«Otello»: Un gran Verdi psicológico con Petrenko
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De Verdi. Voces: Jonas Kaufmann, Gerald Finley, Evan LeRoy Johnson, Galeano Salas, Bálint Szabó, Milan Siljanov, Markus Suihkonen, Anja Harteros, Rachael Wilson. Coro y Orquesta de la Bayerische Staatsoper. Dirección escénica: Amélie Niermeyer. Dirección musical: Kirill Petrenko. Múnich, 2-XII-2018.
Son muchos los «Otellos» vistos en 50 años y dos quedan claramente en el recuerdo: Karajan en Salzburgo y Kleiber en la Scala. Posiblemente éste se añada a ellos a pesar de sus limitaciones. Se percibe claramente que Amélie Niermeyer proviene del mundo teatral. Para ella el personaje principal es Desdémona y por ello la mantiene en escena de principio a fin a base de utilizar siempre dos planos, bien en altura o bien en profundidad. Siempre hay dos camas y dos sillones, unos en primer plano y otros en segundo. Se cae en absurdos claros, como la llegada de los emisarios en el tercer acto a una habitación con un lecho, Yago mostrando a Cassio que «No hay nadie en el hall» y en el supuesto hall aparece la cama u Otello muriendo y cantándole a un lecho vacío porque Desdémona está en el del fondo. La desvinculación entre libreto y escena es evidente desde el inicio, cuando Otello abre la puerta del dormitorio y canta «Esultate» no se sabe a quien. Sin embargo, hay grandes aciertos parciales que provienen en buena parte del tratamiento de Yago, al que ella convierte en el auténtico protagonista sin darse cuenta gracias a un cantante-actor de primera línea como Gerard Finley. Su «Credo» es genial. El es la gran revelación de la producción. Su voz baritonal no es perfecta pero la conjunción voz-escena funciona a las mil maravillas y el público así lo valora. Gran baza es la presencia de Kirill Petrenko en el foso, con una orquesta y unos coros formidables en estado de gracia. Trepidan las notas apabullan en los fortes y sin embargo cuida con mucho mimo a los artistas, especialmente a Kaufmann, para que se le escuche siempre, también en sus momentos más íntimamente reflexivos. Una gran dirección, combinando fuerza y delicadeza, equiparable a aquellos Karajan y Kleiber. Si Finley matiza toda la maldad de Yago, incluso pasándose de histriónico a veces, Kaufmann profundiza Otello aún más que en Londres, donde debutó el papel, sumergiéndose en el atribulado cerebro de un moro que en esta ocasión no es tal. El público casi no distingue al tenor a causa de los kilos que ha engordado, el rapado que lleva y el vestuario poco atractivo. Cuando Domingo abordó el papel dijimos que era más introspectivo que los históricos. Kaufmann profundiza en la idea sin dejar a un lado los momentos pletóricos, en los que exhibe voz sin problema alguno. Se ha hecho el personaje a su propia medida. Al parecer su actuación de esta segunda noche, que se retransmitía en streaming, fue muy superior a la del primer día. Anja Harteros, formidable en repertorio alemán, no es una verdiana y en Desdémona le sucede algo parecido a su Elsa de «Lohengrin», le falta un punto de frescura y dramatismo. En su larga gran escena final borda la «Canción del sauce» y el «Ave María». Impecable el resto del reparto y apabullantes coro y orquesta. Las ovaciones y vítores, unánimes para todos los artistas y muy especiales para Petrenko se prolongaron más de veinte minutos.