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Metallica arrolla en su concierto más multitudinario en España

68.000 personas convirtieron el recinto de Valdebebas (Madrid), que próximamente acogerá el Festival Mad Cool, en un mar de gente que esperaba un enorme espectáculo.
El vocalista de la banda heavy metal Metallica, James Hetfield, actuó anoche en Madrid / Foto: Rubén Mondelo
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68.000 personas convirtieron el recinto de Valdebebas (Madrid), que próximamente acogerá el Festival Mad Cool, en un mar de gente que esperaba un enorme espectáculo.
Algunos habían pagado por la entrada lo que cuesta el abono de un festival medio en España. Otros, incluso más. Para ver a Metallica, ayer en Madrid, había incluso más público que el que muchos de estos eventos convocan. 68.000 personas convirtieron el recinto de Valdebebas, que próximamente acogerá el Festival Mad Cool en un mar de gente que esperaba un enorme espectáculo y soportó las fatigas dignas de un evento masivo (ya saben, colas en todas partes). Ya podemos decir que valió la pena. Porque los californianos, en plena forma como instrumentistas, fueron un festival en sí mismos, una apisonadora sónica y escénica que, apenas un año después de su última visita a la capital, rugió con sus mejores temas.
El escenario, de talla gigante, se levantaba delante de un parking de camiones difíciles de contar. La gira de grandes recintos de la banda, que incluye estadios de fútbol y castillos medievales, paraba también en la moqueta verde de Ifema, que ya lucía algunos de los iconos decorativos del festival madrileño, incluido el nombre en el acceso. En otros tiempos, puede que Metallica hubiera pasado de largo, pero ahora hay alternativas. Con «Ecstasy of Gold» de Ennio Morricone (que visita Madrid la próxima semana) dando la bienvenida y todos los móviles grabando, se hincharon dos globos aerostáticos que explotaron al final de «Hardwired». Marianne Faithful aparecía en las pantallas con «The Memory Remains» y James Hetfield, con el ojo a la virulé («me picó una abeja», se disculpó) y chupa de cuero, demostraba su presencia tan afilada como la guitarra de Kirk Hammett, ubicados a distancias siderales unos de otros, por las dimensiones de un escenario en el que bien podían aterrizar helicópteros.
La «familia Metallica» (como la calificó Hetfield), ya de cierta edad, se comportó como tal. Cuernos arriba y camisetas de giras pretéritas. Con «Unforgiven» incluso hubo quien se atrevió a cantar, aunque la mayoría grababa con el teléfono el baladón perfecto. «Somos mayores, ¿vale? Llevamos 38 años en esto y seguimos viviendo el sueño», dijo Hetfield después dándonos la razón. Han sobrevivido, que no es poco. El concierto superó su gira de 2018, más dispersa de sonido y repertorio, aunque también habría que preguntarle al que estuviera en la última fila, al cabo de 68.000 almas. Hubo llamaradas, festival de cambios de guitarras, y la sensación de estar viendo un tren acercarse propulsado por la batería de Lars Ulrich, es decir, lo que todo el mundo iba a buscar.
Tras un paréntesis de temas de «Hardwired to self destruct», su último álbum de estudio, precedido de un parón creativo, se atrevieron con «los Ramones de Algete», sí, Los Nikis, o algo así: presentaron «Brutus» y Robert Trujillo cantó algo indescifrable salvo por el «lo lo lo». Punk rock de Madrid, hermanos y hermanas, dijo Trujillo. También cayó «St. Anger» y quedaba la traca final: «One», «Master of Puppets», «Nothing Else Matters», «Enter Sandman» y «Seek And Destroy» calentaron la fría noche del descampado en Valdebebas.