Margaret Thatcher pierde la guerra cultural
El flamante primer ministro británico Keith Starmer decidió descolgar un cuadro de su antecesora que presidía una importante sala del número 10 de Downing Street
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Desveló el presidente del Gobierno Pedro Sánchez en sus memorias («Manual de resistencia»), por voz de su biógrafa oficiosa Irene Lozano, que la primera medida que tomó al llegar al Palacio de La Moncloa fue cambiar el colchón en el que dormía Mariano Rajoy, su predecesor al frente del Ejecutivo. No fuera a ser que, como dice el refrán, se volviera de la misma condición que el gallego. También José María González «Kichi», el penúltimo alcalde de Cádiz, nada más tomar posesión de su cargo decidió retirar el cuadro de Felipe VI que presidía el salón de plenos consistorial para poner en su lugar uno de Fermín Salvochea, regidor mítico, anarquista y decimonónico de la ciudad.
Asimismo, Tom Baldwin, el biógrafo del flamante primer ministro británico Keir Starmer, ha desvelado recientemente en una feria libresca que al poco de llegar al número 10 de Downing Street, el «premier» laborista decidió descolgar el retrato de la lideresa conservadora Margaret Thatcher de uno de los salones principales de la vivienda presidencial, ya que la mirada de la Dama de Hierro le resultaba «inquietante». Cuadros, colchones, coronas: cada uno con sus fobias.
Esta medida ha resultado controvertida en el Reino Unido, máxime en tanto que el retrato de la mencionada Thatcher presidía la estancia de Downing Street desde 2009, cuando precisamente un primer ministro laborista, Gordon Brown, en un gesto de conciliación y reconocimiento, encargó un cuadro de la lideresa «torie» al reputado retratista Richard Stone.
Una pintura valorada en 100.000 libras, que al cambio vienen a resultar 118.000 euros, y que, condenada al trastero de la historia, dan ganas de pintarle un «iuvet testes» («manda huevos») como puede leerse en el retrato de Federico Trillo en el Congreso de los Diputados.
Por otra parte, al poco de ganar las elecciones, Keir Starmer tuvo palabras elogiosas para con la baronesa Thatcher, que al parecer sentaron mal en el ala más radical de su partido, por lo que se puede interpretar este gesto como un movimiento para contrarrestar las loas.
En la pintura se aprecia a una Dama de Hierro imponente y elegante, con un gesto firme, la mirada viva y un traje de chaqueta azul. Stone retrató a una Thatcher pletórica, en su «prime» (que dirían ahora los modernos), a partir de una imagen que data del año 1982, tras ganar la Guerra de las Malvinas.
Si le ganó aquella guerra por una isla remota a los argentinos ahora parece, que con su «cancelación», Thatcher ha perdido la batalla en su propia casa, la batalla cultural. Después de muerta, como el Cid Campeador.
Aunque aseguran desde el Gobierno que el retrato de la antecesora ha sido recolocado con el del resto de «premiers» británicos, todo hace apuntar a que este gesto es el comienzo de la denostación de una figura crucial en la política británica y mundial del siglo XX.