María Oruña: «La gente tiene historias maravillosas, pero no nos detenemos, vamos muy rápido»
Para la autora es importante vivir, escuchar, para luego escribir, y con esas vivencias articula y publica «Los inocentes»
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El de la inocencia es un término interesante. ¿Quienes presumen de ella carecen de malicia? ¿Nace del desinterés o de la ignorancia? ¿Qué hace que un inocente deje a un lado su ingenuidad y comience a tomar partido? ¿Sufre menos una víctima que merece su yugo que una que lo recibe desde la inocencia? Nos guste o no, para todo existe un motivo, o al menos se lo buscamos: para vivir, para matar, para morir, para sobrevivir. La vía que tomemos para llegar a ello ya es cosa de cada uno. María Oruña juega con estas disyuntivas para hacer que el lector se haga preguntas: pero no, no hay nada casual, ni inocente, en ninguno de sus misterios. Todo tiene un motivo. Dice que escribe por impulsos, por pálpitos: «Es una cuestión de creatividad, obedece a unas chispas, a algo que no es racional. Suelo saber la temática, pero no las historias. Estas se configuran leyendo y viviendo mucho, y yo lo intento». Y es en uno de esos viajes vitales cuando Oruña, casi sin darse cuenta, fue configurando una nueva aventura para la inspectora Valentina Redondo: una mezcla de señales que recibe con la inocencia de una escritora sedienta de historias recónditas y sorprendentes.
Oruña nos recibía ayer en un escenario para nada casual: en el lujoso Balneario de Puente Viesgo (Cantabria). Es allí donde se desenvuelve la sexta entrega de su serie «Los libros del Puerto Escondido». Desde hoy en las librerías, «Los inocentes» (Destino) ofrece uno de los casos más dantescos a los que se ha enfrentado Redondo, la teniente de homicidios de la Guardia Civil que ya conocerán los lectores. En el Templo del Agua de dicho balneario se ha cometido un brutal asesinato múltiple. Los indicios apuntan a un posible atentado perpetrado con una peligrosísima arma química, y las víctimas son un grupo de empresarios de la construcción y del sector inmobiliario. Se encontraban celebrando su encuentro anual de la BNI (Business Network International), pero todo cambia cuando el número de fallecidos no para de aumentar. Asegura la autora que «no tengo comisión alguna con el Balneario. Yo pensaba en el entorno, un lugar idílico, tranquilo», y es cierto que Puente Viesgo puede presumir de ello. «Pero cuando me invitaron a conocer el viejo balneario, ahí sí que lo vi, porque era como descender en pocos segundos al siglo XIX».
«Mi objetivo es contar buenas historias y que sean espejos de la realidad como yo la veo»María Oruña
Al escenario se une «un crimen antiguo masivo del que leí, real, que me alucinó. Es de finales del XIX, y había sucedido en Escocia», explica. Y ya solo faltaban los personajes: «Gracias a mi profesor de tenis descubrí el BNI, donde diferentes profesionales colaboran llevando a alguien a cada encuentro, y así van creando contactos y una especie de cadena de favores sin nada económico de por medio. Me encantó este sistema. La gente tiene historias maravillosas, lo que pasa es que no nos detenemos. Vamos muy rápido». Entonces fue cuando lo vio claro: esos ingredientes los iba a juntar, «pero a lo grande».
En su claro objetivo de «contar buenas historias y que sean espejos de la realidad, tal y como yo la veo», dice Oruña, escogió el sector inmobiliario como «víctima» «porque me resultó muy fácil, no porque tenga nada en contra de él». La escritora es, además, abogada laboralista, «y cuando trabajaba en el bufete, en un curso se ponían ejemplos de modos de defraudar, y lo más habitual repercutía en este sector». Por ello, este mundo le era familiar, y lo quiso llevar a un punto «más espectacular, porque a mí me gusta implosionar con algo imposible para, después, ir resolviéndolo con conciencia».
Su experiencia profesional también le ha servido para las anteriores novelas de la serie, así como en «La mano del arquero», obra que autopublicó en 2013 y que nada tiene que ver con «Puerto Escondido». «Lo escribí para ayudar a gente que sufría temas de acoso laboral o abusos de poder», recuerda, y es consciente de su rabiosa actualidad: «Es una pena que un éxito tan extraordinario como el del equipo de fútbol femenino se haya visto oscurecido por esto, en lugar de aupar a esas mujeres valerosas y extraordinarias que han conseguido un hito», lamenta Oruña, e incide en que «no se está hablando de un beso, sino del absurdo que hay en esta masculinidad tóxica y enfermiza que lleva a no pedir disculpas. Es importante resaltar este movimiento que está surgiendo en contra de ello».
«Un autor debe ser consciente de su insignificancia, no me tengo en cuenta al escribir»María Oruña
Con esto, en la escritura de Oruña, además de propia experiencia, hay mucho de documentación, y así lo demuestra en «Los inocentes», para el que se ha inmiscuido en diversos cuerpos de seguridad, en experiencias forenses y en todo tipo de libros y manuales especializados. «Intento eliminar lo farragoso, lo más técnico, para destacar lo más colorido, lo que puede sorprender más a un lector», explica, pues «yo nunca me tengo en cuenta cuando escribo. Un autor debe ser consciente de su insignificancia, aunque no me influye si al otro lado hay diez mil o un millón de lectores. El respeto por el trabajo debe ser máximo y concienzudo». Y asegura que, así, «cada libro lo he disfrutado a mi manera». En el caso de esta obra, «me quedo con la acción. La última parte la escribí escuchando ‘‘I wanna be your slave’’, de Måneskin. Música cañera para imprimir esa velocidad». Le gusta, por tanto, divertirse haciendo lo que le gusta, que es escribir, mientras pone al lector en jaque. Quizá de eso trate la búsqueda de la inocencia: de disfrutar desde el respeto.