Teatro
Guindalera, punto final
El espacio madrileño pone fin a casi dos décadas de actividad teatral con la puesta en escena de una versión de «Yerma», de García Lorca, que huye del folclorismo
Será la última obra que pueda verse en esta sala alternativa, ya emblemática, de Madrid. Después de 16 años abierta, albergando un proyecto teatral que había arrancado cuatro años antes, Guindalera cerrará para siempre sus puertas el 22 de diciembre. «Yerma 2019» será el colofón de un esforzado periplo dedicado a las artes escénicas que ha ido acompañado del aplauso generalizado del público y la crítica. La tarea de sobrevivir, no obstante, ha sido agotadora para los principales artífices de esta aventura; esto es, para el director Juan Pastor, la productora Teresa Valentín-Gamazo y la hija de ambos, la actriz María Pastor. Mantenerse a flote en Madrid con una sala alternativa que apuesta por la investigación y la creación, y no solo por la exhibición, es una tarea compleja, casi imposible, según reconocen ellos mismos cuando encaran, «con pena y con determinación al mismo tiempo», esta recta final.
Será la segunda vez que María Pastor trabaje en una obra de Lorca a las órdenes de su padre. La primera fue hace ya muchos años, en un montaje de «Bodas de Sangre» estrenado en 2001 que supuso el debut profesional de la actriz, con un pequeño papel en el reparto. Con el autor granadino se cierra también, por tanto, un ciclo artístico que él mismo inició y en el que las carreras de la intérprete y el director han estado estrechamente ligadas. Sin embargo, aseguran en la compañía que la elección del título no ha obedecido a tales razones. «No estábamos pensando en elegir algo que nos sirviese de despedida; ni siquiera pensábamos en el Año Lorca –explica María Pastor–. Queríamos, simplemente, hacer una obra que estuviese en consonancia con el trabajo que defendemos en Guindalera; es decir, que fuese de un autor sólido y que ofreciera un desafío interpretativo, sobre todo para mí, que llevaba un par de años poniendo el foco en la supervivencia del espacio y no tanto en mi trabajo como actriz».
Aquilatar y desnudar
Desde luego, ese desafío está presente en una propuesta que trata de aquilatar y desnudar la poesía de Lorca para dejarla en manos de un reducido elenco, formado por seis actores (algunos habituales en la compañía, como Raúl Fernández, Alicia González o José Bustos), que ha de enfrentarse al texto en un escenario despojado de cualquier elemento superfluo. «Es la línea que siempre hemos seguido –aclara la protagonista–. Todo está al servicio del texto y de los actores, más allá de cualquier puesta en escena ingeniosa. Además, queremos que la obra esté relacionada con la actualidad, con lo que puede suceder hoy o con lo que la sociedad parece demandar. En ese sentido, creemos que en Yerma está presente la herencia que hemos recibido en relación, por ejemplo, a cuestiones muy importantes hoy como la liberación de la mujer o la violencia de género».
En la búsqueda de esa conexión con el presente, el director de esta conocida tragedia lorquiana, estrenada por primera vez en 1934, ha prescindido del aroma folclórico y localista que la suele acompañar en otros montajes, tal y como explica su hija: «Hemos concebido un espacio atemporal y un vestuario neutro, en el que quizá se adivinen ecos de las culturas griega y tartesia, con la idea de reflexionar sobre nuestras raíces de una manera universal. Queríamos desmarcarnos de ese estereotipo que siempre muestra a Lorca desde un lugar oscuro o sombrío. También la música de Pedro Ojesto está concebida siguiendo esta línea, bebiendo de muchas raíces distintas y no solo del flamenco y de la tradición andaluza».
El propio argumento de «Yerma», que es el de una mujer en un opresivo entorno rural que no puede tener hijos y que, por tanto, no puede cumplir con el rol de madre que la sociedad le ha asignado, está expresado también, en la propuesta de Guindalera, bajo una óptica más amplia de lo habitual. «Creo que muchas veces nos quedamos solo con la fábula, y no con el significado que hay en el fondo de esta historia –apunta María Pastor–. Nosotros pensamos que el tema de la honra es más importante, por ejemplo, que el de la infertilidad. Creemos que la obra habla de la presión social, de cómo esos condicionantes sociales influyen y determinan, a veces trágicamente, como en este caso, la vida del individuo. La frustración del personaje por no poder tener un hijo no es tanta para nosotros como la frustración por no poder cumplir la misión que le ha sido encomendada». En definitiva, un intento por dar una visión del personaje que se traduce, para la actriz, en «un trabajo difícil; un trabajo de precisión que, por otra parte, tiene mucho que ver con lo que venimos haciendo; es casi un salto al vacío, porque no tienes dónde apoyarte más que en el cuerpo y en la palabra. Al mismo tiempo, sin embargo, me siento cómoda, porque para mí, en teatro, menos es siempre más».
Definida por Pastor como «una heroína trágica que se rebela contra su destino», puede que sea el espíritu de esta Yerma el mismo que ha gobernado el proyecto artístico de Guindalera durante todos estos años, en los que una familia de teatreros ha tratado de rebelarse contra lo que ellos califican como «una política cultural inexistente en nuestro país». «Un espacio pequeño que no apuesta por la multiprogramación, sino por la investigación y por el desarrollo de los procesos para obtener verdaderos frutos artísticos; un espacio modesto que ha tratado de dignificar la profesión, y que ha dado de alta siempre a sus actores y trabajadores, no puede subsistir en el panorama que tenemos hoy –afirma la actriz–. Hemos estado muchas veces al borde del cierre y hemos tenido que reinventarnos una y otra vez; las ayudas públicas, que solo han llegado en los últimos años, son mínimas, insuficientes para mantener un proyecto que, pese a la buena voluntad de algunos políticos, y por supuesto de muchos espectadores y amigos que nos han querido ayudar en este tiempo, se ha topado una y otra vez con un entramado burocrático que no ha hecho sino ponernos obstáculos».
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