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¿Tienes fuego?

Rosa Montero: «Ser entrevistadora y novelista es hacer un viaje a los otros»

La escritora y periodista lleva cuatro décadas haciendo entrevistas y ahora se somete a nuestro cuestionario

Rosa Montero
Rosa Montero Seix BarralAgencia EFE

Lleva tanta letra dentro como la Biblioteca de Alejandría y la saca en forma de novela de éxito («Animales difíciles» se titula la última) o columna de opinión, aunque no hay género dentro del periodismo que esta señora no haya transitado con la solvencia de quienes nacieron para analizar la actualidad y servirla convenientemente aderezada con sus propios demonios. Durante muchos años fue la reina oficiosa de la entrevista y algunas de sus charlas se estudian en las facultades como si fuesen piedras preciosas, y tal vez lo sean. Hoy le toca responder y lo hace con la desenvoltura de quien lleva más de medio siglo en el fino alambre de contar.

«Solo ante el hombre me comprendo y mido mi altura por su altura» (Ángela Figuera). ¿Reconoce ahí, pese al genérico, a la entrevistadora que fue?

Claro, yo nunca jamás diría «el hombre», en genérico, pero ante el ser humano sí. Lo que pasa es que reconozco a la entrevistadora que fui en la inmensa curiosidad por todo lo humano. Ser entrevistadora es hacer un viaje al otro, a los otros. Y ser novelista también. Para ser periodista y novelista te tiene que gustar e interesar la gente, si no serás un mal novelista y un mal periodista.

Hay que tener vocación, ¿no?, como el cirujano. O como debiera tenerla el político.

Supongo que debe de haber políticos que tengan vocación, lo que pasa es que el sistema parece que los escupe, ja, ja, ja. O sea, parece que se quedan solo los que tienen vocación de poder. Pero ¿qué es la vocación? Uno tiene afinidad por ciertas cosas, y luego, si tienes suerte, puedes desarrollar esa afinidad y convertirla en una profesión. Decían los hermanos Goncourt que la literatura es una facilidad innata y una dificultad adquirida, lo cual me parece precioso. Facilidad innata porque todos los que nos dedicamos a esto tenemos esa facilidad, ese gusto por escribir desde pequeños, lo que tú llamas vocación. Y luego una dificultad adquirida porque toda la gente que me interesa ha luchado toda la vida contra esa facilidad. Pero la cuestión es que puedas luchar toda la vida contra esa facilidad, que puedas dedicar tu vida a eso que te resulta atractivo. Para otra gente son los números o el ejercicio físico, que, por cierto, siempre he envidiado a las «comanecis» [en alusión a la exgimnasta rumana Nadia Comăneci], esas maravillas que hace la gente con el cuerpo. Todos tenemos afinidad por algo y facilidad por algo, y lo maravilloso es poder dedicar tu vida a eso.

«El sentido de escribir ficción es la búsqueda del sentido de la existencia»

Algunos periodistas sostienen que la entrevista es un género decimonónico, trasnochado. Siempre he pensado que es el género mayor del periodismo.

Si hay un género mayor creo que es la crónica, que es el periodismo puro. La crónica, que no es ni siquiera el reportaje, sino que es tener que hacer algo que aspire a ser literario, a perdurar y a dar una visión distinta, que no es simplemente cubrir una noticia. Y lo tienes que hacer sobre la marcha y para el día siguiente. Creo que la crónica es la que reúne de verdad, en esencia, todas las condicionantes, para bien y para mal, del género. Pero la entrevista es maravillosa. Y los que dicen eso son los mismos cantamañanas que aseguran que la novela está muerta, que son dos tonterías como dos castillos.

Lo de la novela lo afirmó don Eduardo Mendoza.

A Mendoza lo amo, pero me parece que todos nos equivocamos en alguna cosa. La novela sigue completamente viva, porque las novelas son los sueños de la humanidad. Lo que hace es mutar, claro, porque a medida que muda la humanidad, los sueños son distintos. Todos nuestros sueños están contaminados, de alguna manera, por nuestros días, y si nuestros días cambian, los sueños también. Pero la novela sigue siendo supernecesaria, y la entrevista lo mismo. Ya te digo que tiene mucho de parecido, ese viaje al otro, esa necesidad de saber del otro. Te diría, de hecho, que el otro está híper de moda. Están híper de moda los docudramas sobre las vidas de los otros. Y la entrevista está también súper de moda.

¿Qué no le preguntaría jamás a Rosa Montero y qué pregunta es obligada?

Tú sabes bien, al haber hecho muchas entrevistas, que cuanto más conoces a la persona peor es hacerle una entrevista. Lo que decíamos antes, que para conocer al otro necesitas una curiosidad, desear meterte un poco en la cabeza de esa otra persona durante un instante y ver cómo ve el mundo. Si ya estás muy cerca, esa curiosidad está muy contaminada. Con que imagínate yo, que me llevo conociendo toda la vida y no se me ocurre nada que preguntarme... Y lo de no preguntar, una de las cosas que no soporto, porque ya lo he contestado muchas veces, es eso de «¿el periodismo o la literatura?». Porque, para mí, el periodismo es un género literario. Y si me preguntan qué prefiero ser, periodista o narradora, que me lo han preguntado mucho, es que ya me pego un tiro.

«Llevo cuarenta y tantos años en "El País" y cantidad de veces no he estado de acuerdo con su línea editorial»

Aparte de esa, ¿hay pregunta mala?

