Feminismo y confinamiento en el siglo XIX
La compañía Guindalera regresa a los escenarios con un monólogo que ahonda en la belleza del lenguaje poético de Emily Dickinson
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Si bien tuvo que abandonar, por inviabilidad económica del proyecto, la gestión de la conocida –y querida– sala madrileña en la que se cocían con tanto mimo sus montajes, lo que la compañía Guindalera no parece estar dispuesta a dejar de momento es la actividad teatral, aunque ahora se espacien más que antes sus incursiones en la cartelera.
La dama de blanco, Emily Dickinson es el título del montaje con el que la familia Pastor, siempre fiel a su propio estilo artístico, desembarcará la semana que viene en el Teatro Quique San Francisco. La propuesta es, en cierto modo, una actualización de otra anterior sobre la gran poetisa estadounidense que la compañía tituló La bella de Amherst y que se basaba en el mismo texto de William Luce que esta. “El espectáculo anterior ya despertaba mucha esperanza y mucha ternura en el espectador –afirma María Pastor, su protagonista entonces y ahora–. Lo que ha ocurrido es que el confinamiento que hemos sufrido todos nos ha hecho mirar la obra con otros ojos, porque no hay que olvidar que Emily Dickinson fue una mujer que vivió parte de su vida en una suerte de encierro voluntario. Sin prácticamente salir de su habitación, alcanzó, según los expertos, unos estados de conciencia que se reflejan en sus poemas equiparables a los de Santa Teresa de Jesús”.
Son esos poemas, y “no las conjeturas y las polémicas que salpican su vida privada”, los materiales a partir de los cuales se levanta un monólogo que cabría entender como una celebración de todo lo que es bello y doloroso en la vida. Es el lenguaje en sí mismo, empleado por Dickinson para aproximarse a los sentimientos en sus distintas vertientes, lo que caracteriza dramáticamente la propuesta. Un lenguaje que, curiosamente, brota desde el aislamiento de la protagonista, que decidió alejarse de todo contacto social durante sus últimos veinte años de vida y que, por ello, como recuerda María Pastor, “se convirtió con el tiempo en un estandarte del feminismo, ya que se opuso con su conducta, y a su manera, al heteropatriarcado establecido”. Y recuerda la actriz unas palabras de la escritora que han aparecido estampados en las pancartas de algunas manifestaciones recientes: “Nunca sabemos cuán altas somos hasta que nos piden que nos levantemos”.
Para el director de la función, Juan Pastor, se trata de “un viaje alegórico y lírico por el recuerdo desordenado de una vida ya vivida, con un aire a veces absurdo y alucinado, pero otras veces tremendamente realista”. La meditación y la observación fueron los únicos instrumentos de los que se valió la escritora, nacida en 1830, para conformar una obra que se debate entre el miedo a la frustración y el deseo inalcanzable de felicidad. “Creo que vivir puede ser una bendición para aquellos que se atreven a intentarlo”, dejó escrito esta singular autora cuyos poemas fueron encontrados y recopilados por su hermana después de su fallecimiento en 1886. Según María Pastor, La dama de blanco, Emily Dickinson pretende ser “un trabajo de estilo, alejado del naturalismo, en el que el personaje está concebido como una especie de fantasma de otra dimensión que viene a visitarnos con su mundo poético”.
- Dónde: Teatro Quique San Francisco, Madrid. Cuándo: del 20 de abril al 8 de mayo. Cuánto: desde 14 euros.