Pedro Almodóvar: "Recuerdo perfectamente cuándo sentí la polarización de España"
El director presenta en Madrid el estreno en salas de "La habitación de al lado", León de Oro en Venecia y adaptación libre de la novela de Sigrid Nunez donde aborda la inminencia de la muerte y reivindica el derecho a decidir sobre ella
Madrid Creada:
Última actualización:
Si tuviera que escoger el nombre de la persona adecuada para sentarse en la habitación de al lado, de aguardar con prudencia, serenidad y respeto en la inmensidad de ese espacio liminal contiguo, su propia desaparición, Pedro Almodóvar elegiría a su hermano. "Si él se deja, claro", apostilla riendo el cineasta manchego sobre la remota posibilidad de apostar por alguien que suplantara el papel de acompañamiento que encarna Julianne Moore en su última película, adaptación libre de la novela de la neoyorquina Sigrid Nunez, "Cuál es tu tormento", reciente ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia y depositaria involuntaria y sensible de los miedos más recientes y densos del director sobre la muerte y su inminencia.
Cálido y verborreico, Almodóvar nos recibe en el palaciego interior de una de las habitaciones del Four Seasons con la naturalidad desenvuelta de todas y cada una de las mujeres desesperadas que le habitan. Sabiendo y sintiendo que la realidad siempre encuentra una rendija para poder colarse en la configuración de sus historias y de su loco, extemporáneo y fascinante universo propio, pero también en un discurso particularmente combativo que en los últimos años viene marcando la línea general de sus intervenciones. "Ay calla, que lo tengo puesto", admite tronchado segundos después de darse cuenta que lleva puesto el audífono que acaba de pedirle a una persona de su equipo para poder responder bien a la pregunta que acabamos de formularle, porque si hay una virtud que impregna el cariz observador de Almodóvar es sin duda alguna, el de la escucha. Algo que lleva poniendo en práctica más de cuarenta años.
"Mi forma de repensar la muerte ha cambiado. No de un modo radical, pero me he habituado a tenerla más cerca y a compartir tiempo con la idea que tengo de ella. En todas las escenas de la película que transcurren en la casa del bosque durante la segunda parte, éramos cuatro: Tilda Swinton, Julianne (Moore), yo y la muerte, que estaba sentada en la cuarta silla. Notaba de un modo muy claro esa presencia. Mira, con toda la promoción de la película, me fui pendiente de unos datos médicos acerca del gato con el que convivía desde hacía catorce años y cuando volví me dieron la mala noticia de que había que sacrificarle, en cuestión de dos días. En ese momento, todo lo que yo pensaba que había adelantado durante el rodaje de aceptación de la muerte, sentí que retrocedía. No paré de mirarle todo el tiempo y a pesar de que tenía un cáncer extendidísimo tenía los ojos vivos. Seguía sin entender por qué ese animal al día siguiente dejaría de existir así que podemos decir que he hecho la mitad del camino con este tema, sigue costándome aceptarla", comenta el director sobre su todavía palpable reticencia al concepto de finitud. "Tenemos derecho a ser dueños de nuestra vida y ser dueños también de nuestra muerte cuando la vida no te ofrece más que miseria, dolor y sobre todo un dolor ininterrumpido y sin límite. Creo firmemente que nos corresponde decidirlo", completa.
Replicando la proclama repetida durante los meses de promoción de la cinta, Almodóvar continúa defendiendo que "La habitación de al lado" es "exactamente lo contrario a lo que propone la ultraderecha, cuyo avance por cierto me estremece muchísimo. Habla de abrir las puertas, de tender la mano, de estar al lado, de acompañar, de escuchar, de todo lo que significa ser solidario con el dolor de los demás: ya sean nuestros familiares, nuestros seres queridos y simplemente alguien que llama a la puerta". Y en sintonía con ese deliberado sentido de conciliación imperativa en los discursos actuales subraya que "tenemos que seguir emocionándonos con las cosas que son emocionantes y siendo críticos con las cosas que merecen ser criticadas. Yo estoy en las dos partes: soy interlocutor e interruptor". Esta historia de reencuentros y temores calcificados sobre una mujer que agoniza en un mundo intrínsecamente agonizante, constituye la estructura de una ambiciosa adaptación vertebrada por esa amistad genuinamente buena y desinteresada tejida entre Martha e Ingrid, recuperada con los años, que nos sitúa ante el doloroso e inevitable pacto de Martha (Swinton) con la muerte como consecuencia del cáncer terminal que padece y su petición expresa de acompañamiento a Moore (Ingrid) en su decisión más determinante: acabar con el dolor antes de que el dolor acabe con ella.
"Esta película habla de todo lo que significa ser solidario con el dolor de los demás"Pedro Almodóvar
Es en ese acercamiento a las ternuras cotidianas de la convivencia entre ambas, en ese proceso de cuidados altruistas entre dos amigas que se acompañan, donde la película conecta con la mirada más solemne y crepuscular del director. Y aunque resultaría particularmente osado afirmar que el último trabajo de Pedro Almodóvar es un artefacto cinematográfico político, hay un personaje (un John Turturro leído aquí como trasunto del propio Almodóvar) que habla de política y hay una voluntad manifiesta por parte del director de no separarla de sus creaciones. "Te diría que la significación política del artista o del creador es tan imprescindible como cualquier otro derecho fundamental del ser humano. Recuerdo perfectamente cuándo sentí la polarización de España. Fue en el 2004, coincidiendo naturalmente con el cambio de Gobierno, con la matanza de Atocha y con el estreno de ‘‘La mala educación’’", introduce.
"Por primera vez en mi vida, porque de niño o adolescente nadie me lo había llamado, unos jóvenes en la calle O’Donnell me insultaron al grito de ‘‘rojo maricón’’ y yo me quedé estupefacto porque pensé que esa España ya no existía, pero la realidad es que existía y existía en el PP, solo que todavía no habíamos tenido la oportunidad de darnos cuenta que esa grieta era muy profunda y muy negra. Nuestro colectivo, el colectivo del cine, del teatro, nos significamos aquel año de manera tajante en los famosos e increíbles Goya del «No a la guerra» que hicieron los chicos de Animalario y que me hubiera encantado firmar a mí y a partir de ese momento la derecha española empezó a mirar el cine como la bestia negra de la sociedad. Hubo compañeros que incluso se arrepintieron en cierto modo de haberse expuesto tanto porque decían que ellos hacían obras para todo el mundo, para todo tipo de público", asegura antes de proseguir.
"En 2004, por primera vez en mi vida, unos jóvenes en la calle O’Donnell me insultaron al grito de ‘‘rojo maricón’’ y yo me quedé estupefacto porque pensé que esa España ya no existía"Pedro Almodóvar
"Yo mismo hago películas para todo el mundo y de hecho, montones de señoras de Serrano, conservadoras, de derechas, han venido a decirme cómo se han reído con ‘‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’’ o con otras películas mías, aunque bueno, después de todo aquello, fueron menos -aduce riendo-. Existía después de aquello como la sensación de que no debíamos pronunciarnos políticamente por las consecuencias que pudiera tener. ¡Absolutamente debemos pronunciarnos!. O decidir no hacerlo, al final forma parte de tu voluntad. Ser conocido o célebre te da la suficiente voz como para poder llegar a lugares a los que no llega el portero de mi casa y en ese sentido, voy a seguir siempre diciendo lo que pienso", se despide con la resonancia de una claridad para la que no hace falta ningún audífono, ni ningún subrayado, ni ningún amplificador.