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Triana, el grupo que hizo historia desde Madrid por nostalgia de Sevilla

Un musical rendirá homenaje a la obra del grupo en el que ha participado el último superviviente del grupo, Eduardo Rodríguez Rodway
MARISCAL AGENCIA EFEEFE

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Como decía Morente, tenía que haber un camino que llevase el rock al flamenco y esa vereda la encontraron Triana. El trío, formado en Madrid en 1974, hizo historia con un puñado de discos que el único superviviente del grupo, Eduardo Rodríguez Rodway define como «un movimiento enriquecedor para todo el país». «Éramos emprendedores, en realidad, porque no queríamos depender de los patrones extranjeros», dice el guitarrista y compositor sobre la trayectoria de una banda que ahora verá sus canciones llevadas de nuevo al escenario en forma de un musical que será interpretado por Nacho Campillo, Manuel Escudero y Diego Martín, en Madrid, el 13 de febrero.
Rodríguez Rodway llegó a Madrid en el año 68 sin saber que se quedaría durante 25 años. Debutó en el rock con una primera formación que hacía versiones de Elvis y, después, en los Payos, vivió el megaéxito de «María Isabel». Sin embargo, le pasaron las cosas que sucedían por entonces. «No éramos pocos los que fumábamos porros y a mí me pillaron. Me metieron preso en Carabanchel tres meses y luego en el hospital penitenciario, que parecía que hubiese matado a alguien». Los Payos terminaron al cabo de solo cuatro años de lucrativa carrera. «Tenía billetes, y eso que antes estaba más ‘’pegao’' que una calcomanía...», ríe. Vivía en el barrio de «La Prospe» de Madrid y un día llaman a la puerta. Era Jesús de la Rosa. «Nos entró la nostalgia de Sevilla, nos pusimos a hablar y me contó que estaba buscándose la vida. Él estaba con Los Bravos, y me dijo que, como tenía mucho acento andaluz, no les gustaba. Yo le dije: “pero con lo bien que tú cantas...” y bueno, fue encontrar lo que estaba buscando. Llamó a mi puerta». El destino. «El destino. Allí mismo, ese día, le grabé. Me dijo que tenía algunos temas y le pedí que me los enseñara. Y allí, en mi casa, como tenía varias guitarras, le di una. Y el “notas” me canta “Señor Troncoso”. Ahí empezó todo. Yo estaba mejor posicionado y le daba algo de dinero para que fuese tirando mientras empezábamos a trabajar los temas».
No tuvieron conversaciones sobre quiénes querían ser, lo hicieron sin verbalizar. «Grabé los ensayos y fuimos los primeros sorprendidos. No sonaba como nada que hubiéramos escuchado», dice el guitarrista. Pero faltaba el tercer miembro, Tele. «Había que meter un percusionista. Y tenía que ser uno que entendiera el flamenco, que tenga el compás. Y que fuera andaluz. Yo me determiné por ‘’el enano’', el Tele. Que al final me salió rana...», dice recordando cómo el batería continuó girando bajo el nombre de Triana tras la muerte de Jesús de la Rosa. «En la música tienes que sacrificar cosas para conseguir otras. Él era el batería idóneo. Cuando estábamos juntos, teníamos un trato profesional con Tele, aunque estaba todo el día “liándola”. Jesús y yo éramos muy parecidos en caracteres. Íbamos juntos, él se compró una casa y yo otra al lado. Al enano había que darle de comer aparte», ríe Rodríguez Rodway.
Grabaron un single con dos caras: «Luminosa Mañana» y «Bulería 5 x 8» («Recuerdos de una noche»). Fueron rechazados sistemáticamente. “Yo los llevé a CBS e Hispavox y me dieron con la puerta. Fueron estúpidos. Pero a los Beatles les pasó lo mismo con la Decca”. Y entonces, aparece el cuarto sevillano crucial en esta historia, Gonzalo García Pelayo, figura de la contracultura hispalense y que también andaba abriéndose camino en Madrid: «Les conté que nos habían rechazado. Y él, como es más listo que el hambre, vio que era bueno». Vendieron 19 copias, pero se transformaron en 4 millones. «Nos lo curramos mucho. Gonzalo abanderó el movimiento andaluz que a mí me parecía muy bueno. No tanto como productor, que discrepo de él en ese aspecto, pero sí como visionario del movimiento andaluz. Fue un portavoz que hizo llegar a los medios nuestro trabajo”, recuerda.
El guitarrista discrepa del papel de productor de García Pelayo porque “al estudio íbamos con todo medido y planificado. Todo cerrado. Así que más que productor él, éramos nosotros -dice-. Yo he producido, pero voy desde los ensayos, para conocer los temas y cómo se desarrollan. Tener opinión desde el principio, no cuando el trabajo está hecho. Nosotros lo llevábamos todo ya perfecto. Y estuvo bien, porque produjo los tres primeros”, rememora. Las discográficas llamaron, pero Triana nunca aceptaron sus términos: “No, porque no admitíamos ninguna fórmula. ¿Los temas tienen que tener tres minutos? No, van a tener lo que haga falta, 6, 8, o 10... nunca aceptamos otra cosa”.
De aquello quedó un movimiento enriquecedor. “El flamenco cogió una altura buena porque es una de las mejores músicas que existen, pero no estaba reconocido. Social, cultural y políticamente cambió su imagen. Antes estaba denostado por los propios señoritos andaluces, que iban al flamenco con las queridas y pagaban limosna a los artistas, si es que pagaban. Pero Camarón de la Isla, Morente, Paco de Lucía, Lole y Manuel y Triana formamos un movimiento que dignificó el flamenco. Cambió el panorama político, también. España era un cuartel. Dimos un paso adelante culturalmente”. ¿Cuál es el mensaje que perdura de Triana? “Es poesía pura. Es la difícil sencillez. Una vez está hecho, algunos dirán que no están difícil. Sigue vigente porque es una música y una poesía apasionante. Todos queremos y nos enamoramos y es una música sin frontera ni bandera. Es para todo el mundo. Yo sigo escuchándola y me emociono”.
En el lado amargo, está el pleito que mantiene Rodríguez Rodway por el nombre de Triana. “Eso viene porque “el enano” salió rana. Y mientras estaba vivo, bueno, tenía que comer... Pero una vez que se muere, ya no. Es una ignominia y son falsificadores, vendedores de la falsa Andalucía... yo estoy absuelto por el Supremo de este país, que me protege. Son unos ladrones. Estoy procurando que no sigan haciéndolo. Todavía tengo un juicio, porque no voy a soportar unos impostores y músicos mercenarios. Y tengo todo el deber de defender mis principios, porque esta gente son ladrones. Dicen que son lo que no son, están engañando al público. Y a mí no me vence nada más que la muerte. Hay que tener lealtad a los principios”.

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