Crítica de teatro

"La Celestina": La alcahueta da su explicación ★★★☆☆

Ha pasado por Clásicos en Alcalá y por el Festival de Cáceres, y pronto recalará en Peñíscola, en Almagro y en Olmedo

Anabel Alonso se mete en la piel de una Celestina "fantasmal", presenta
Anabel Alonso se mete en la piel de una Celestina "fantasmal", presentaPedro Gato

Autor: Fernando de Rojas (versión, Eduardo Galán). Director: Antonio Castro Guijosa. Intérpretes: Anabel Alonso, Víctor Sainz, José Saiz, Claudia Taboada... Próximas fechas: Festival de Peñíscola, 12 de julio; Festival de Almagro, 14 y 15 de julio; Olmedo Clásico, 29 de julio.

Ha pasado por Clásicos en Alcalá y por el Festival de Cáceres, y pronto recalará en Almagro y en Olmedo. La Celestina de la ya histórica productora Secuencia 3, que en 2024 cumplirá 20 años de existencia, continúa su recorrido estival por toda nuestra geografía deteniéndose en aquellas localidades que prestan mayor atención al teatro clásico. No es esta la primera vez que la empresa capitaneada por el dramaturgo Eduardo Galán acometa la difícil tarea de llevar a las tablas esta suerte de novela dialogada, atribuida a Fernando de Rojas, cuyas virtudes literarias no se adecúan del todo a las exigencias de la representación escénica.

Si en 2011 fue Gemma Cuervo la encargada de dar vida a la protagonista, ahora es Anabel Alonso quien se mete en la piel de la archiconocida alcahueta, un personaje complejo que se presta, como todos lo que en verdad lo son, a múltiples y complementarias lecturas. De hecho, hay en esta nueva aproximación al texto, por parte del dramaturgo Eduardo Galán, un manifiesto intento de humanizar más al personaje y de profundizar en sus actos. Tanto es así que toda la acción dramática está planteada en forma de analepsis: es la propia Celestina, ya muerta, quien cuenta y explica qué hizo y por qué lo hizo. Sin embargo, esta oportuna licencia dramatúrgica no llega a estar técnicamente bien desarrollada –falta equilibrio entre lo narrado y lo representado– ni se traduce, a la postre, en una exploración psicológica del personaje mayor que la acostumbrada. En la propia elección de Anabel Alonso como protagonista hay ya una clara apuesta por la ligereza frente a la hondura. Y eso es lo que uno ve en el patio de butacas: a una actriz muy popular, con mucho oficio, que engatusa y distrae, pero no profundiza ni conmueve. En cuanto al resto de interpretaciones, Víctor Sainz cumple sin llegar a brillar como Calisto y Claudia Taboada se muestra desigual –estupenda en unas escenas y algo descontrolada en otras– en el papel de Melibea. Entre los secundarios, destaca especialmente Beatriz Grimaldos, que da verdadera alma, prácticamente sin despeinarse, a Elicia y a Lucrecia.

En cuanto a la dirección, Antonio Castro Guijosa ha tratado de dar rumbo, ritmo y sentido, sin conseguirlo del todo, a un material que se diría que le es un tanto ajeno y que resulta, por su vocación comercial, un poco amalgamado. Algunas escenas son explicativas de lo que se acaba de ver en la escena anterior, y otras sobran prácticamente enteras: lo de querer recrear la procacidad de la obra original, cuando no contribuye para nada al desarrollo de la acción, lejos de ser escandalosos o sorprendente, resulta a estas alturas de la vida casi pueril. No obstante, como es un buen director, que ha demostrado una innegable solvencia en los más dispares proyectos, sí logra que uno siga con atención la historia de principio a fin. Y créanme que eso, hoy en día, ha dejado de ser lo habitual en los teatros.

  • Lo mejor: Se trata de una obra fundamental de nuestra literatura y hay buenos profesionales queriendo contarla.
  • Lo peor: Falta cierta cohesión en la selección del equipo humano y en el diseño de la producción.