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Guía literaria para pensar como un escritor inglés

Toni Montesinos publica «Muy al norte en el turbio mar», un recorrido por las letras británicas, de Oscar Wilde a Ian McEwan, pasando por Ian Fleming y su James Bond
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El interés por la cultura inglesa ha observado en el ámbito español contemporáneo un mantenido interés. Basta recordar las crónicas periodísticas, ya clásicas, de Augusto Assía –«Los ingleses en su isla»– y Julio Camba –«Londres»– o, actualmente, de Eduardo Moga –«Crónicas de Inglaterra»– e Ignacio Peyró –«Pompa y circunstancia» y «Un aire inglés»–. El talante británico, plasmado en su literatura, fascina por una creativa simbiosis de modernidad y tradición. Así lo ha sabido recoger Toni Montesinos (Barcelona, 1972) en el ambicioso y conseguido ensayo «Muy al norte en el turbio mar. Una historia de la literatura inglesa». Novelista, poeta, crítico literario y diarista (de reciente publicación su libro «El fragmento honesto. Un diario de pasiones»), escritor de muy variados intereses, ha captado la excelencia, a través de los siglos, de una literatura que deviene en expresión de unas arraigadas formas de vida, tal y como se plantea en las primeras líneas de la obra: «El té de las cinco. El críquet. La caza del zorro. Dickens. La ropa de tweed. Oxford y Cambridge. El gentleman. Shakespeare. Las fish and chips. Todo lo inglés es, antaño y aún hoy, sinónimo de cosa bien hecha o de clase». Al igual que hiciera con la literatura francesa en su ensayo «Palabrería de lujo. De la Ilustración a Houellebecq» (2021), Montesinos traza un documentado recorrido crítico por las letras inglesas, aunando eficazmente teoría literaria con mirada historicista. El intencionado título del libro procede de la novela «El último hombre», de Mary Shelley, quien situaba aquí a Inglaterra «aposentada muy al norte en el turbio mar», sugiriendo la imagen de una aislada lejanía, de una entidad remota e imperfectamente conocida.
Salvar las distancias
Este ensayo contribuye decisivamente a salvar la distancia geográfica y cultural, ahondando en la riqueza intelectual y estética del británico universo. Desde Geoffrey Chaucer en el siglo XIV a las más palpitantes novedades, y con una clara y amena compartimentación temática, destaca el certero perfil de personajes ficticios o reales, que conforman un secular friso literario; «Robinson Crusoe», por ejemplo, es abordado como un mito de la soledad creativa; y «Lawrence de Arabia», más allá de su realidad histórica, se constituye en protagonista de una narrativa de la heroicidad combativa. Y fascinante la caracterización rigurosamente documentada de emblemáticos escritores y temáticas: Kipling, y su particular concepción del Imperio británico; la épica del mar en la narrativa de Conrad, y el imaginario futurista de H.G. Wells; la heterodoxia intelectual de Bernard Shaw, «socialista, ateo y vegetariano»; las recreaciones medievales del romántico Walter Scott, con su «Ivanhoe» al frente; la mitografía dublinesa del «Ulysses» de Joyce; el decadentismo rebelde de Oscar Wilde, y la irónica bonhomía de Chesterton; el dandysmo opiómano de Thomas de Quincey, y el ácido humorismo crítico de Evelyn Waugh; o, entre otras muchas cuestiones y referentes, el idealismo lírico de T.S. Eliot, la denuncia política de George Orwell o el realismo psicológico de Ian McEwan.
No se descuida el creciente protagonismo autoral femenino, abordando tan significativas escritoras como Jane Austen, las hermanas Brontë, Mary Wollstonecraft o Virginia Woolf. Y se valora, con reivindicativa mirada crítica y en su mejor excelencia, la literatura de arraigada incidencia popular. De este modo, penetramos en los misteriosos ámbitos del crimen con Agatha Christie, los delictivos enigmas resueltos por Sherlock Holmes, o las rocambolescas peripecias del espía con licencia para matar, el inolvidable James Bond, del un tanto olvidado Ian Fleming. Magistral la recreación de ambientes literarios, como el que llevó a la gestación del «Frankenstein», de Mary Shelley, en la legendaria Villa Diodati; o los referentes biográficos de Dickens –«El hombre que inventó la Navidad» es el título del apartado–, que tanto influirían en su obra. Mención aparte merece una determinada iconografía que ha devenido en símbolo de oscuras pulsiones humanas, en un contexto característicamente británico, y en alusión al tristemente famoso y desconocido Jack el Destripador, junto a toda la literatura periodística y ficcional que generó.
Muy destacable resulta la desinhibida mirada interdisciplinar, que relaciona música, cine o artes plásticas con los contenidos literarios, y no se obvian asuntos de cierta controversia, como la hispanofobia latente –o no tanto– y circunstancial o episódica que registra parte de la literatura inglesa. Ahondando en esta se ofrece una amplia radiografía ética y costumbrista de la sociedad british, con sus más característicos formantes y su propia idiosincrasia. Con rigor, amenidad y buen pulso narrativo este libro supone un extenso repaso a la vigencia (y alguna caducidad) de una materia literaria que no está así tan «al norte en el turbio mar», sino mucho más cerca, apasionante e imperecedera.