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“Petróleo” o el chiste de ser hombre

Las argentinas de Piel de Lava desembarcan en España para girar con la obra que arrasa en su país desde 2018 y que se adentra en un pozo petrolífero de la Patagonia para jugar con los roles de los géneros. Primera parada: FIT de Cádiz
Carlos Furman

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Saca músculo el FIT (Festival Iberoamericano de Teatro) de Cádiz para confirmarse como puerto ideal para el desembarco de las producciones latinoamericanas en la península. Comenzaba la muestra el pasado fin de semana con los mexicanos de Lagartijas tiradas al sol (Veracurz), entre otros, y continúa estos días con la puesta de largo en España de las argentinas de Piel de Lava (Petróleo) y el estreno absoluto de La columna Durruti (Nocturno de Ulrike o El sujeto histórico); también Luz Arcas, que vuelve al teatro más de diez años después de estar dedicada en exclusiva a la danza, se presenta como ejemplo de ese puente entre una y otra orilla y tiende la mano a El Salvador para contar las historias de Egly Larreynaga y Alicia Chong, inspiradoras del montaje y compañeras del nuevo proyecto de La Phármaco, Todas las santas. O, Marcos Layera, quien cerrará el festival con su Teatro La Re-Sentida y el esperado Oasis de la impunidad antes de continuar ruta por Madrid y Barcelona.
Si bien la mayoría de estos nombres ya son conocidos por estos lares, el grupo porteño Piel de Lava se presenta en las salas españolas el sábado en el Gran Teatro Falla, Cádiz –Badajoz, día 25; Sevilla, 27; Gerona, 4 de noviembre; y Madrid, 11 y 12–, con una pieza que desde que levantase el telón en 2018 se ha convertido en un clásico de los escenarios argentinos, «Petróleo», una función que se va hasta la gélida Patagonia para hablar de los roles de género en la vida, pero también sobre las tablas: «Hoy en día no es relevante que Romeo y Julieta sean hombre y mujer, respectivamente», defienden.
Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes se trasladan hasta un yacimiento petrolífero para ponerse en la piel de cuatro hombres de pelo en pecho que deberán convivir en un tráiler, a solo unos metros del pozo. Sobre la superficie, el tiempo libre se cubre de polvo, «de mitos oscuros de la zona, de desafíos físicos», presentan; bajo tierra, la piedra se rompe para extraer la última gota de este oro negro que ya casi toca a su fin, «como interesante metáfora tangencial», apunta el equipo. Juntas, las cuatro se hicieron con el premio a las mejores actrices en el Bafici, el festival internacional de cine independiente de Buenos Aires, por su participación en La Flor, una película de Mariano Llinás que se estuvo rodando durante diez años y dura doce horas.
En boca del director, son «una máquina de ficción infinita» que había hecho de todo... menos cambiar de sexo, lo que se convirtió en «un chiste», ríen: «¿Qué cosas no hicimos? Bueno, dentro de esas infinitas posibilidades, probamos a ser hombres y luego eso derivó en una reflexión de género, que es un tema que nos interesaba mucho. Los personajes no son más que modos de avanzar en la acción. Son pulsiones, son emoción. Y si los cambias de género se comienzan a construir nuevas poéticas. El género es una construcción, no es natural. De otra forma sería un arte muerto. No pasa nada por jugar con los clásicos. Igual que también conviene hacer catarsis y reírse de la ridiculez de sostener una identidad a toda costa», cuenta Paredes.
Aquí, esta actriz interpreta a Montoya, «un débil un tanto mentiroso, un tipo que se esfuerza por sostener su masculinidad», le describe; Correa da vida a El Formo, que, según la actriz, «aparenta ser mansito, pero es puro fuego»; Gamboa hace de El Carli, «medio líder, medio machirulo»; y, finalmente, Carricajo se encarga de El Palla, un machote, como todos, con un rollo muy de cabecilla sindical.
Será la llegada de este último la que pondrá patas arriba el camión: «Dentro de todo ese mundo de la masculinidad exacerbada, él tiene una relación más cercana con lo femenino, y, de una forma muy ingenua, aparece con elementos de su vida diaria, como la ropa, que nos permite jugar con las cuestiones del género. ¿Qué pasa cuando un hombre con una masculinidad muy afianzada tiene que tratar con elementos que están en la frontera?», pregunta Paredes antes de la aparición en el FIT de una compañía que cuenta en la sombra con «la quinta beatle», como llaman a Laura Fernández, que no actúa, pero sí que tiene mucho que decir desde la dirección y la dramaturgia.
Obreros vs. industria
Sirve esta exposición como punto de partida de un montaje que no renuncia a transitar el realismo social: «Ahí está la mirada del obrero, los conflictos de una comunidad de trabajadores frente a una industria todopoderosa. Pero al final esto es una cuestión de cuerpos y sensibilidades, las masculinas y las femeninas, las que se exacerban artificiosamente y las que se ocultan celosamente». Para Paredes, trabajar en Petróleo le ha hecho ver cómo «interpretar a un hombre significa expandir el cuerpo, al contrario que hacer de mujer, que tiene gestos mucho más limitados. Durante el “drageo” aprendimos que si el mundo masculino es el exterior, el femenino es el interior», cuenta como reflexión de la investigación. O, en palabras del periódico argentino «Página12», «hacer de lo masculino un efecto de la actuación implica mostrar la construcción, volver extraño un comportamiento normalizado. La experiencia ensambla la empatía y la posibilidad de distanciarse, de señalar la hechura de aquello que se acepta como masculino».
  • Dónde: Gran Teatro Falla, Cádiz. Cuándo: 22 de octubre (hasta finales de noviembre también pasarán por Badajoz, Sevilla, Gerona y Madrid). Cuánto: de 10 a 18 euros.