ego?
–Toda mi vida he intentado ser muy consciente de ello. Todos los libros que he escrito tienen que ver sobre la relación entre el poder y la verdad. Ha sido siempre una de mis obsesiones.
–Una relación muy actual en una época de "claroscuros", como usted mismo la ha definido. ¿Cómo afronta este tiempo?
–No todas las épocas han tenido esta inquietud extrema frente a la verdad. Hay épocas en que simplemente creían una verdad y no la cuestionaban. En cambio, nosotros estamos en un momento que tiene esta paradoja: por un lado estamos muy inquietos porque no sabemos dónde está claramente la verdad, y eso es lo que lleva a estos liderazgos autoritarios populistas y a ese desdén de parte de ellos frente a la ciencia o frente a la historia entendida como disciplina científica; y también lo otro que ha ocurrido es que las grandes utopías que marcaron al siglo XX, como el comunismo o el nazismo, nos han dejado solamente atrocidades y masacres. La utopía de que la democracia iba a resolverlo todo también nos ha enseñado que resuelve algunas cosas, pero que no soluciona la desigualdad, que es uno de los graves problemas de la actualidad. Entonces, frente a esta ausencia de utopías, pues casi todo es distópico. Casi todas las personas tienen la sensación de que el futuro es incierto y por lo tanto, que seguramente puede ser más oscuro para ellos, sus hijos y sus descendientes. Y si por lo que estamos más preocupados los humanos es por el futuro, la ausencia de futuro nos lleva a esta ansiedad extrema marcada por grandes amenazas que parecen estar ahí todo el tiempo. Además de las que hemos dicho: el calentamiento global, la inteligencia artificial, las redes sociales y su acción en nosotros, en fin...
–¿Está el ser humano hecho para vivir en una hipérbole constante?
–El ser humano siempre se adapta a todo, aunque siempre con la amenaza de que podemos destruirnos a nosotros mismos, que está presente desde el siglo XX. Pero, en cualquier caso, el ser humano ha sido capaz de sobreponerse y de empezar otra vez frente a casi cualquier horror.
–¿Cómo se "salva la Tierra del espanto"?
–Nos reapropiamos de este lema de los guardias de corps del rey que estaban en este edificio; no tiene que ver ya con ese "salvar la Tierra del espanto" a partir de ideas imperiales o teológicas, sino de una manera más modesta: pensando que la cultura es aquello que en efecto nos "salva del espanto"; por lo menos nos permite reflexionar, divertirnos y salir de esa confrontación permanente en la que estamos.
–¿Nos adaptaremos a la IA o esto sí será el fin?
–Este modelo generativo está transformando drásticamente la sociedad de una manera más vertiginosa que otros grandes descubrimientos, como la imprenta o la máquina de vapor, que destruyeron enormes sectores de la sociedad en un momento dado y que dieron vida a otros. Tenemos que estudiar cómo vamos a utilizarla, como ya la estaban utilizando millones de personas cotidianamente y en qué medida va a cambiar nuestras relaciones sociales, políticas, íntimas...
–¿La usa?
–Sí. Para informarme sobre las cosas más cotidianas. Uno llega a una ciudad nueva y ahora es más fácil preguntarle a la inteligencia artificial que a Google.
–Como mexicano y español, como hombre del mundo, ¿cómo ve este señalamiento de la inmigración?
–Lo terrible es que se basa simplemente en mentiras. Y lo que pasa es que las mentiras que se repiten tanto se convierten en profecías autocumplidas. La migración en España no es un problema, pero de tanto repetir ciertos sectores que es un problema empieza a convertirse en un problema.
–Una mentira dicha mil veces...
–Esa es la cuestión. Sabemos perfectamente por todas las encuestas serias que los migrantes no le quitan el trabajo a los locales, que la llegada de migrantes no aumenta la criminalidad... Decir otras cosas solamente es un discurso para obtener un rédito político y a partir de ahí lograr beneficios de ciertos sectores que se sienten desprotegidos, a veces, con mucha razón, pero más bien por cómo funciona la globalización en nuestra época.
–Por un motivo u otro el discurso va calando de un país a otro.
–Para mí todas las nacionalidades son ficciones. Las identidades son ficticias. Creer que son verdades absolutas y que existe algo que te define para siempre porque naciste en cierto lugar, no darte cuenta de que nadie elige dónde nacer, es pura casualidad.
–Hable de la dualidad entre el Jorge escritor y el Jorge el gestor cultural.
–Lo he sido casi toda la vida. Ambos tienen un punto de contacto. Tanto hacer gestión cultural como escribir tiene que ver sobre todo con construir historias y narraciones. Cuando lo hago como escritor es de manera individual, pero cuando, por ejemplo, escribo teatro o libretos de ópera, entonces, se vuelve colectivo; o cuando creamos el grupo del Crack, que pensábamos que la creación también podía ser colectiva. La gestión, por su parte, es siempre colectiva.
–¿Qué queda del Crack?
–Quedamos los que sobrevivimos. Cuando murió Nacho Padilla, mi gran amigo, hace ya nueve años, pensamos que el Crack dejó de existir. Aunque con Pedro Ángel Palou y con Eloi Urroz sigue habiendo proyectos colectivos.
–De otra forma, ¿en qué acertasteis y en qué os equivocasteis?
–Seguimos pensando que esa literatura compleja, polifónica, abierta, donde justo la nacionalidad no importa, sigue siendo algo que reivindicamos hasta el día de hoy. Y por otra parte, por momentos pareció que era una ruptura con el boom, y eso más que un error, yo creo que fue una manera equivocada de plantearlo. Más bien siempre quisimos pensar más en la continuidad que en la ruptura.
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