RAE
Machado: «Lo bien dicho solo me seduce cuando dice algo interesante»
El discurso de ingreso en la RAE que el poeta escribió y que nunca fue leído por él, fue pronunciado por José Sacristán y dio réplica Juan Mayorga
La voz de Antonio Machado cobró vida en la Real Academia Española (RAE) cuando el actor José Sacristán la hizo volar en un emotivo acto bautizado como «Los hermanos Machado, en la Academia», que fue celebrado en la tarde de ayer.
Académicos, literatos, amantes de la poesía y personalidades del mundo cultural no quisieron faltar a esta cita. Lo que allí se escuchó fue el discurso de ingreso a la ilustre institución que el afamado poeta nunca llegó a pronunciar (se cree que por las circunstancias políticas del momento) después de que fuera elegido para ser académico el 24 de marzo de 1927.
Dar visibilidad a este discurso fue una acertada manera de poner en valor la figura de Machado. No era la primera vez que esas palabras eran aprovechadas para resaltar su talento y su sabiduría. Fue escrito en 1931, pero no llegó a leerse en la RAE hasta 1989. En aquella ocasión, la voz la puso el poeta, escritor, académico y Premio Cervantes asturiano José García Nieto en un homenaje al autor de «Campos de Castilla» que fue abierto por el filólogo, dialectólogo y catedrático Manuel Alvar, quien por entonces era el director de la Docta casa.
Esta vez, Santiago Muñoz Machado, actual director de la RAE, fue el que inició el acto antes de que la inconfundible y solemne voz de Sacristán se alzara para pronunciar el discurso que Antonio Machado centró en una pregunta sobre la que se ha teorizado durante siglos: «¿Qué es poesía?».
En su comparecencia de apertura, Muñoz Machado puso en valor no solo el fuerte significado del homenaje a la figura del que es considerado «el poeta más celebrado y querido de los últimos 70 años», sino también a su hermano Manuel, recordando el ingreso en la RAE de dos hermanos a los que «la guerra separó».
La esencia de la palabra
Tras la apertura del acto, José Sacristán, con su voz, volvió a recordar cómo Antonio Machado, a través de su discurso, que «se ha convertido en un símbolo literario», según indicó Muñoz Machado, trató de buscar su propia identidad y de dar sentido a su labor de escritor a través de una profunda reflexión en respuesta a esa pregunta inicial que planteaba sobre la lírica y de la que él mismo se sorprendía. «Pregunta es ésta que yo muy rara vez me he formulado. Sin el examen de conciencia a que el acto de presentarme ante vosotros me obliga, la poesía no hubiera sido para mí un tema de reflexión», confesaba el poeta.
La esencia de la palabra, pasando por lo subjetivo, y como medio para dar forma a algo trascendental era lo que seducía a Machado: «Soy poco sensible a los primores de la forma, a la pulcritud y pulidez del lenguaje, y a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido. Lo bien dicho me seduce sólo cuando dice algo interesante, y la palabra escrita me fatiga cuando no me recuerda la espontaneidad de la palabra hablada».
El concepto del tiempo y la búsqueda del otro a través de la poesía tampoco faltaron en las reflexiones de su discurso de ingreso en la RAE: «Es evidente que la obra de arte aspira a un presente intemporal, debe darnos la sensación estética del fluir del tiempo». La palabra dejaba de ser solo suya para convertirse en algo universal: «Sin salir de mí mismo, noto que en mi sentir vibran otros sentires, y que mi corazón canta siempre en coro, aunque su voz sea para mí la voz mejor timbrada. Que lo sea también para los demás, éste es el problema de la expresión lírica. Un segundo problema. Para expresar mi sentir tengo el lenguaje. Pero el lenguaje es ya mucho menos mío que mi sentimiento».
El paisaje de Mayorga
Finalizada la lectura del discurso del escritor sevillano por parte de Sacristán, llegó el turno de la réplica del dramaturgo y actual director del teatro La Abadía, Juan Mayorga, basada en un texto que José Martínez Ruiz Azorín escribió sobre «Campos de Castilla» en el que se sumergía en la figura de Machado a través del paisaje castellano que estuvo tan presente en su obra. En el paisaje, como espacio físico y moral, Mayorga subrayó en su réplica cómo ambos autores se encontraron.
Azorín y Machado respiraron y compartieron, además de una mutua admiración, una misma atmósfera estética. Encontraron la belleza en objetos cotidianos y realidades que les rodeaban.
A través de ellos, huyendo de la extravagancia y de las florituras formales más forzadas y otorgándoles el poder del simbolismo, «el poeta se traslada al objeto descrito, y en la manera de describirlo nos da su propio espíritu», apuntaba el propio Azorín en su artículo sobre «Campos de Castilla» rescatado por Mayorga para su réplica al discurso. Así, en ambos autores se producía una analogía entre el paisaje y sus propias almas. La descripción de aquel traspasaba el mero realismo y se convertía en prisma o espejo del hombre. No podía explicarlo de forma más clara el propio Azorín cuando afirmó: «El paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus melancolías, sus placideces, sus anhelos, sus tártagos». «Sus paisajes no son más que una colección de detalles. Y, sin embargo, en esos versos sentimos palpitar, vibrar todo el espíritu del poeta».
