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Dickens, el «inventor» de las Navidades blancas

En el londinense Bloomsbury es posible visitar la casa-museo Charles Dickens, donde éste hacía de generoso anfitrión, y puede verse una exposición sobre cómo ha influido su mirada navideña en la modernidad

Imagen del «Cuento de Navidad» (1938), de Edwin L. Marin, en el que Reginald Owen (izda.) interpretaba el papel de Scrooge
Imagen del «Cuento de Navidad» (1938), de Edwin L. Marin, en el que Reginald Owen (izda.) interpretaba el papel de Scroogelarazon

«Canción de Navidad. Cuento navideño de espectros», «Las campanas. Un cuento de duendes sobre unas campanas que anuncian el final del año y la llegada del nuevo», «El Grillo del Hogar. Un cuento de hadas sobre la morada familiar», «La batalla de la vida. Una historia de amor» y «El hechizado. Y el trato con el fantasma». Tales serían estas historias que acabarían configurando todo un canto a la infancia y su deslumbramiento ante la Navidad y que, en una edición conjunta aparecida en 1852, llevó unas palabras previas de su creador, Charles Dickens, que acababan de esta significativa manera: «Mi propósito era, en una especie de mascarada fantástica con el buen humor que la época del año justificaba, despertar algunos pensamientos de afecto y tolerancia, si bien estos nunca llegan a destiempo en una tierra cristiana». Y a este respecto ninguna temporada es más pertinente que la navideña, cuando se producen las escenas más confortables, más hogareñas, aquellas que nos regala la estampa de una reunión familiar alrededor de los símbolos navideños y que tan maravillosamente reflejó el autor de la historia del codicioso Scrooge y de los otros cuatro relatos de índole navideña.

Todo lo relacionado con la vida de Dickens y su «invención» navideña es posible disfrutarlo en el número 48 de Doughty Street, en el barrio londinense de Bloomsbury: el hogar en que Dickens escribió «Oliver Twist», parte de «Pickwick Papers» y «Nicholas Nickleby». El visitante puede recorrer su estudio, las habitaciones de la familia y los cuartos de servicio, entre mil y un tesoros, como los borradores escritos a mano de las novelas citadas o el anillo de compromiso de su joven esposa, o sus muebles, vajillas, retratos, bustos de mármol, adornos y pinturas de porcelana. Se había mudado aquí con su esposa Catherine unos meses antes de que Victoria comenzara su reinado en 1837. La pareja crió a los tres mayores de sus diez hijos en la casa, y también organizaron muchas cenas y fiestas a las que acudían algunos de los escritores, actores y agentes teatrales más importantes de la época.

En estos días, además, se pueden presenciar varias representaciones navideñas dentro de la casa para, mediante un actor, Dominic Gerrard, enviar el mensaje de si un avaro moderno es capaz de cambiar sus costumbres, o si el espíritu de la Navidad es lo suficientemente fuerte en nuestro tiempo contemporáneo como para mostrarnos la importancia de la amabilidad. En los días indicados para ver el espectáculo se ofrece un vino caliente y los tradicionales pasteles de carne picada de Inglaterra. El mismo intérprete, además de contar la historia de Scrooge viajando una sombría noche de Navidad con los fantasmas que han sido enviados a reclamarlo, también ha adaptado «Las campanas» mediante una lectura, el día de Nochevieja, que celebra los 175 años de este relato sobre unas campanadas embrujadas y un personaje llamado Toby Veck que se siente triste cuando se acerca el Año Nuevo.