Sí, hombre. Hay muchas preguntas, más que malas, estúpidas, malintencionadas, malvadas. Y preguntas tópicas no ya porque se hayan repetido mucho, sino por prejuiciosas. Por ejemplo, siendo mujer las tonterías que me han preguntado a veces a lo largo de mi vida. Y en épocas mucho más machistas que esta, pues más. Entonces, preguntas estúpidas a mogollón, y preguntas malintencionadas, pues unas cuantas. Pero da igual, porque tú controlas las respuestas y, o bien no contestas, o bien contestas lo que te da la gana.

Toda una vida en EL PAÍS. ¿Suscribe la mayoría de las veces su línea editorial?

No, hombre, no. Evidentemente no. Llevo cuarenta y tantos años en "El País", desde 1994, que me despedí, como colaboradora, y cantidad de veces no he estado de acuerdo con su línea editorial. Pero la grandeza de ese diario es que me han dejado siempre dar mi opinión. Y a mí eso me parece una cosa muy de valorar, la verdad.

¿Escribir literatura es inventar mundos mejores que este o un modo de sobrellevar la ingrata existencia?

El sentido de escribir ficción es la búsqueda del sentido de la existencia. Tú escribes para intentar poner un poco de luz en las sombras y en la ignorancia de lo que vivimos, en tus obsesiones. No escribes para enseñar nada, sino para aprender. No escribes para huir de nada, sino para intentar meterte en el corazón de las cosas.

Escribir es una búsqueda, pues.

Escribir es una búsqueda, exacto. Es una búsqueda de sentido en el caos de la vida.

¿Su mejor novela y columna ya están escritas?

No tengo ni idea. Porque tampoco creo que haya una mejor columna y una mejor novela. En las columnas ya es que ni sé, porque he escrito tantísimas... Imposible saber si una ha sido mejor o peor. Y en las novelas, pues hay cosas de unas que me parecen muy logradas y hay cosas de otras que me parecen mejores. La escritura, la obra, es un camino. Es como si tú dices: ¿tu mejor momento, el mejor instante, la hora mejor de tu vida ya la has vivido? Creo que tendría dificultades para saber cuál es la hora mejor de mi vida hasta ahora, es complicado. Pues con la escritura pasa lo mismo, porque escribir es vivir. Es exactamente igual que vivir para mí. Y te diría que vida de primer orden, además.

Y luego ocurre que las impresiones de los otros sobre el trabajo de uno no son las mismas que uno tiene sobre su obra. Yéndonos a la literatura, a Umbral le ha sobrevivido «Mortal y Rosa», y a Javier Marías, «Corazón tan blanco». Pero no hay una opinión definitiva al respecto, no puede haberla.

No, no. Y aquí has citado dos libros que, precisamente, son los que más me gustan de esos dos autores. Pero tengo la sensación de que, en general, gustan más los libros peores, ja, ja, ja. Los que tú crees que no son tan rompedores, originales, logrados, por lo habitual gustan más. Y luego es que no creo en la posteridad. ¿Les han sobrevivido a estos dos por cuánto tiempo? Creo que cuando nos morimos, nos morimos para siempre. O sea, que es muy raro el autor o la autora que sobrevive, y es puro azar.

Pero para los escritores hay una parte de la posteridad que es buena: las obras que nos han legado los clásicos, que en su momento no eran clásicos pero lo han terminado siendo, son una fuente de enriquecimiento absoluta.

Lógico. Pero ¿cuántos clásicos, cuánta gente coetánea de todos estos, que a lo mejor eran mejores, están completamente olvidados? Y los que hoy consideramos clásicos no eran los que se consideraban clásicos en el XIX. Porque son modas también, y de repente aparecen unos y desaparecen otros. La posteridad no me quita la cabeza, el sentido. Lo único que me quita la cabeza de la posteridad es la aniquilación del género humano, la posibilidad de que estemos llevando esto al exterminio.

Vivió 21 años con el periodista Pablo Lizcano, fallecido en 2009. ¿Es el amor de su vida?

Creo que sí. Porque se murió cuando ya teníamos 58 años los dos, él acababa de cumplirlos, y después de estar 21 años juntos, y eso hace que sean años muy sustanciales de tu vida. Y aunque luego sigues viviendo y teniendo relaciones, ya no da tiempo, ni siquiera existencialmente, a crear una unión con semejante envergadura.

¿Se acuerda mucho de él cuando, por ejemplo, termina un libro, piensa en si le habría gustado?

Me acuerdo mucho de él, pero no necesariamente en cosas puntuales. A él le encantaban los árboles, y cuando veo un arbolito digo: ah, este es el que me decía Pablo que era no sé qué. Eso está en tu vida de una manera muy natural. Ya hace, increíblemente, 16 años que se ha muerto y, por fortuna, recuperas la memoria sin el dolor del sufrimiento de los últimos meses. Tus muertos viven contigo todo el rato. Realmente, él anda por aquí. Simplemente está por aquí.

Quizá, incluso, esté escuchando esta entrevista.

Exacto, exacto, ja, ja, ja.

Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». ¿Usted lo tiene?

Una de las cosas de las que más orgullosa estoy es de haber dejado de fumar, porque fumé durante 20 años tres paquetes al día. Así que no, no tengo fuego. Y luego tengo toda la casa eléctrica. Pero en cuanto a lo metafórico, soy una disfrutona total, tengo el don de la alegría. Debo de tener una buena sopa química, mucha oxitocina, porque disfruto mucho con las cosas. Es una virtud muy animal que implica que todas tus células bailan un zapateado de regocijo por estar viva. Me gusta mucho la vida y la disfruto enormemente.