Omar Montes, un maleante por bulería
Lanza su álbum «Quejíos de un maleante», en el que cuenta con la colaboración de grandes del flamenco como Tomatito o La Tana
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Pasó su niñez entre bulerías por Jerez y rumbas entre portales. El cante de sus familiares y amigos y las sirenas de policía le impregnaron de inquietudes que solo podría expresar a través de la música. Omar Montes creció en las calles del barrio madrileño Pan Bendito, «estudié en frente del colegio de pago y fui a la universidad de la calle, y no me ha ido mal, estoy aquí gracias a eso», explica a este diario. Se encuentra en un punto especial, pues acaba de convertir ese flamenco que escuchaba junto a sus abuelos en un nuevo disco, que les dedica a ellos y define como «una obra maestra». Se trata de «Quejíos de un maleante», álbum con una introducción –con voces de sus abuelos y el zapateo de su hermano– y 14 canciones, en las que «rescato lo más puro del arte flamenco para llevarlo a otro nivel, a uno más comercial, añadiéndole una estética drill, un flow de maleante. He mezclado lo que yo llamo flamenco bajo mundo, porque son sonidos que salen del barrio más bajo, de la periferia, y se difunden por el mundo».
En el disco se reflejan los recuerdos más personales del artista, a través de canciones como «Bulería de los maleantes», «Patio de la cárcel», «Metío en un lío», «Armadura de Cartier» o «Siempre fui él». En ellas, cuenta «historias mías, de gitanos», así como anécdotas de robos, amores dignos de ramitos de violetas o sus propósitos de vida: «Siempre he pensado que moriría joven», asegura Montes, y es por ello que todo éxito lo toma como un legado que dejar a su familia, con tal de que no sufra las penurias que a él le tocaron de joven. Eso sí, todo ello sin dejar de ser nunca un maleante, «porque yo me he criado así y es mi estilo de vida», explica, «me siento feliz en mi barrio, y nadie me va a sacar de ahí. Estoy como un león en su hábitat, donde se la goza. A lo mejor en el barrio, al lado mío, están haciendo sus transas, pero yo estoy feliz, me he criado en este ambiente y no me sorprende». Además, no le canta al flamenco de sus raíces solo, pues ha contado con la colaboración «de los más grandes del flamenco»: desde La Tana a Duquende, pasando por Israel Fernández, Tomatito, Estrella Morente o El Piraña, así como Farruko y Malú. «Todos tenían una buena predisposición porque me conocen,y además entre gitanos nos entendemos. Estrella Morente no se montaría en una canción ridícula. Los he convencido con la música», asegura, y añade que de esta manera «quiero cultivar mentes en un futuro con este disco, ser recordado por esta pequeña obra de arte que tiene el corazón de todo el que ha participado. Busco mi propia evolución y un movimiento, porque hasta el día de hoy esto que traigo no estaba hecho».
Es importante para Montes este disco hasta tal punto de que ya no solo puede cambiar la percepción artística que se tiene de él, sino que a la entrevista con este diario acudió con fiebre. Pasó la noche anterior rozando el 40 en el termómetro, y aún así el músico recogió fuerzas para presentar en condiciones el álbum y soltar su mayor quejío: «El flamenco lo estamos perdiendo», opina, «cada vez se escucha menos y hay más reguetón, hay más influencias de otras culturas que llegan a España. Pero la influencia de España no termina de llegar a los demás continentes. Yo quiero echar una mano ahí, ya que tengo un buen altavoz, y darle visibilidad. Al flamenco, si le damos una vuelta y le metemos un poco de orégano, sal y pimienta, al final se presenta de otra forma y entra mejor».
A por el Grammy
La reconversión de Montes para dar forma a este disco ha sido, por tanto, fundamental. Entre las sorpresas que hoy muestra a sus seguidores, se incluye la del autotune: es la primera vez que el cantante no utiliza esta herramienta para su voz. «El autotune es un invento payo que no entiende de quejíos», asegura, y por ello ha intentado mostrarse como músico de una forma más cercana que nunca. Eso sí, explica que su objetivo no es dar voz a los gitanos a los que les canta en el álbum, pues «los gitanos tienen voz propia y siempre han tenido mucho arte». Aunque lo que sí quiere es «petarlo. No quiero sonar pretencioso», continúa el de Pan Bendito, «pero quería que este disco fuera una música que se tenga que estudiar este día de mañana. Quería hacer mi “Lágrimas negras” personal». Tales son sus expectativas que ante la pregunta de adónde quiere llegar si tuviera que dejar Pan Bendito, Montes no lo piensa y asegura que «a ganar un Grammy. Quizá no lo gane nunca, pero me hace mucha ilusión. Hay gente que lleva toda la vida haciendo lo mismo que yo y mucho mejor y no lo gana, pero soñar es gratis». Mientras tanto, y tras dos años con este proyecto, el flamenco y la exigencia que conlleva interpretarlo los deja a un lado, asegura, para poder seguir viviendo su vida al más puro estilo de un maleante.