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¿Qué pasó con José Antonio?

«Tiempo de sangres», de José Antonio Gurpegui, se asoma a los interrogantes sobre la muerte del fundador de la Falange
El final de José Antonio Primo de Rivera nunca ha sido aclarado históricamente
El final de José Antonio Primo de Rivera nunca ha sido aclarado históricamenteLR

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La muerte de José Antonio Primo de Rivera fue uno de los asuntos más escabrosos vividos a comienzos de la Guerra Civil. Su fusilamiento fue puesto en duda dentro y fuera de España. El Gobierno británico incluso envió un diplomático al cementerio de Alicante, donde se exhumó el cadáver, para verificar tal extremo y certificar que José Antonio estaba muerto el 30 de noviembre.
Incluso hoy, el interrogante sobre a quién interesaba la muerte del fundador de la Falange Española sigue siendo objeto de controversia. En «Tiempo de sangres» (Universo de letras), la tercera novela del profesor y escritor José Antonio Gurpegui (San Adrián, Navarra, 1958), entra en este episodio de la Historia. Ambientado en un marco de rigor histórico, recrea la narración de un joven falangista que, disfrazado de anarquista, participó en un desconocido y exitoso intento de liberación de su líder poniendo en entredicho la fecha del 20 de noviembre de 1936 como día de la ejecución. «Tentativas para sacar a José Antonio de la cárcel hubo muchas, desde el intento de sobornar a carceleros y políticos, a planificar una columna desde Granada o llegar con barcos británicos para asaltar la cárcel, hasta canjearlo por el hijo de Largo Caballero, prisionero de Queipo de Llano en Sevilla», afirma Gurpegui, que se pregunta: «¿Por qué fracasaron tantos intentos de liberación? Queipo de Llano llegó incluso a juntar dos millones de pesetas, que era un fortunón, y los envió a Alicante para sobornar, pero desaparecieron y nunca se supo qué fue de ellos».
Pero, ¿quién estaba detrás de esas propuestas? «Sobre todo Agustín Aznar. Él era quien centralizaba las posibilidades para liberarlo –apunta Gurpegui–. En el bando republicano había gente como Indalecio Prieto que opinaba que no debería estar preso, incluso anarquistas como Durruti, decían que con José Antonio se podía dialogar. También los nazis alemanes preferían a José Antonio: a Hitler no le gustaba nada Franco, no se fiaba –asegura–. Había políticos republicanos que pensaban que sería bueno que estuviera libre para negociar con él, porque cuando estalla la guerra, José Antonio propone un plan de reconciliación, un listado con un gobierno provisional formado por republicanos y nacionales para detener la guerra. Incluso pide que lo dejen salir para negociar la paz con las tropas sublevadas y después volver a la cárcel, eso está en la novela y es histórico», afirma el autor, que manifiesta que no está claro que Franco estuviera interesado en liberarlo. «Hay quien dice que sí y otros que no. Lo que es cierto es la mutua antipatía–señala–. Se vieron dos veces, en la boda de Serano Suñer, donde ambos eran padrinos y en la calle Ayala de Madrid en casa de los padres de Suñer y hubo fuertes desavenencias y mucha tensión».
Otra interrogante que plantea el libro es a quién servía el asesinato de José Antonio, ¿quién se beneficiaba de su muerte? «A la postre se vio que el beneficiado fue Franco porque pudo unificar la Falange con los Tradicionalistas (carlistas), algo que jamás podría haberse hecho con José Antonio –significa Gurpegui–. Suñer propuso a Franco hacer lo de Mussolini, pero fue al revés: «En Italia el partido fascista se hizo con el poder y nosotros haremos lo contrario, desde el poder vamos a quedarnos con elpartido» –afirmó Franco–, y esto sería imposible con José Antonio vivo porque la Falange auténtica era él. Con los carlistas se convierte en Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que ya no es la verdadera Falange, sino un invento de partido unificado al que Franco llamó «Movimiento», controlado por él mismo como jefe supremo. Los alfonsinos, la otra vertiente monárquica, enfrentados a los carlistas del norte, quedaban así debilitados ante el nuevo partido único, por tanto –afirma el autor–, es indudable que José Antonio le valía a Franco más muerto que vivo, que habría sido un problema. Es indudable que era un rival político y si hubiera vivido, la historia hubiera sido muy distinta: José Antonio representaba todo el movimiento político civil fuera del estamento militar». «Franco manipuló como quiso, desde su nombramiento como generalísimo hasta la muerte de José Antonio, que solo reconoce cuando se ha hecho con el control y ya no hay problema. Entonces lo eleva a héroe y mártir».