"Muyeres": el alma del folclore en peligro de extinción
Marta Lallana dedica su segundo largometraje, de no ficción, a la tradición oral asturiana de romances, cantares y leyendas
Valladolid Creada:
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Cuenta Marta Lallana, que acaba de estrenar “Terenci. La fabulación infinita” en Filmin, que su primer contacto real con el folclore asturiano fue a través del músico Raúl Refree (productor y colaborador, entre otros, de Rosalía). Tras colaborar con él en la banda sonora de “Ojos negros” (2019), la siempre recomendable ópera prima de la directora catalana, Lallana quedó prendada de las historias sobre las últimas guardianas de la tradición oral pasado el túnel del Negrón. Fue así como inició una investigación (y hasta “obsesión”, reconoce) sobre los romances, cantares y leyendas que no estaban escritos ni grabados en un pentagrama, que solamente se pasaban de madres a hijas en Asturias y que, como una generación entera, se estaban muriendo.
Ese fue el germen de la nueva “Muyeres”, segundo largometraje de Lallana, presentado en la Seminci y una exploración poética del concepto de la extinción. En el sentido más positivo de la palabra. Gracias a la colaboración de cuatro mujeres que aún tararean la historia de sus pueblos, la película se encarga de llevarnos de la mano por zonas como la de Cangas de Narcea. Es ahí donde hace acto de presencia Refree, que lleva años intentando recuperar ese patrimonio de la mano de artistas como el flamante Premio Nacional de las Músicas Actuales, Rodrigo Cuevas. La cámara de Lallana y la presencia física de Refree, acaso una especie de parca de rostro amable, recorren la depresión musical en blanco y negro, dando cuenta de las arrugas, las frustraciones y la imposibilidad de réplica en el tiempo.
La sucesión de imágenes, henchida de sí misma y hasta caótica en su extraña contención, convierte en diegético el canto y hasta la duda. “Muyeres”, como recientemente hiciera con éxito “La visita y un jardín secreto”, se acerca a la senectud con cariño pero sin condescendencia, con crudeza pero lejos de lo vil. Por eso la película, alérgica a la definición documental que bien se le podría colgar por su estudio pasivo de una cultura en paliativos, se revuelve, reivindicando para sí misma aquello de la no-ficción. Lejos de la intervención, del taller o de lo didáctico, el filme de Lallana está recorrido por un sentimiento tan melancólico como progresista, tan sentido como sufrido. “Muyeres”, además de la confirmación de Lallana como una voz propia y elocuente, es quizá el mejor trabajo etnográfico del año en el cine español.
-¿Ha sido complicado acceder? Se trata de personas mayores, muchas veces solas…
-Siempre digo que esta película no se podría haber hecho sin la figura de Xosé Ambás, que es un etnógrafo y que conducía el programa local en el que estaba ya documentado todo (“Camín de cantares”). Este programa estuvo en emisión más de diez años en la televisión pública asturiana y era súper conocido por todas las abuelas de Asturias. Fue la llave que nos abrió las casas, sin eso no podríamos haberlas conocido. Tú ibas a los pueblos y eras el foráneo, claro. Con él fue todo más fácil. Ha sido mi mano derecha para el casting. A partir de ahí, me quedé con 4 mujeres, que eran las que más me transmitían, e iniciamos una relación de un año y medio. Con visitas, reuniones con la familia… No dejan de ser mujeres de noventa años que no se han puesto delante de una cámara nunca. Y fue un poco así. Y claro, como la peli no es documental, porque está ficcionada a partir de experiencias reales, hubo que hacer un trabajo de crear un equipo orgánico, que no fuera una estructura que las fuera a asustar. Teníamos que ser las mismas con las que habían comido días atrás.
-Una de las tesis que recorre la película, es la de lo anti-liminal. Los lugares existen, son. Esto no ocurre en cualquier parte, ocurre en Asturias, entre prados. ¿Cómo de importante era reflejar ese microcosmos? ¿Cómo eliges qué mostrar?
-Hay demasiadas capas. Ya no es solo el tema de la tradición oral, si no que también entra en juego el tema de los cuidados, el de lo rural... Todo ello, pasaba por guion, pero no era tan fácil hacerlo poesía. Sobre todo poesía visual. El paisaje y todo lo que conlleva. Mi intención era dejar claro que el paisaje también tiene memoria, que no solo son ellas, también es la carga del lugar. Hay algo ahí muy fuerte de poética, de crear emociones a través de lo paisajístico y de las canciones.
-Quería preguntarte por el concepto de intervención. ¿Cómo se equilibra? Se ficcionan diálogos, se introduce una banda sonora moderna, pero los rostros y las grabaciones antiguas no se tocan...
-El adjetivo etnográfico viene dado por lo que se comenta de la importancia de los saberes de estas mujeres, pero en realidad tú la ves y es una historia de tramas cruzadas. Sobre cómo viven estas mujeres concretas en unos lugares muy concretos. Tanto las que son hermanas como las que no se conocen. Cuando tú cuentas la historia, se entiende como una ficción. No es un documental observacional, pero eso no significa que esté guionizado, dialogado. No me gusta que se lea como un documental, porque sería injusto con el género.
-Sobre la imagen, también, pero en un sentido más artesanal. ¿Cómo te ayudaban el blanco y negro y los primerísimos planos en tu tesis? Extinción es una palabra fea, pero me parece la más adecuada.
-El blanco y negro, está muy manido, pero ayuda a centrarte. En este caso en ellas, esas pieles y esa vida que conservan. Potencia todo eso muchísimo. Imaginármela en color, con todas esas vidas cruzadas, todas esas localizaciones... lo veía demasiado llamativo para algo tan frágil y pequeño como lo que queremos mostrar. Y todo eso conecta con mi sensación de llegar tarde. Llegar 10 años después del programa. Llegar cuando muchas ya estaban enfermas o habían muerto. Fue tan triste ese primer viaje, en el que me di cuenta de que no podía hacer la primera película que había pensado, que algo hay de esa melancolía todavía en esta.
-"Muyeres", por estar pegada a Asturias y por estar pegada a lo folclórico, bien podría encerrarse en esa etiqueta, más nuestra que vuestra, del "cine periférico". De "Alcarràs" a "20.000 especies de abejas", pasando por "Matria" o "O corno". ¿Te despierta alguna reflexión? ¿Es algo real o una etiqueta ficticia, artificial, reduccionista?
-No lo había oído nunca, pero no creo que sea nada periférico. Había oído lo del cine de mujeres, por ejemplo, pero esa ya está más superada. Pero vamos, que tenemos por ejemplo ahí a Jaione (Camborda) con la Concha de Oro. Es ya el cine más importante. Esa distinción no existe. Entiendo que en 2018 o 2019 era más fácil etiquetarlo, pero todas las nuevas mujeres y nuevas visiones seguimos aquí. Esa etiqueta no creo que ayude.