Música
Sidecars, con adornos y buena letra
El viernes lanzan «Everest», séptimo disco con el que la banda madrileña asegura haber iniciado una nueva etapa
Claro que hay nervios. Confiesa Juancho, voz y guitarra de Sidecars, haberse tomado un Valium la noche antes de conceder esta entrevista. «Hacía tiempo que no sentía que me iba a dar un ataque de ansiedad por pensar en un disco. Pero son nervios porque tenemos ganas, ilusión». No es un álbum más. Este viernes publican el séptimo y, para el grupo, que completan Ruli en la batería y Gerbass en el bajo, «es el mejor puñado de canciones que hemos tenido, al que se le suma un cambio de etapa por sonido o producción. Arrancamos una era verdaderamente nueva», añade el cantante. Se trata de «Everest», y no porque hayan alcanzado la cima. Dice Juancho que sí, «la vemos, pero por encima de las nubes todavía. El camino es muy largo», ante lo que Gerbass matiza que «ser una banda consolidada te condena a veces al ostracismo. No por eso somos menos interesantes ni hacemos canciones como churros. Seguimos creciendo, y queremos dar oportunidad de, también a quien no lo ha hecho en estos años, volver a descubrirnos».
Estamos ante unos Sidecars distintos, por varios motivos. «Es la primera vez que hemos parado», apunta Ruli, y estrenan aventura en términos de producción. Tras cuatro álbumes trabajando con Nigel Walker, esta vez han contado con Paco Salazar, «que está muy en forma ahora mismo, sentíamos que era la persona que podía ayudarnos con un cambio de sonido», dice Juancho. Han vivido una transformación creativa que para el oyente puede resultar sutil, pues protegen su sello de crear canciones pegadizas y melódicamente reconfortantes. Temas que invitan a la contracultural calma de dejar los estímulos a un lado para sólo hacerse con lo sensitivo. Entonces, ¿dónde han puesto el foco del cambio? «A las canciones les hemos puesto algún adorno, el sonido de las baterías es diferente y se ha abierto mano con los sintetizadores», desgrana Gerbass, «incluso hemos arriesgado en ciertas estructuras de las canciones». Se sonroja Juancho al hablar de este cambio de sonido, «porque es algo que sentimos nosotros. Venimos trabajando durante años de una manera, y le hemos dado una vuelta de tuerca, para volver a ponernos alerta». Para el oyente seguirán siendo canciones de Sidecars, y «para nosotros es como cuando estás acostumbrado a llevar pantalones de pitillo, y de repente compras uno ancho y dices, guau, qué exagerado. Sólo lo notas tú».
Sabios y nostálgicos
El álbum sirve de aliento en tiempos de crisis. «A cámara lenta», «Un granito de arena», «Eclipse» o «Diez segundos» (junto a Iván Ferreiro) suenan a esperanza, invitan a huir de la invasiva exactitud actual. Ha sido siempre –en 2026 soplan dos décadas– una de las fortalezas de Sidecars esa de ser capaces de disfrutar paso a paso, aprendiendo, a veces incluso sin conexión ni cobertura. Y no es tanto algo generacional: existen artistas jóvenes que, a pesar de haber crecido en la era internauta, escapan de estímulos digitales y redes sociales. Reflexiona Gerbass que, en su caso, «somos los viejos sabios que conocimos el mundo antes de la droga del smartphone, y es una fortuna porque te da perspectiva. Incluso a veces lo miramos con nostalgia. Está demostrado que no es bueno, la OMS insiste en que protejamos a los menores, porque el cerebro se daña». Quizá escuchar estas canciones permita curar heridas, desde la dulce experiencia de la pausa. Y escalón a escalón ir subiendo, con nervios y buena letra, hasta conquistar el siguiente campo base que precede a la cima.