Crítica de clásica

Complejo lisztiano

Igor Levit es un pianista sorprendente por muchas razones

Igor Levit, junto a su piano, ha pisado recientemente el escenario del Auditorio Nacional
Igor Levit, junto a su piano, ha pisado recientemente el escenario del Auditorio NacionalPepe TorresAgencia EFE
Obras de Brahms/Bussoni, Hersch, Wagner/Kocsis y Liszt. Igor Levit, piano. Grandes Intérpretes de la Revista Scherzo. Auditorio Nacional, Madrid, 13-XII-2022.

Levit es un pianista sorprendente por muchas razones. Ha vuelto al ciclo de la Revista Scherzo con cuatro composiciones bien ordenadas y relacionadas de algún modo estéticamente. Todo para terminar con la monumental “Sonata en Si menor” de Franz Liszt, de la que el pianista nos ha brindado una interpretación rutilante, de un muy sugerente planteamiento analítico en el que tardamos en entrar. Al final todo quedó claro.

En la obra se plasman fundamentales principios poéticos. Aquí la forma sonatística tiene un tratamiento de extraordinaria libertad, de una originalidad fuera de norma gracias al trabajo de variación temática. Los diversos motivos que configuran la obra son manejados y dispuestos con una técnica que podríamos considerar rapsódica, aunque en el fondo la estructura sea verdaderamente firme y reconocible; posee un orden riguroso y estricto. Y en ello abundan las notas al programa de Martín Bermúdez. Tras un comienzo sorprendente por lo acelerado, expuesto, desde el “Lento” inicial al “Allegro” subsiguiente, como si el pianista quisiera dibujar de un plumazo la intrincada selva temática, enseguida todo tomo otro rumbo.

A la postre, Levit nos fue explicando la compleja maraña paso a paso, compás a compás, con una claridad proverbial. Y asistimos de nuevo a su peculiar manera de búscar efectos contrastantes de extrema aquilatación agógica que pudieran parecer a algunos excesivamente caprichosos. Claro que en la interpretación de una partitura, que es al fin y al cabo un libro abierto que presenta mil posibilidades, eso siempre es difícil de concretar. Fue por ello una visión especialmente concentrada, la ideal para dejar al descubierto los intríngulis de la composición, que nos pinta, de manera pasajeramente grandilocuente, los contrastes emocionales del músico, expuestos desde los más auténticos presupuestos de la forma sonata, entendida esta como una libre fantasía.

Incisivo o elegante, presuroso o retenido, fustigante o tranquilo Levit nos fue convenciendo poco a poco. En sus modos, y es curioso, hay pasajes en los que elimina el empleo del pedal, como sucedió al incio de la segunda mitad de la obra, tras el descenso a los infiernos. Una curiosa interpretación con tiralíneas pero de una intesidad rara. ¡Y qué impresionantes octavas! Medios técnicos y expresivos puestos ya de manifiesto en las partituras precedentes. Los “Seis preludios corales” de Brahms para órgano (1896) trasladados al piano por Bussoni de un total de once; concretamente los números 4, 5, 8,9, 10 y 11, fueron tocados sin una mácula.

El programa se completaba con las “Variaciones sobre una canción popular” del norteamericano Fred Hersch (1955), un compositor centrado en el mundo del jazz, estupendo y reconocido pianista, educador y activista, que en esta composición mostraba su inventiva para trazar bevísimos y frescos cuadros de aire jazzístico (estreno en España) y por la discutible transcripción del “Preludio” de “Tristán e Isolda” de Wagner debida al pianista Zoltan Kocsis (Curioso que Levit no tocara la versión del priopio Liszt de la “Muerte”). Buen trabajo que desembocaba sin solución de continuidad en la “Sonata” lisztiana. Muchos aplausos y un bis: “Habla el poeta” de “Escenas de niños” de Schumann. Un buen contraste. Aforo terciado. Los ausentes se perdieron un concierto de alto interés.