Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

El poder del mito: ¿Por qué en la era de la ciencia necesitamos más las leyendas?

Vivimos en sociedades avanzadas pero aceptamos, necesitamos y fabricamos nuevos mitos porque se encuentran en la propia fundación de la humanidad: un libro se zambulle en su esencia
Wikipediawikipedia

Creada:

Última actualización:

Probablemente no haya nada más importante en la vida que aprender mitología. Nos otorga una comprensión privilegiada del ser humano. El mito es una forma, a la par, de pensamiento y relato que lleva inspirando al sapiens desde que comenzó su vuelo racional y simbólico, con la revolución cognitiva. Nunca ha dejado de estar en mente y boca de todos, desde las artes plásticas a las ciencias, desde las ordalías de los cazadores-recolectores a las historias matriarcales del neolítico, desde la literatura clásica a la vulgata hollywoodiense o las series de Netflix. Es un lenguaje primigenio que lo impregna todo, una de las grandes narrativas patrimoniales de la humanidad, común a todos los pueblos de la tierra en todas las etapas históricas y niveles sociopolíticos. Desde hace mucho tiempo que el pensamiento mítico nos forma y nos conforma, Que la poesía y el arte se expresan con alusiones a este mundo es bien sabido, pero menos quizá que la medicina y la física no son ajenos a él, desde el complejo de Edipo al Big Bang.
Pero ¿qué es un mito? Sobre esta pregunta se han vertido los ríos de tinta desde no solo comienzos del XIX, cuando empieza la ciencia de la mitología comparada, sino mucho antes. “Mythos” es una palabra ricamente polisémica que cierta tradición europea, positivista, ha tendido a oponer a un “logos” epítome del pensamiento racional. Pero no es así. Desde la antigüedad hay muchas definiciones del mito al calor de las diversas corrientes de interpretación, alegoristas, historicistas, simbolistas y demás. Y desde el siglo XX a esta parte ha habido una cierta hinchazón mítica, sobre todo desde las aproximaciones del estructuralismo y de la teoría crítica y del psicoanálisis de nueva hornada, que ha llegado a ver mitos por doquiera: el mito de la lucha de clases, el de Greta Garbo, el de la guerra de sexos o de los coches de carreras... Además, como saben los teóricos de la mitología, desde la Escuela de París, a Blumenberg o García Gual, no se puede despachar el mito rápidamente en dos pinceladas ni se puede dejar de lado todo lo que tiene de fusión con las fabulaciones e incluso con las ficciones de ciertas musas falsarias, que ya mencionan Hesíodo y Píndaro en los albores de nuestra tradición cultural.
En suma, que no hay que tener prisa a la hora de definir y redefinir qué es mito, porque es un concepto que sigue importándonos sobremanera. Y a ello se dedican más de 800 páginas de un “magnum opus” de casi media vida que ha dedicado al tema José Manuel Losada, en su recientemente publicado libro “Mitocrítica cultural. Una definición del mito” (Akal 2022). La mitología ha sido utilizada por diversas ciencias y disciplinas, pero a veces ha habido cierta mistificación en cuánto a qué es lo mítico, como muestra al profesor Losada. Por ello su empeño es deslindar lo más claramente posible este tipo de relato tan profundamente humano de otros afines, a la par que liberarlo de algunas incómodas servidumbres, especialmente con respecto a las ciencias sociales del siglo XX. Muestra a las claras por qué el mito tiene interés para ser y constituirse como objeto de estudio independiente y permite suscitar las más ricas reflexiones. Y es que puede que el mito se encuentre en la base de la propia fundación de la humanidad. El mito, como punto de referencia y sentimiento de pertenencia, es mucho más antiguo que las banderas y los himnos, el derecho y los estados. “In principio erat fabula” / “en archē ēn ho mythos”. Es lo que nos hace acaso más reconocibles como humanos. Es un eco lejano del mito lo que escuchamos a nuestras abuelas camuflado bajo los ropajes del cuento como vieron los Grimm, Afanasiev y Propp, tras las viejas leyendas germánicas, rusas o celtas, cuando se dedicaron a recopilarlos. Allí, tras sus ropajes de princesas y caballeros se encuentran los viejos dioses y héroes, cuyos ecos llegarán tan lejos como Wagner y la música épica del siglo XIX. Pero más allá del cuento y de otros relatos fundacionales y “formas sencillas”, como la leyenda o el enigma, lo propio del mito es el toque mágico de la trascendencia. Así lo ve Losada, que va desgranando todas estas maravillas del mito de forma global, erudita y con afán taxonómico en esta obra que se me antoja ya un libro de referencia para el futuro en cuanto a la teoría del mito.