Será un placer mayúsculo recorrer este museo para todo aquel que tenga curiosidad acerca de cómo se vivía en el segundo tercio del siglo XIX, y no digamos al admirador de Dickens, como le ocurre al personaje que interpreta Matt Damon en «Más allá de la vida» (2010), dirigida por Clint Eastwood. El protagonista, un médium muy reservado que cree tener una maldición y que se siente próximo de aquellos que han tenido experiencias cercanas a la muerte, se entretiene escuchando audiolibros del autor, que además en la película están muy bien escogidos, al reflejar el momento vital y los sentimientos por los que atraviesa el parapsicólogo. Incluso el personaje, George, tiene un retrato de Dickens colgado en una de las paredes de su apartamento, y aprovecha un viaje que realiza a Londres para ver lo que hoy enseña el museo: alrededor de cien mil objetos, incluyendo diversos tesoros, como los manuscritos de diversas obras, las ilustraciones originales de sus historias navideñas, la primera tarjeta de Navidad impresa del mundo, junto con su copia de prueba. Se trata de una joya: litografiada y coloreada a mano, hecha en 1843 por Henry Cole, Joseph Cundall y John Calcott Horsley, presenta a una familia celebrando la fecha, flanqueada por imágenes de caridad navideña. Se imprimieron y vendieron mil con un precio de un chelín, pero, a pesar de su originalidad, no tuvo éxito y la próxima tarjeta diseñada para Navidad no apareció hasta cinco años más tarde; finalmente, la idea despegó y, en 1877, se publicaron 4,5 millones de tarjetas. Asimismo, el visitante podrá contemplar libros bellamente encuadernados con joyas de Sangorski & Suttcliffe, una compañía famosa por usar piedras preciosas y oro en las portadas de libros.

Es más, desde el pasado noviembre hasta el 19 de abril puede verse la exposición «Beautiful Books: Dickens and the Business of Christmas», que traza el nacimiento de la idea moderna de la Navidad en un contexto de cambio significativo en la Sociedad Británica. Y es que, a lo largo de su vida, Dickens fue muy sensible a las necesidades de su lector y al creciente mercado literario. Esta sensibilidad le permitió asumir un papel de liderazgo en el nuevo mercado editorial navideño que comenzó con «Cuentos de Navidad» en 1843, que fundó, por así decirlo, la forma en que vemos la arquetípica Navidad aún hoy. Sin embargo, más tarde el escritor comenzó a distanciarse de lo que se había convertido en una avalancha anual de libros festivos, historias y materiales de relleno. «Estoy harto de eso», le confesó a un amigo en 1868. Y ciertamente, como declaró Cindy Sughrue, directora del Museo: «En el siglo XIX, Dickens se convirtió en el rey de la Navidad comercial. Los cambios en el país crearon las condiciones perfectas para que publicara “A Christmas Carol”, algo bello tanto en contenido como en presentación. Si bien su historia celebra la importancia de la familia, los seres queridos y la generosidad de espíritu, fue parte de una explosión navideña comercial masiva, una dicotomía que irritaría a Dickens más adelante en su vida».

En la Gran Bretaña recientemente industrializada, los avances tecnológicos que revolucionaron el trabajo de los impresores, encuadernadores, compositores e ilustradores, la distribución y el consumo crecieron, al igual que la clase media con poder adquisitivo. La Navidad alentó a comer, beber y dar regalos y se convirtió en una época importante para la industria editorial, que suministró gran cantidad de libros como regalos. El más importante, ese creado por Dickens durante seis semanas, en el invierno de 1843, perfecto de extensión y hermosamente encuadernado con una cubierta dorada de color salmón, que costaba menos de la mitad del precio habitual de un libro de esas características. Se vendieron seis mil ejemplares en los seis días entre su lanzamiento y la víspera de Navidad de ese mismo año, y un crítico lo declaró «un beneficio nacional para todos los hombres y mujeres que lo leen». Todos los años, durante los siguiente veinticuatro (con solo dos excepciones), Dickens publicó libros, historias y textos especiales para sus lectores en Navidad.

La nieve y el cambio climático

La Navidad arquetípica desde Dickens es… blanca, nevada (en la imagen podemos ver la casa del autor). Los registros del servicio de meteorología británico revelan los duros inviernos de infancia. Una suerte de «Pequeña Edad de Hielo» de hace doscientos años, cuando Inglaterra experimentó una serie de siete inviernos especialmente severos entre los años 1813- 1841. Simon Eliot, profesor emérito de Historia del Libro en el Instituto de Estudios de Inglés de la Universidad de Londres, ha dicho: «A pesar del calentamiento global, la pintoresca escena de una Navidad blanca no muestra signos de desvanecerse. Dickens escribió para sus contemporáneos, no para nosotros, y fue una experiencia relativamente frecuente para ellos, con la cual sus lectores podían relacionarse fácilmente. Mientras que las imágenes heladas interminablemente atractivas continúan capturando nuestra imaginación, ¡vale la pena recordar que las estamos viendo despojadas de toda la suciedad y los olores que habrían acompañado una Navidad en Londres cuando Dickens estaba escribiendo!».