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Sofía, una emperatriz en tiempos tumultuosos

Sobrina de la poderosa Teodora y esposa de Justino II, fue mucho más que eso, consolidándose como una de las emperatrices más importantes del Imperio Romano
Sofía guardaba un gran parecido con su tía Teodora, presente en este mosaico de San Vital
Sofía guardaba un gran parecido con su tía Teodora, presente en este mosaico de San VitalWikipedia
La Razón

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Hay personajes históricos que destacan por su capacidad de adaptarse a situaciones adversas, afrontando desafíos y recuperándose, encarnando lo que hoy llamamos resiliencia. Al hablar de resiliencia se observan tres fenómenos: la importancia de los elementos anteriores a la crisis, la forma en que el individuo enfrenta la adversidad y, por último, los resultados. Consecutivamente, se glorifica a ciertos sujetos, erigiéndolos como héroes o incluso divinizándolos debido a sus logros. Sin embargo, esta distinción no se refleja en Sofía (c. 530–601), esposa de Justino II, a pesar de ser una de las emperatrices más importante del Imperio Romano de Oriente por ser la fuerza silenciosa que sostuvo el reino en sus momentos más frágiles.
La historia de Sofía comienza con su ascenso al poder. La información previa sobre su familia e infancia resulta escasa y opaca. Es común en la historia de las mujeres que sus relatos comiencen cuando se asocian a figuras masculinas. Este enfoque ha sido perjudicial para ellas, transmitiendo la falsa idea de que su valía está ligada al matrimonio. No obstante, se han preservado algunos datos fuera de la narrativa que la definen únicamente como la esposa de Justino II, quien gobernó como emperador del Imperio Bizantino entre 565 y 578. Sofía también fue sobrina de Teodora y adoptó el nombre de la Gens Aelia, siguiendo las costumbres de las emperatrices de las Dinastías Teodosiana y de León.
Mencionada en las fuentes como «Sofía» o «Sapientia» (su equivalente latino), destacó como persona inteligente y hábil diplomática. Su vida está marcada por sibilinas crónicas, ya que la presentan como maquiavélica o la relegan a un segundo plano dentro de la narrativa general del Imperio Bizantino del siglo IV. Ya siendo emperatriz junto a Justino II, tuvo que enfrentarse a múltiples amenazas que atemorizaron el Imperio. Guerras, invasiones y tensiones políticas marcaron su reinado: la guerra de los lombardos con los gépidos y la consecuente invasión lombarda en Italia, la guerra persa, las tensiones con los ávaros debido a la política constringente de su marido y el rey godo Leovigildo anexionándose la Península Ibérica.
A todo esto se suma el hecho de que Justino II comenzó a desarrollar brotes de demencia (o una posible esquizofrenia) en los que la violencia era la norma. A veces deseaba saltar por la ventana y en ciertas ocasiones mordía enrabietado a sus visitantes. Ante la locura de su marido, Sofía tomó astutamente las riendas del imperio. Según relatos del historiador Gregorio de Tours, asumió el control absoluto tras la caída de Dara ante Khosrau I del Imperio Sasánida en 573. Pero su ascenso no fue simplemente un acto de toma de control, fue una líder que comprendió las complejidades del gobierno. En un momento de crisis diplomática, negoció una tregua de tres años con Khosrau, demostrando una sagacidad política asombrosa.
[[H2:Título reservado para «Augusta»]]
Asimismo, Sofía se convirtió en la primera emperatriz consorte representada en monedas imperiales con las mismas insignias que su esposo, simbolizando su papel activo en el gobierno. Ambos fueron representados conjuntamente en imágenes y estatuas. Cuando Justino II no pudo gobernar, Sofía buscó apoyo para actuar como regente. Sin embargo, la historia revela un choque de opiniones con Tiberio II, su sucesor designado, sobre las políticas financieras. Mientras ella abogaba por reducir los gastos reales, él defendía su aumento, especialmente, en lo militar. Tras la muerte del emperador, Tiberio II asumió el trono, y Sofía, buscando mantener su posición, envió al patriarca Eutiquio de Constantinopla para convencerlo de casarse con ella. Esta acción desencadenó tensiones y la pérdida de su título como «emperatriz consorte».
Aunque retuvo el título de «Augusta», su influencia se desvaneció gradualmente. Sus intentos de restaurar su dominio se encuentran con la resistencia de Tiberio, quien confisca sus propiedades y despoja a sus leales. Sofía se enfrenta a la pérdida de poder y, debido a litigios ante nuevas políticas financieras, se retiró de la corte en 579. Aunque su influencia menguó, su legado perduró. Venerada por el pueblo y la nobleza, se retiró a su propio palacio «Sophiai», donde mantuvo su propia corte y fue honrada como la mujer que otorgó el poder a alguien que luego se lo arrebató. Estos pequeños detalles revelan que Sofía enfrentó desafíos inimaginables a lo largo de su vida, mostrando resiliencia en tiempos turbulentos. Su sabiduría en la gestión de recursos y asuntos de Estado, su diplomacia y resistencia dejaron una huella en la historia de un imperio siempre cambiante y desafiante, aunque solo tengamos la representación de una moneda para narrar esta historia.

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