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“Ötzi”, un “western” del Neolítico

Una película ficciona con base científica la vida y el asesinato de la momia de hace 5.300 años encontrada en un glaciar de los Alpes en 1991
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Una película ficciona con base científica la vida y el asesinato de la momia de hace 5.300 años encontrada en un glaciar de los Alpes en 1991
Cuando, en 1991, un par de escaladores alemanes de ruta por los Alpes encontraron a 3.200 metros de altura la momia en perfecto estado de conservación de un varón, dieron por hecho que debía tratarse de algún senderista fallecido hacía quizás 20, 50 o 100 años a los sumo. No era raro que el deshielo sacara a la superficie historias anónimas de esta jaez: testigos mudos de un accidente, una fatalidad irreversible en una zona a caballo entre Italia y Austria, en el Tirol del Sur.
Las pruebas de datación de los expertos arrojaron sin embargo una conclusión sorprendente: Ötzi, como quedó bautizada la momia, tenía más de 5.300 años. El hielo lo había conservado tal cual desde el Neolítico hasta hoy. En aquel punto exacto de los Alpes se había abierto una puerta espacio-temporal al pasado y los científicos leyeron en aquel cuerpo de 1,59 metros de altura toda una biografía: sus enfermedades, el color de sus ojos, la última comida, sus tatuajes, sus ropas, el arsenal de armas con que viajaba y hasta el modo en que fue asesinado: a traición y por la espalda.
Además de cierto pudor inconfesable, la sensación de estar violando un espacio privado, Felix Randau sintió la primera vez que visitó la momia de Ötzi en el Museo de Bolzano (Italia) que “podríamos ser cualquiera de nosotros; se trata de una figura de significado universal”. Para entonces no había escrito el guión de la cinta que acabaría dirigiendo y que presentó hoy en el Museo Arqueológico de Madrid. Sencillamente, se preguntó cómo era posible que nadie hubiese querido narrar la vida de aquel tatarabuelo del Neolítico: “Si el cuerpo se hubiera encontrado en Estados Unidos ya hubieran hecho 50 películas”.
Él, joven cineasta alemán, se ha lanzado a filmar este austero y peculiar “biopic”, a ratos emotivo en su propia esencialidad: el hombre, la naturaleza, la lucha por la supervivencia y la preponderancia... Y, claro está, la violencia. Para Randau, “Ötzi, el hombre de hielo”, es ante todo una cinta sobre el “círculo de violencia de la humanidad” representado en este habitante de los Alpes que, cuando un clan enemigo mata a su familia, emprende el camino de la venganza. Una odisea particular de pasiones exaltadas que tanto vale en su forma narrativa para un clan de la más remota antigüedad como para una partida del Lejano Oeste. “Sí, se puede decir que he hecho un “western” del Neolítico”, confiesa Randau a LA RAZÓN.
Eso sí, en la historia de Ötzi, por más que todo suceda hace 5 milenios, nada es casual, nada es realmente ficticio: “Todo se puede decir que es auténtico porque podría haber sido tal cual”, explica el director. Un nutrido grupo de especialistas (arqueólogos, antropólogos, lingüistas) han asesorado al equipo de producción para que ningún detalle, más allá de la trama que explica los últimos días de vida del protagonista, sea anacrónico: aquellas son las pieles que vistió Ötzi, las flechas que disparó, los animales que cazó, y hasta los riscos que holló. Y es que Randau llevó la cámara a temperaturas bajo cero y alturas alpinas para que el filme (con Jürgen Vogel de protagonista) tomara parte de los mismo paisajes en que se encontró la momia. Lo más difícil, incluso en aquellas montañas, “fue encontrar espacios en estado virgen”.
La película cuenta además con la peculiaridad, única, de haberse rodado en idioma rético, una lengua hablada en la zona en el Neolítico y reconstruida en su forma primigenia por los lingüistas. Nada entendemos de lo que se dice, aunque el significado no sea inaccesible prácticamente nunca. “No tenía sentido subtitularlo”, señala Randau. La magia de aquella lengua rudimentaria compensa. Al fin y al cabo, resume el alemán, el mensaje del filme y el que extraemos de la propia piel de Ötzi es que no estamos tan lejos de él: “Prácticamente no ha habido cambios en la actitud del ser humano; la esencia es la misma”.