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Opinión
Nativel y la autoficción inteligente
La falta de altaneras pretensiones es una de las mejores cualidades de la novela «El pan de mis hijos» (Espasa), de Nativel Preciado

Nativel Preciado ha publicado la novela «El pan de mis hijos» (Espasa), donde imprime una feliz vuelta de tuerca a eso que se ha dado en llamar «autoficción», un género que ideó el crítico francés Serge Doubrovsky allá por 1977 y que ha ido ganando adeptos y relevancia hasta hoy, cuando vive una edad dorada. La autoficción en España está de moda, los escritores comparten identidad con el narrador y personaje principal y se lanzan al juego ambiguo de la autobiografía con mayor o menor fortuna, combinando lo real con lo ficticio y explorando su propio yo. Muchas veces abusan del sentimentalismo, el victimismo y la ñoñería hasta un punto que hubiese escandalizado al mismísimo joven Werther de Goethe. Por fortuna, no es el caso de Nativel Preciado, que ha sabido con esta novela tomar distancia y regalarnos el respiro inteligente del aticismo irónico. Ha elegido con sabiduría no tomarse en serio a sí misma, huir de la solemnidad y el cargante solipsismo que la suele aderezar, para hablarnos de temas que importan de verdad, haciéndolo con la ingravidez de una comedia ilustrada y la profundidad de ese periodismo que retrata sociedades y costumbres morales como si tal cosa.
La falta de altaneras pretensiones es una de las mejores cualidades de esta obra que nos habla de la vejez, el dinero, el trabajo, los hijos, el deseo de trascendencia, la preocupación por lo que dejaremos aquí una vez abandonemos este mundo donde solo parecen seguros la muerte y los impuestos… La protagonista, Nativel, recibe una herencia inesperada de una tía política, por la que nunca ha sentido aprecio, que podría solucionar todos sus problemas, ¿o quizá no…? Una premisa intrigante que logra despertar la inmediata curiosidad del lector que sonríe mientras lee, y disfruta, reflexiona...
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