Barcelona

San Sebastián se reencuentra con las rutas de Chillida

No lo es, pero la exposición que la Sala Kubo de San Sebastián dedica desde mañana a Eduardo Chillida sabe a antológica. Son 130 obras para recorrer las diferentes rutas por las que se movió el escultor vasco a lo largo de una carrera en la que conectó el arte con el compromiso y la ética.

"Bideak (Caminos)"da título a esta exposición, que se podrá visitar hasta el 28 de septiembre y que reúne pequeñas y grandes piezas en prácticamente todos los materiales que utilizó el artista donostiarra, fallecido en 2002.

Ignacio Chillida es, además de uno de los ocho hijos del escultor, el comisario de esta muestra y quien hoy la ha presentado a los medios de comunicación en una visita guiada en la que los datos se han intercalado con las anécdotas sobre un creador que no dio la espalda a la sociedad de su tiempo.

Veintidós años después de la retrospectiva que acogió 300 de sus obras en el Palacio de Miramar, frente a la bahía de La Concha, la sala del centro Kursaal ofrece al público la oportunidad de seguir las huellas de Chillida, desde las vinculadas a los procesos de creación de su obra pública a los numerosos logotipos que concibió para numerosos instituciones y causas.

De los tres espacios en los que se ha divido la muestra, uno está reservado a su obra más emblemática, al Peine del Viento y a su largo proceso de creación, que se extendió de 1966 a 1977, año en que fue inaugurado ese conjunto escultórico monumental en un extremo de la bahía donostiarra.

Pero los "peines"fueron las piezas más presentes en su trayectoria, con los que empezó a trabajar ya en 1952 y de los que se exhibe uno en el espacio central de la Sala Kubo.

Se trata de una escultura de más de seis toneladas que Chillida realizó para su mujer, Pilar Belzunce, ante la insistencia de ésta, sin la cual, según aseguraba hoy su hijo, nunca habría existido Chillida Leku, el museo de Hernani, que de momento sigue cerrado, a la espera de que fructifiquen las conversaciones con el Gobierno Vasco para hacer posible su reapertura.

Un autorretrato de 1971, dedicado a su esposa, abre el itinerario por el mundo del acero, el hierro, el alabastro, la tierra chamota, el yeso, el papel y los otros materiales de los que se sirvió Chillida para confeccionar las obras que nunca quiso explicar a los demás.

"No le gustaba, porque decía que eso podría intoxicar lo que cada persona siente al verlas. Eso era lo importante", ha señalado Ignacio Chillida, que ha buscado dar "un especial protagonismo"a la sala de su obra pública, en la que se recuerda al artista comprometido.

Allí, los dibujos y pequeñas esculturas preparatorios de piezas como "Elogio del agua"(Barcelona), "Elogio del Horizonte"(Gijón), "Lugar de Encuentro III"(Madrid) y "Elogio a la tolerancia"(Sevilla) dan una idea de la forma de trabajar del artista vasco, que murió sin materializar uno de su sueños, la intervención en la montaña de Tindaya, en Fuerteventura.

Un panel recoge las 44 obras que se encuentran en espacios públicos de todo el mundo y, junto a éste, otro que se detiene en los momentos más importantes de su biografía, entre ellos, cuando Chillida recogió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1987 de la manos del hoy rey Felipe VI, instante que se muestra en una fotografía.

Logotipos como el de la Universidad del País Vasco, el Orfeón Donostiarra y la Fundación Balenciaga son de Eduardo Chillida. También el de Gestoras pro Amnistía, un movimiento al que se adhirió en 1976, el mismo año en que se unió a las protestas contra la construcción de la central nuclear de Lemóniz.

Chillida se dio de baja de las Gestoras cuando comprobó que la violencia no se iba a extinguir tras la llegada de la democracia, pero antes de eso tuvo otro gesto a favor de la excarcelación de los presos vascos: el 11 de mayo de 1977 escribió una carta a Juan Carlos I para interceder por ellos.

En esa misiva, de la que se muestra una copia en la Sala Kubo, quiso hacer ver al rey la "gran importancia de ver con ojos de vasco el concepto de amnistía total", porque entendió que la paz era "más importante que todos los errores del pasado".

Veinte años después volvió a clamar también por la paz en otra carta, en la que pidió a ETA que liberara a Miguel Ángel Blanco y que cambiara las armas por el "diálogo".