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Diego Mas Trelles: «Xavier Cugat hacía de sí mismo en Hollywood»

El documentalista estrena «Sexo, maracas y chihuhuas», sobre la fascinante vida del músico español que encandiló a Norteamérica, único hispano con cinco estrellas en el Paseo de la Fama

Diego Mas Trelles
Diego Mas Trelleslarazon

El documentalista estrena «Sexo, maracas y chihuhuas», sobre la fascinante vida del músico español que encandiló a Norteamérica, único hispano con cinco estrellas en el Paseo de la Fama

Dijo Xavier Cugat que, caso de que existiese la reencarnación, le gustaría volver a vivir exactamente la misma vida. No es para menos. Lo fue todo en el Hollywood de los años dorados y es el único español con cinco estrellas en el Paseo de la Fama. Diego Mas Trelles rescata su inabarcable figura en el documental «Sexo, maracas y chihuahuas», que se estrena hoy.

–Director de orquesta, compositor, caricaturista, coleccionista de perros, mujeres y dinero, productor, empresario... ¿Qué no fue Xavier Cugat?

–No fue conductor de coches de carreras (risas). Lo cierto es que era una estrella de la radio, un «best-seller» de discos y una estrella de la música en vivo, el cine y la televisión. No es por darle coba, pero en los carteles de cine tenía el mismo tipo de letra que Fred Astair o Rita Hayworth... En muchas películas, incluso de ficción, hacía de sí mismo, lo que manifiesta que era una celebridad.

–Imposible no sentir fascinación hacia su figura.

–Lo que me atraía era esa multiplicidad que tenía, como Zelig, el personaje de Woody Allen. Si miras fotos de esa época aparece Cugat en todas: con jugadores de beísbol, políticos, presidentes, ya sea en Estados Unidos o en Japón, en Filipinas... A mí me gustaba mucho su música y fue lo primero que me acercó al personaje, aunque lo descubrí viendo sus películas en technicolor. Me he encontrado referencias a su música incluso en el cine de Won Kar Wai. ¡Ya ves, en una película en Hong Kong escuchando música de un tío de Gerona!

–¿Qué es lo más sorprendente que ha descubierto de Cugat?

–Lo más curioso fue cuando estaba buscando el cartel que hizo para «Luces de la ciudad», de Chaplin. Me dirigí al Archivo Chaplin en Suiza y me dijeron que tampoco allí lo tenían. Pero me contaron que existía un proyecto de largometraje entre él y Cugat del que sólo quedana trazas por su correspondencia. Nunca llegó a ver la luz aquello.

–La lista de sus mujeres es sonrojantemente larga. Llegó a ser casi un emblema del donjuanismo latino, ¿cierto?

–Pinta de «latin lover» no tenía, pero es evidente que las mujeres le gustaban mucho. Su problema es que mezclaba relaciones afectivas con las de negocios y en el momento en que ellas se empezaban a independizar se rompía la relacion. Así pasó con Rita Montaner, por ejemplo. Luego dejó a Carmen Castillo por Lina Romay, con quien no se casó y por celos terminó con Abbe Lane, porque ella empezó a trabajar por su cuenta. Siempre existieron infidelidades por ambas partes en sus historias de amor. La amante más sorprendente sería Lana Turner, aunque no se sabe si el anuncio de su boda fue sólo márketing. Nunca se casaron.

–¿Cuál fue la más importante de su vida?

–Abbe Lane sería con la que más tiempo estuvo y de quien estuvo más enamorado. Su gran amor. Siempre se casó con chicas muy jóvenes, y algunas, como Carmen Castillo, entró en depresión cuando la dejó Cugat.

–Amigo de Al Capone, Rodolfo Valentino, Cole Porter, Clark Gable, Nixon, descubridor de Woody Allen y Frank Sinatra, «padrino» de Rita Hayworth... ¿A través de la figura de «Cugui» se puede entender todo el Hollywood de la edad dorada?

–Sí, aunque es cierto que en aquella el mundo del «show business», el espectáculo, los cabarets, los cines, los casinos, estaba menos compartimentado. Eso facilitaba relaciones. Cugat, por ejemplo, ya era una estrella de la radio cuando lo contrata Capone; era popular y, por tanto, sabía que le iba a traer gente al «chiringuito». Además, en esa época se veía natural esa proximidad entre mafia y espectaculo, había admiración mutua. Y con los presidentes lo que pasaba es que, aunque a él desde luego le gustaba la cercanía con el poder, ellos lo buscaban. No le hacía ascos a nadie ni de nadie hablaba mal.

–Sus últimos años están un poco manchados por el ridículo: un anciano con peluquín bautizando chihuhuas con tequila y del brazo de jóvenes mantenidas.

–A lo mejor hacía el ridículo, pero se divertía y no le importaba. Siempre mantuvo una sonrisa socarrona en la tele, consciente de que actúaba como un personaje. Si se reían de Charo Baeza (su última pareja), que no hablaba inglés y era un poco basta, él entraba en el juego. Estaba de vuelta, no le importaba el ridículo y se lo pasó pipa. Cuando estaba con Yvonne Martínez era consciente de que ella se aprovechaba de él, pero le gustaba esa latina y se sentía acompañado. No se dejaba engañar, era muy listo. Sólo lo engañaron (casi) para montar una empresa de crecepelos con Frank Sinatra a finales de los 50. Se olieron el engaño y encerraron a un calvo en un hotel y le iban dando el crecepelos. Y aquello no funcionaba.

El lector

«Leo Prensa sobre todo durante el fin de semana, por los suplementos y porque tengo más tiempo. Los otros días miro especialmente los digitales y si se trata de una noticia importante la veo en todos los periódicos en su versión web. Me considero un lector voraz, por lo que no me conformo con un solo periódico». Como buen documentalista, confiesa, la Prensa es también una gran fuente de materia de investigación.