Desde al menos los comienzos del siglo XIX, y gracias a la mitología comparada, sabemos que mitos, dioses y héroes son correspondientes en diversas latitudes, épocas y culturas, y que expresan una gran historia paralela de la humanidad, con una serie de elementos invariantes que pueden coincidir en la esencia en unos cuantos argumentos básicos: temas, mitemas, mitologemas, escenas míticas, narratemas, símbolos, arquetipos, personajes… Me interesa la manera en la que Losada trabaja sobre el mito para deslindar nociones problemáticas –por difícil que esto sea– al hilo de la definición que propone: “Mito es un relato fundacional, simbólico y temático de acontecimientos extraordinarios con referente trascendente sobrenatural sagrado, carentes, en principio, de testimonio histórico y remitentes a una cosmogonía o una escatología individuales o colectivas, pero siempre absolutas”. Por eso Don Juan es un mito y Don Quijote no, por eso hay mito en Tolkien pero no tanto en Juego de Tronos: la cosmovisión mítica puede ser cruel y negativa, como en Lovecraft, o inspirada y metafísica, como en el mito del Grial. No se sumerge tanto su interpretación en las mitologías orientales, sino que se centra en un recorrido sugerente a través de textos, películas, series, óperas y diversas fuentes de nuestro entorno occidental, fundamentalmente indoeuropeo, pero también semítico. Se examinan entre lo literario, religioso, visual y musical numerosas historias tanto clásicas –la materia de Troya y la de Bretaña, siempre esenciales– como actuales –especial mención merece “American Gods” y el choque de las mitologías y la historia– de forma muy sugerente.
Muy variadas son las definiciones del mito, las pasadas y las que vendrán, así como los estudios de sus componentes, áreas paralelas o confluyentes. Conforman, empero, un lenguaje único, inconfundible: hay una presentimiento profundamente humano de lo que es mito que rebasa toda definición y tiende a una redefinición eternamente intuitiva. Es claro que sentimos algo especial cuando nos cuentan un mito. Hay una suspensión del juicio, un estado de ánimo especial, propenso a lo maravilloso, como cuando el chamán o la anciana de la tribu contaba los relatos básicos de la tribu en torno a la hoguera primordial o como cuando los personajes de Platón detienen su diálogo y definiciones para decir: “contemos ahora un mito”. Y entonces se invierte la caverna y conocemos de verdad lo hondamente humano, en una catábasis o un regreso al útero de la conciencia. Lo único es que, quizá, hoy la lumbre y el fuego son muy otros, catódicos o digitales, del cine, las series e Internet: pero las historias y los héroes siguen siendo en lo básico semejantes y siguen patrones parecidos: argumentos hay pocos, contados, lo que atrae indefectiblemente a nuestro cerebro más allá de todo “incipit” es las vidas ficticias de personajes ajenos en sus inminentes transformaciones y ordalías presentidas , .
El mito, en suma, encierra lo absoluto, e incluso en la época actual, definida por George Steiner como la era de la nostalgia de lo absoluto, volvemos más que nunca a los mitos en la gran pantalla. Al igual que ocurre con los cuentos maravillosos, y más allá, en la psicología, con los sueños, con el mito estamos hablando un lenguaje sencillo e inconfundible, que se ha escrito sobre nuestras vidas y sueños en los más diversos formatos, no importa si es óleo sobre lienzo, pintura sobre cerámica, tragedia, novela, largometraje o serie de televisión y cómic, incluso en los más modernos y recientes géneros que ha adoptado la creatividad humana. Las vivencias y el camino del héroe mítico –una senda simbólica que se refiere a un esquema circular biológico o biopolítico en busca de un tesoro, en pos de la tierra prometida, de regreso al hogar o, en fin, en las diversas misiones sobrecogedoras de la tradición–, sigue mostrando ese lenguaje fascinante y fácilmente comprensible de la narrativa patrimonial que nunca debemos olvidar.