Sentimientos como la pérdida por la muerte, la nostalgia, o la emoción trágica o dulce transitan a lo largo de poemas destacados por Azorín. Finalizó resaltando los versos de «Campos de Castilla», asegurando que «estas visiones de los campos de Soria, no están trazadas por una mano carnal, sino que son tan sutiles, tan aladas, tan etéreas, y al mismo tiempo tan reales y tangibles, que diríase que es el propio espíritu del poeta –no su cuerpo– el que alienta en esos paisajes».
En este homenaje, no faltó tampoco la intervención de Alfonso Guerra, comisario de la exposición «Los Machado. Retrato de familia», dedicada a los hermanos Manuel y Antonio Machado y que se podrá visitar desde este miércoles hasta el 29 de junio en la sede de la RAE en Madrid. Guerra quiso recalcar que «es la exposición de dos grandes poetas, no de un gran poeta y de otro poeta menor».
Entre las joyas que allí se podrán ver, se encuentran los últimos versos que Machado escribió en la frontera con Francia durante su viaje obligado al exilio. «Estos días azules y este sol de la infancia», escribió de su puño y letra. Antonio y Manuel nos hablan del mundo y de los grandes interrogantes. La exposición desmonta el mito de los dos hermanos enfrentados ideológicamente en la época de la Guerra Civil española.
Alfonso Guerra recitando a Machado
Como comisario de la exposición «Los Machado. Retrato de familia», dedicada a los hermanos Manuel y Antonio y que se podrá visitar desde este miércoles hasta el 29 de junio en la sede de la RAE en Madrid, Alfonso Guerra sorprendió gratamente en su comparecencia al atreverse a recitar con gran hondura y sentimiento algunos versos, entre ellos unos emotivos, escritos por Antonio, que demostraban el amor fraternal entre él y Manuel.
Aseguró Guerra que la memoria de los Machado seguirá siempre viva y añadió que «hoy vemos a los hermanos reunidos en la Academia por la historia y para la eternidad». Comentó, por último, que la exposición termina con un bello poema de Antonio que muestra el amor entre los hermanos. Con gran seguridad recitó los primeros versos: «Chopos del camino blanco/álamos de la ribera/qué tiene este verso madre/que de ternura me llena/que no lo puedo decir/sin que el corazón me duela/chopos del camino blanco/álamos de la ribera».
La poesía a través de Serrat y un público entregado
Joan Manuel Serrat fue el encargado de poner el broche de oro en este conmemorativo acto, protagonizando un recital que puso en valor algunos de los poemas del homenajeado. El director de la RAE le describió en su presentación como admirable personaje en tiempos de nacionalismos extremos que ha contribuido de manera natural a poner en valor el castellano y el catalán y destacó la gran labor que el músico y cantante ha realizado a lo largo de su carrera para hacer llegar a muchos rincones del mundo la poesía española poniendo música y voz a numerosos poetas. Con su repertorio, dijo Muñoz Machado, Serrat ha logrado transmitir «valores universales».
Muy agradecido se mostró el cantante por poder participar en este acto que homenajeaba a la Poesía, «un arma cargada de futuro», dijo. En 1969, Serrat puso música y voz a varios poemas de Antonio Machado en el disco titulado «Dedicado a Antonio Machado, poeta», el cual tuvo un gran calado y revolucionó la música popular en castellano. Muchas de esas canciones han traspasado a varias generaciones y se han convertido en auténticos himnos, como «La saeta» o «Cantares».
Nadie mejor que el cantautor para poner la guinda final a este acto simbólico que tuvo lugar en la RAE pocos días antes de que se cumpla el 150 aniversario del nacimiento del poeta y en su espíritu se hizo camino al andar ante un público asistente muy atento a todo lo que allí aconteció.
Los poemas del escritor sevillano y la voz de Serrat oxigenaron la atmósfera solemne que había invadido todo el espacio durante el acto. Resucitar a Machado y hablar de la Poesía, aquello que el hombre ideó para hablar de lo intangible, parecía y fue cosa seria que merecía el silencio sepulcral y la atención de todos los allí presentes. La académica voz de Santiago Muñoz Machado, el espíritu de Azorín unido al de Machado en boca del Premio Princesa de Asturias, Juan Mayorga y el tono grave, profundo, pero a la vez, cercano, de José Sacristán, lograron esa estampa respetuosa que Machado merecía.
Fueron sus poemas, unidos a la música y a la voz del único cantautor que logró hacer aún más famoso si cabe al poeta, los que aportaron la también merecida nota de celebración que la ocasión brindaba. También su sentido del humor, El artista tuvo un pequeño lapsus de memoria. Ante un olvido de unos versos de la canción «Retrato», dijo: «Sabía que esto iba a pasar, pero astutamente...», sacando a continuación un papel de un bolsillo para leer el resto del poema ante la risa y el aplauso del público, que apreció su profesionalidad y sus tablas sobre cualquier escenario.