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Entrevista
Pere Gimferrer: "Con frecuencia el verso es mejor que el poeta"
El gran poeta y académico regresa a sus ochenta años con un nuevo poemario, 'Balada', que llega mañana a las librerías

Empecemos con una anécdota real y que es muy ilustrativa del impacto que puede tener un poeta en sus lectores. Y es que un día, antes de participar en un acto en Madrid, en la Biblioteca Nacional, alguien se acercó al escritor y académico Pere Gimferrer para entregarle un libro singular. Se trataba nada menos de la primera edición original de un libro fundamental, «Four Quartets» de T. S. Eliot. «Lo he comprado para ti», dijo para sorpresa de Gimferrer el generoso lector. Y es que la poesía del poeta y académico siempre ha tenido adeptos, los mismos que querrán leer «Balada», su nuevo poemario que llega mañana a las librerías de la mano de Espasa. Pere Gimferrer habló ayer con este diario sobre este libro de versos.
¿Por qué escogió «Balada» como título para su nuevo libro?
Hay una cita que lo justifica al principio de Joan Roís de Corella, un autor hoy poco leído por muchos, pero sí por algunos. Es un valenciano del siglo XV, el último escritor clásico del final de la literatura medieval. [La cita a la que se refiere dice: «I amb dolça veu, per art ben acordada, cant e tenor,/ cantaven tal balada...»] Pero, aparte de eso, yo he escrito otros títulos, entre ellos, «Rapsodia», que son géneros. Y «Balada» tiene más usos, en inglés, muchísimos. Y, como sabe, seguramente le toca saberlo, para un inglés de habla inglesa o una americana de habla inglesa los «romanceros gitanos» se escriben «baladas gitanas». Ya era un género establecido desde el siglo XV para el poeta que escribía entonces en Valencia y tiene una vida muy larga.
Me gustaría preguntarle por unos versos que hay al inicio del libro. Son aquellos en los que escribe que «es el hombre que vive de las hojas/ del libro no leído de la luz».
Yo voy describiendo a un personaje que tiene varias características y esta que me dice es una de ellas, pero hay muchas más cosas. Fue lo primero que mentalmente me vino a la cabeza de este libro yendo por la calle. Había conseguido escribir los versos del ritmo de caminar por la calle. Es curioso cómo se hacen los versos. Lo más difícil era mentalmente estar viendo a este hombre, a este personaje.
Ya que hemos empezado por el inicio, ¿los poemas del libro fueron escritos por orden?
Totalmente. He puesto en la portadilla las fechas de inicio y final del libro [del 8 de marzo al 30 de abril de este año]. Son exactas. Para este libro fue mucho tiempo porque tuve que tocarlo muchas veces. El libro, aunque sea algo más largo que el mío propio de «Tristissima noctis imago», y más largo, por desgracia mía, un poquito más, que el de Mallarmé, «Un coup de dés jamais n’abolira le hasard» , sea como sea está escrito por su orden y este orden es riguroso. Las notas están fechadas más tarde del final de la redacción.
Pero me parece poco tiempo igualmente.
No, no, es bastante. Mire cuánto tiempo es: de marzo a fin de mayo. Esto significa es más de un mes, casi dos meses para escribir este texto. Quiere decir que ha sido muy decantado. Decantar quiere decir beber el vino sin verter el pozo. La corrección ha sido extensísima. Tengo los borradores, aunque esto carece ahora de interés porque son poco legibles y además son estadios que han quedado atrás. Pero este libro ha sido uno de los más difíciles de escribir entre todos los que yo recuerdo míos. Dos meses son bastante tiempo, ¿o me equivoco?
No, no se equivoca. Sigamos. ¿Y no ha tenido la tentación, puesto que hace poco cumplió ochenta años, de hacer balance, de escribir sobre usted?
No, ha sido una coincidencia. Esto lo escribí en un periodo en el que estaba convaleciente. Estuve de baja varios meses, pero no fue al empezar ni al acabar la baja, sino en su fase final cuando comencé el libro. Lo de los 80 años ocurrió después. Así que cuando empecé a escribir tenía 79.
Hablemos del sonido, del ritmo. ¿Es también lo que da sentido al poema?
Sí, claro. Hay un verso de Octavio Paz que habla de «el sonido, bastón de ciego del sentido». Antes que nada, y en eso sigo creyendo en Mayakovsky, aunque no he leído su obra en ruso, él lo explica bien en un texto curioso titulado «Cómo se hacen los versos» donde habla de que el sonido precede al sentido. Está clarísimo y en gran parte lo crea. Esto no es tan raro como parece. Una afirmación extrema desde otro ángulo es la que dio Manoel de Oliveira, que empezó haciendo cine mudo, aunque nadie se acuerda de eso, pero la primera película muda que hizo la he visto y se exhibió en el Mueseo Reina Sofía y trata sobre Pessoa. Acerca de esta película, que es muy valiosa, me dijo una cosa: «Cuando empecé a hacer cine creía que era mover la cámara. Luego entendí que no. En mi cine la palabra ya crea la imagen».
Hay en «Balada» una cita de Robert Graves que me gustaría saber si comparte y es cuando dice que ser poetas nos confiere la muerte.
Esto tiene relación con toda la poética de Graves. El poeta, en la medida que se acerca a un intento de absoluto, acepta su condición de mortalidad. Y la prueba es que el verso sobrevive a veces al poeta y a veces también le rebasa. Con frecuencia el verso es mejor que el poeta.
Uno de los poetas que encontramos citado en «Balada» es T. S. Eliot, quien siempre ha sido uno de sus principales autores de cabecera.
Bueno, sale, aparte de mencionársele en las notas finales, pero sin dar detalles, sale citado como mínimo en inglés dos versos, pero hay más cosas de Eliot por ahí. Pero en este libro salen citados otros poetas como Juan Ramón Jiménez, Alberti, Octavio Paz o Rois de Corella, que es con quien se inicia «Balada».
También encontramos a Salvatore Quasimodo en el libro.
Sí, alguien a quien yo conocí personalmente y hasta tengo un libro firmado por él. Es un poeta muy bueno, aunque no sé hasta qué punto lo lee hoy la gente. De Quasimodo cito un poema titulado «Le morte chitarre», que es también muy bueno. También aparece en el libro Juan Ramón Jiménez, pero hablando además de Federico García Lorca.
Hay otro momento del libro en el que cita a Bergamín. ¿Lo llegó a tratar?
¿A Bergamín? No lo conocí, pero sí mucho a Rafael Alberti, al que cito en el mismo verso junto a Bergamín. De la gente de su éxodo traté a varios, como Rosa Chacel o a Max Aub, entre otros, que para mi sorpresa hablaba un excelente catalán que aprendió en Valencia. Además, volviendo a Bergamín, no llegué a leerle bien más que en parte porque no todo se iba publicando, como es un género un poco minoritario el tipo de texto que escribía... Me acuerdo que su libro «Beltenebros» salió en España antes de que él volviera del exilio.
¿Y qué papel juega la lectura en Pere Gimferrer? ¿Qué está leyendo ahora?
Juan Benet me decía que todo lo que leía no podía pasar a convertirse en un informe o en un ensayo «porque tu obra saldrá de los libros que leas sin claridad concreta». Ahora leo mucho a Simenon.
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