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Miguel Ángel Muñoz: «De pequeño me tuve que caer en una marmita de energía...»

Acaba de rodar «Presunto culpable» y está inmerso en un nuevo proyecto familiar en el que ha grabado a su «tata».

Foto: Cristina Bejarano
Foto: Cristina Bejaranolarazon

Acaba de rodar «Presunto culpable» y está inmerso en un nuevo proyecto familiar en el que ha grabado a su «tata».

No pierde la sonrisa. De ahí que haya sido nombrado embajador de Orbit White. Tampoco el optimismo. Hace tiempo que descubrió que es un estilo de vida. Y nos lo cuenta.

–Elegido por Orbit, ¿cuál es una buena sonrisa?

–La que sale del alma, cuando uno está contento y no lo puede evitar.

–¿Cuál es ese momento en el que no puede evitar tomar un Orbit white?

–A mí me gustan mucho los chicles y si hay un momento concreto es cuando tengo que hacer una escena y besar a una compañera o compañero.

–¿Dónde anda?

–He estado seis meses rodando «Presunto culpable» y con el «Proyecto tiempo» de Isabel Coixet. Ahora toca descansar y ponerme con un proyecto personal al que llevo tiempo dándole vueltas. Quería hacer algo con mi «tata», tenía un sueño por cumplir y hemos rodado lo que queríamos.

–¿Cómo ha sido la experiencia de rodar con ella?

–De los momentos más felices de mi vida. Cuando tienes un sueño por cumplir desde hace mucho tiempo con alguien que es muy importante... Si doy con la historia y el tiempo lo permite, rodaremos una película, pero nunca el proyecto va a estar por encima de la salud.

–¿Cómo aguanta una agenda tan ajetreada?

–Creo que de pequeño me tuve que caer en una marmita de energía. Me encanta moverme, viajar, conocer sitios distintos... Me divierte. También admiro a la gente que le gusta parar, estar en casa, es algo que trabajo desde hace años en terapia y ojalá algún día pueda compensar un poco.

–Aun así, consigue hacer deporte.

–Me divierte, pero no soy un fanático. En los últimos meses apenas he podido ir a correr y hacer yoga, que son las actividades que más me gustan. En un mes empezaré a preparar la maratón de Chicago y no me perderé ningún plan que me apetezca, aunque tenga que correr cinco días a la semana.

–Cuando va a comenzar a grabar y escucha la palabra «acción», ¿qué es lo que más le asusta?

–Nada. Esa es la magia que me gusta de mi profesión. Cuando dicen acción puedo hacer cualquier cosa. Quizá antes creo que no voy a poder conseguirlo y me da miedo o vergüenza, pero es escuchar la palabra y puedo hacer lo que sea. A lo mejor cuando dicen «corten» me arrepiento, lo paso fatal y no lo he conseguido. Pero ese momento de ficción del actor es lo que más me gusta, donde todo puede ser posible.

–¿Le gusta verse?

–No me gusta, no recientemente. Cuando he terminado los trabajos prefiero no verlos. Verlos con gente es un calvario y los estrenos, ni te cuento.

–¿Se es más feliz así?

–Creo que hay cosas más importantes que verse a uno mismo. Me canso de verme en las redes sociales, que ahora son tan importantes y, en realidad, si no fuera por trabajo, ya no me divierte tanto. Prefiero disfrutar de mis amigos e ir al teatro a ver a otros.

–Es usual ver en sus redes sociales el #happy. ¿Qué es la felicidad?

–Para mí un estado momentáneo. Si tenemos salud, todos somos felices en algún momento del día. Yo ahora mismo soy feliz y me gusta decirlo y postearlo porque creo que las cosas positivas hacen bien a quien lo recibe y si hay medio millón de personas que lo leen es mejor que lean que soy feliz que una queja. No es que esté así todo el tiempo, tengo también mis momentos tristes.

–¿Siempre fue tan optimista?

–Siempre lo he sido, pero desde que me di cuenta de que lo era y del bien que me hacía, lo soy más. Y no me cuesta trabajo, se ha convertido en un estilo de vida.

–¿Dónde busca cobijo?

–Da igual que tengas un millón de seguidores o que te digan por la calle que te admiran, eso es agradable, pero lo más importante es que te quiera la gente que tienes alrededor y reconozcan tu esfuerzo y tu trabajo.

–¿Las redes sociales se pueden convertir en una obsesión?

–Sí. Vivimos en un mundo en el que la tecnología va más rápido que nuestra capacidad para asimilar, hasta para los millennial. Tengo la juventud suficiente como para haber entrado y que no me parezca extraño, pero me sobrepasan muchas veces y sí es posible que se conviertan en una obsesión. Cuando surgieron, por mi curiosidad ante todo en la vida, quise estar, por eso acumulo bastantes seguidores, y durante un tiempo, sobre todo cuando viví en México, me di cuenta de que estaba enganchado a las redes sociales y como terapia me quité los datos móviles en el teléfono. Desde hace tiempo, como tengo que seguir activo porque forma parte de mi trabajo, intento dedicarle el tiempo justo y recordarme que no hay que estar ahí todo el tiempo. Si fuese por mí preferiría no tenerlas. Antes las relaciones personales eran mucho mejores que con tanta tecnología.